Segunda sección: estudios e investigaciones
DOI: 10.11600/rlcsnj.22.2.6384
Contacto
policial y conductas antinormativas en adolescentes
de Argentina *
Police contact and antinormative behaviors among
adolescents in Argentina
Contacto
com a polícia e comportamentos antinormativos
entre adolescentes na Argentina.
Micaela Guibert, Lic.1
Karin Arbach,
Antonella Bobbio,
Consuelo María Viano-Tello,
1
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Licenciada en Psicología,
Universidad Nacional de Córdoba. Becaria Doctoral en el Instituto de
Investigaciones Psicológicas (Conicet-UNC). 0009-0000-8538-0222. H5: 0. Correo
electrónico: micaela.guibert@mi.unc.edu.ar
2
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Doctora en Psicología, Universidad
de Barcelona. Investigadora independiente Conicet. Profesora titular en
Criminología Clínica, Universidad Nacional de Córdoba. 0000-0003-1753-4693. H5:
16. Correo electrónico: k_arbach@unc.edu.ar
3
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Doctora en Psicología, Universidad
Nacional de Córdoba. Profesora adjunta en Criminología Clínica y profesora
asistente en Psicoestadística Descriptiva e
Inferencial, Universidad Nacional de Córdoba. 0000-0003-4121-9482. H5: 9. Correo
electrónico: antonellabobbio@unc.edu.ar
4
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Licenciada en Psicología,
Universidad Nacional de Córdoba. Becaria Doctoral en el Instituto de
Investigaciones Psicológicas (Conicet-UNC). 0009-0006-4133-6856. H5: 0. Correo
electrónico: consuelo.viano.tello@mi.unc.edu.ar.
Recibido: 13.12.2023 Aceptado:
05.03.2024 Publicado: 29.04.2024
Resumen (analítico)
La
investigación analizó la relación entre comportamiento antinormativo
y contacto policial en adolescentes y jóvenes de Córdoba y Tucumán, Argentina.
Se compararon tres grupos evaluados en diferentes momentos: G1 (n = 277, 13 a
19 años), G2 (n = 1077, 13 a 19 años) y G3 (n = 103, 18 a 25 años). En cada
grupo las prevalencias de contacto policial fueron de 13%, 6% y 37%, y de
conductas antinormativas de 74%, 43% y 80%,
respectivamente. El tipo de conducta antinormativa se
asoció significativamente al contacto policial en ambos sexos, y los varones
mostraron mayores prevalencias de contacto policial, independientemente del
tipo de conducta antinormativa. Se discuten las
implicancias de los resultados en la formación policial y en las políticas
públicas orientadas a la prevención del delito en adolescentes.
Palabras-clave: Policía;
control social; adolescencia; juventud; desarrollo; ley; riesgo; delincuencia;
criminología; conducta antinormativa; violencia. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco.
Abstract (analytical)
The research
analyzed the relationship between antinormative behavior and police contact in
adolescents and young people from Córdoba and Tucumán, Argentina. Three groups
evaluated at different times were compared: G1 (n= 277, 13 to 19 years), G2 (n=
1077, 13 to 19 years) and G3 (n= 103, 18 to 25 years). In each group, the
prevalences of police contact were 13%, 6% and 37%, and the prevalences of
antisocial behaviors were 74%, 43%, and 80%, respectively. The type of
antinormative behavior was significantly associated with police contact in both
sexes, and males showed higher prevalences of police contact, regardless of the
type of antinormative behavior. The implications of the results for police
training and public policies aimed at crime prevention in adolescents are discussed.
Keywords Police;
social control; adolescence; youth; development; law; risk; delinquency;
criminology; antinormative behavior; violence.
Resumo
(analítico)
A
investigação analisou a relação entre o comportamento antinormativo e o contato
policial em adolescentes e jovens de Córdoba e
Tucumán, Argentina. Foram comparados três grupos avaliados em diferentes momentos: G1 (n= 277,
13 a 19 anos), G2 (n= 1077, 13 a 19 anos) e G3 (n= 103, 18 a 25 anos).
Em cada grupo, as prevalências de contato
policial foram de 13%, 6% e 37%, e de comportamentos antinormativos de
74%, 43% e 80%, respetivamente. O tipo de comportamento
antinormativo foi
significativamente associado ao
contato policial em ambos os sexos, tendo os homens apresentado prevalências mais elevadas de contacto com a polícia, independentemente do
tipo de comportamento antinormativo.
As implicações dos resultados são
discutidas na formação
policial e nas políticas públicas voltadas
para a prevenção do crime
em adolescentes.
Palavras-chave: Polícia;
controlo social; adolescência; juventude;
desenvolvimento; lei;
risco; delinquência; criminologia;
comportamento antinormativo;
violência.
Introducción
La
adolescencia representa un período de especial vulnerabilidad debido al proceso
de maduración neural, biológica y psicosocial en curso (Sisk & Gee, 2022). Durante esta etapa, aún se encuentran en
desarrollo funciones psicológicas básicas para la futura sociabilidad, tales
como el autocontrol, la regulación emocional o las habilidades para la
resolución de conflictos interpersonales (Casey & Caudle,
2013). Sumado a esto, los adolescentes comienzan a pasar más tiempo de ocio con
sus pares y fuera del alcance de la supervisión parental (Bobbio et al., 2016; Chioda,
2016), lo que incrementa sus probabilidades
de involucrarse en situaciones riesgosas, incluyendo la manifestación de
conductas delictivas o violentas (Farrington, 2021). Esta mayor exposición a
contextos de riesgo los enfrenta al potencial encuentro con recursos de control
social formal, como las fuerzas policiales, con los que la gran mayoría de adolescentes nunca antes han
tenido contacto. La confrontación o el intento de huida pueden ser reacciones a
las que los adolescentes estén más predispuestos y que, a su vez, incrementen su riesgo ante un accionar
policial reactivo. En este contexto, son frecuentes detenciones policiales
donde los derechos humanos de los adolescentes son vulnerados (Tenenbaum, 2015).
El
contacto de los adolescentes con la policía ejerce una influencia significativa
en su futura relación con el sistema legal. Aunque
la socialización legal comienza en la infancia, su importancia se acentúa
durante la adolescencia (Baz & Fernández-Molina, 2022). En este período,
los individuos forjan sus creencias, percepciones y actitudes sobre la
legitimidad de las leyes y las instituciones, incluidas las policiales (Piccirillo et
al., 2021). De acuerdo con la
teoría de la justicia procedimental propuesta por Tyler (1990), el uso de
procedimientos justos por parte de las autoridades aumenta la legitimidad de
las instituciones, lo que, a su vez, se traduce en un
mayor cumplimiento de la ley, cooperación con las autoridades y una reducción de
la delincuencia. Por lo tanto, aquellos adolescentes que experimentan interacciones más intrusivas con la
policía suelen mostrar una mayor desconexión con las normas legales (Geller & Fagan, 2019). Es decir, el contacto directo
con la policía puede tanto beneficiar como perjudicar la relación entre los
ciudadanos y las instituciones estatales relacionadas con la ley (Piccirillo et
al., 2022).
Por otro lado, el accionar
policial se caracteriza por su naturaleza multifacética, que abarca aspectos
tanto profesionales-técnicos (objetivos), como artesanales (subjetivos). Esta
característica institucional da lugar a la discrecionalidad policial, que refiere a la
libertad de acción que
posee un policía para tomar decisiones en situaciones específicas (Gutiérrez
& Costantino, 2020). La discrecionalidad policial
es una herramienta importante para el cumplimiento de la misión institucional
de la policía, pero también puede ser una fuente de vulneración de derechos si
se utiliza de manera inadecuada (Guerrero, 2016).
De manera general, desde la
década de los sesenta se han adoptado políticas de control del delito cada vez
más duras y coercitivas, lo que
ha dado lugar a excesos por parte de la policía, erosionando la confianza de
los ciudadanos en las fuerzas de seguridad y la legitimidad de las mismas
(Antillano & Ávila, 2017). En América Latina, específicamente, es frecuente
que los jóvenes de
bajos recursos sean objeto de persecución y violencia policial (Bonvillani, 2020b). Un ejemplo de esto son las detenciones
arbitrarias de jóvenes pertenecientes a sectores populares por parte de los
agentes de policía (Bonvillani, 2019). Estas lógicas
de vigilancia y control acentúan la represión de los delitos menores y
concentran su acción sobre grupos vulnerables, exponiendo a los jóvenes de
sectores populares a la violencia policial (Roldán et al.,
2021). El uso excesivo de la fuerza alcanza su punto más alto en el empleo
letal de armas de fuego. En 2022, en Argentina se registraron 80 casos de
«gatillo fácil», siendo la mayoría de los afectados varones adolescentes
(Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, 2023). Aunque no de manera
exclusiva, estos hechos pueden contribuir a la desconfianza de los
ciudadanos en el accionar de la policía. De hecho, una encuesta en el contexto
de este trabajo reporta que
dos tercios de la población consideran poco efectivo el accionar de la policía
y nueve de cada diez personas presenta la misma creencia en relación al Poder
Judicial (Observatorio de Estudios sobre Convivencia y Seguridad Ciudadana,
2017).
En países con mayor
representación de minorías étnicas, como Estados Unidos, estudios
longitudinales indican que
el 27% de los adolescentes tuvo un contacto directo con la policía y casi el 80%
tuvo algún contacto indirecto (Geller & Fagan,
2019; Gottlieb & Wilson, 2019). Las cifras de
contactos directos con la policía varían de manera significativa al considerar
la etnia, pues son mayores en afroamericanos y latinos comparados con
adolescentes blancos (Claus et
al.,
2018; Del Toro et
al.,
2019). También estas cifras varían según grupo etario. Las estadísticas oficiales
en ese país indican que
el 14% de los adolescentes de 16 a 17 años y el 30% de los jóvenes de 18 a 24
años ha tenido algún contacto con la policía (Harrell
& Davis, 2020). En Europa, investigaciones con muestras comunitarias de
adolescentes indican que
la prevalencia a lo largo de la vida de contacto policial en ciudades escocesas
es del 21%, del 8% en ciudades inglesas (Murray et al.,
2020) y del 12% en ciudades españolas (Baz & Fernández-Molina, 2022). Otra
investigación revela que
el 22% de los adolescentes franceses y el 23% de adolescentes alemanes tuvieron
contacto con la policía en el último año (Oberwittler
& Roché, 2022). Aunque
no se han identificado en el contexto de este estudio cifras oficiales de
adolescentes con contactos directos con la policía, un indicador cercano es el
número de adolescentes con intervenciones judiciales por la presunta comisión
de un delito que
se ha incrementado de 1501 en 2018 a 2036 en 2022 (es decir, un incremento de
36% en cinco años) aunque
con una reducción del 30% durante 2020 (Corte Suprema de Justicia de la Nación,
2019, 2023). Esta reducción se explicaría, muy probablemente, por las
restricciones de contacto social debidas a la pandemia por covid-19 que han afectado
particularmente a los adolescentes (Orben et al.,
2020). Uno de los efectos de estas restricciones ha sido la drástica
disminución de la exposición de los adolescentes a oportunidades criminógenas
lo que, a su vez, resultó
en una notable reducción de los delitos menores cometidos por ellos (Boman & Gallupe, 2020).
Investigaciones
longitudinales con adolescentes indican que
las identificaciones
policiales frecuentes pueden predecir la conducta delictiva futura, aunque el comportamiento
delictivo no necesariamente predice el contacto posterior con la policía (Del
Toro et al.,
2019). Una posible interpretación de este hecho es que el propósito
disuasorio de la acción policial podría tener un efecto contrario al esperado
posiblemente por sus repercusiones en la salud mental de los adolescentes.
Existe una relación directa entre la frecuencia de los encuentros con la
policía y la intensificación de los síntomas de estrés, depresión y ansiedad
posterior a dichos encuentros (Del Toro et
al.,
2019; Turney, 2021).
Algo similar se ha reportado
en adolescentes que
ingresan en centros cerrados de detención (Arbach et al.,
2021). También se ha identificado un efecto estresor acumulativo, por lo que el peso emocional
de una experiencia puede configurar el marco cognitivo a través del cual se
evalúan e interiorizan las experiencias posteriores (Geller
& Fagan, 2019). La influencia negativa de estos contactos también puede
trascender a otros espacios habitados por los jóvenes. Por ejemplo, el contacto
directo e indirecto con la policía se asocia con disminuciones en el
rendimiento educativo (Gottlieb & Wilson, 2019).
Además, los jóvenes que
tuvieron contacto policial directo presentaron mayor desinterés escolar en
comparación con aquellos
que no fueron
detenidos por la policía y también en comparación con ellos mismos antes del
contacto policial (Del Toro & Wang, 2022). Así mismo, reprobar un año
escolar y el ausentismo crónico han demostrado incrementar la probabilidad del
contacto con los sistemas de justicia (Robertson & Walker, 2018). Esto adquiere una especial
relevancia en Argentina, donde cerca del 40 % de los adolescentes no logra
completar la educación secundaria en el tiempo establecido (Kit et al.,
2023) y uno de cada cinco egresados finalizará la educación obligatoria en
instituciones secundarias destinadas a jóvenes y adultos (De Luca et al.,
2023).
Por lo que se ha expuesto
hasta ahora, no sorprende que
los contactos con la policía y las detenciones policiales sean frecuentes entre
los adolescentes. De hecho, los estudios longitudinales han identificado la
edad entre los 14 y 16 años como la de mayor probabilidad de experimentar la
primera detención policial (Farrington, 2019). Una posible explicación sería la
tendencia general al riesgo en esta etapa, evidente en el hallazgo consistente
en estudios con autoinformes que
demuestra que
más del 90% de los adolescentes reporta haber realizado alguna conducta antinormativa a lo largo de su vida (por ejemplo, Bobbio et al.,
2022; Farrington, 2021; Guibert & Viano-Tello, 2020). Las conductas antinormativas
abarcan una amplia variedad de comportamientos que transgreden las normas sociales. Por
lo tanto, este término es más amplio y abarcativo que el concepto de
delito y es independiente de las definiciones jurídicas (Vazsonyi
et al.,
2017). Aunque
en algunos casos estas conductas serán precursoras de comportamientos
delictivos y violentos en etapas posteriores del desarrollo, la mayoría de los
adolescentes tenderá a desistir progresivamente de estas al entrar en la
juventud (Loeber et
al.,
2011). No obstante, la probabilidad de detección por parte de las autoridades
policiales se ha encontrado asociada tanto con la frecuencia de las conductas antinormativas autoinformadas por
los adolescentes, como con su gravedad (Enzmann et al.,
2010).
Otro hallazgo consistente en
criminología es la influencia del sexo en la manifestación de conductas antinormativas y delictivas. En todo el mundo, los índices
de conductas antinormativas de los varones son muy
superiores a los de las mujeres, tanto si se valoran mediante autoinformes o
por registros oficiales como detenciones policiales, procesos judiciales o
ingresos a centros de detención (Fernández-Molina & Bartolomé-Gutiérrez,
2020; Loeber et
al.,
2015). En Argentina, el 94% de los adolescentes menores de edad en dispositivos
especializados de aprehensión son de sexo masculino (Secretaría Nacional de
Niñez, Adolescencia y Familia, 2021, 2022), así como el 96% de la población
penitenciaria (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2022).
En resumen, la investigación
criminológica demuestra que
la adolescencia es un período de riesgo para la manifestación de conductas antinormativas (Farrington, 2021) y que estas se
encuentran asociadas al contacto policial en esta etapa vital (Enzmann, 2010), lo que
ocasionalmente puede tener un impacto negativo en la adherencia de las normas
legales (Geller, 2019). Mientras que estudios locales
ha contribuido al entendimiento de este fenómeno a partir de enfoques cualitativos (Bonvillani, 2020a; Roldán et al., 2021), la presente
investigación emplea un enfoque
cuantitativo para describir las prevalencias de contacto policial y de
conductas antinormativas y analizar su relación en
tres grupos de jóvenes de ambos sexos que
difieren en edades y
trayectorias escolares. Mediante este análisis se pone a prueba la hipótesis
nula que establece la
independencia entre la manifestación de conductas antinormativas
y el contacto policial.
Método
Diseño
y participantes
Se realizó un estudio
descriptivo con diseño ex
post facto retrospectivo
(Montero & León, 2002) y se emplearon datos de tres estudios. Las ciudades
donde se realizaron los estudios fueron seleccionadas en base a la cercanía de
los centros de investigación donde se encuentra radicado el equipo de
investigación.
Grupo
1 (G1). N = 277. Adolescentes escolarizados en 2016 con edades
entre 13 y 19 años (M = 15.64; DE = 1.68) y sin diferencias significativas de
edad entre sexos, que
respondieron en su lugar y horario habitual de clases en tres institutos de
educación media públicos (72 %) y privados, dos de ellos radicados en la
capital de Córdoba y el otro en una localidad del interior provincial de menor
densidad poblacional. El muestreo fue de tipo accidental no probabilístico. Las
escuelas fueron seleccionadas mediante una convocatoria abierta en redes
sociales y por el acceso de los investigadores participantes.
Grupo
2 (G2). N =1077. Adolescentes escolarizados en 2022 con edades
entre 13 a 19 años (M = 15.42; DE = 1.56) y sin diferencias significativas de edad entre
sexos que respondieron en su
lugar y horario habitual de clases una encuesta en el marco del proyecto International Self
Report Delinquency 4 (Marshall
et al.,
2022) en dos ciudades del país (Córdoba y San Miguel de Tucumán). Esta muestra
fue seleccionada mediante muestreo aleatorio bietápico
sobre el listado completo de escuelas públicas (31 %) y privadas en cada
ciudad.
Grupo
3 (G3). N = 103. Jóvenes escolarizados en 2019 con edades entre
18 a 25 años (M = 20.28; DE = 2.22) y sin diferencias significativas de edad
entre sexos que
respondieron en su lugar y horario habitual de clases una batería de escalas que incluía, entre
otras, un cuestionario de conducta antinormativa.
Estos jóvenes se encontraban cursando la escuela de nivel secundario en una
modalidad adaptada para adultos que
han visto interrumpida su trayectoria escolar obligatoria. Este tipo de
escuelas son, en todos los casos, de administración pública.
Procedimiento
Los datos se recogieron en
estudios independientes empleando una metodología similar entre ellos. Esta
consistió en un contacto inicial con las autoridades escolares para informar
objetivos y metodología del estudio y, posteriormente, acordar las condiciones
de administración de los instrumentos de evaluación. Los datos fueron recogidos
en lápiz y papel, en horarios y espacios habituales de clase ante la presencia
exclusiva de las investigadoras, todas con formación en psicología. El rol de
las investigadoras fue presentar el estudio, solventar dudas y mantener un
clima que favoreciera las
respuestas sinceras.
Consideraciones
éticas
Los protocolos de
investigación de los estudios fueron aprobados por los comités de ética del
Hospital Nacional de Clínicas de la Universidad Nacional de Córdoba y del
Instituto de Investigaciones Psicológicas de la misma universidad. En el país
donde este estudio se llevó a cabo, las personas a partir de los 13 años tienen
derecho a decidir responder encuestas en estudios sociales que atañen a sus
intereses, sin ser necesario el asentimiento de sus padres o tutores legales
(República Argentina, 2014). Todos los participantes accedieron a la
información del estudio de acuerdo a lo establecido por las normativas éticas vigentes
para estudios por encuesta en ciencias sociales, y debieron prestar su
consentimiento informado de participación anónima y voluntaria antes de acceder
a los autoinformes.
Variables
e instrumentos
Como variable dependiente se
consideró el contacto policial que
pudo haber derivado o no en una detención en la comisaría. Dicho contacto se
exploró mediante preguntas directas diseñadas ad hoc que
indagaron si la persona estuvo detenida en una comisaría o tuvo contacto con la
policía por la manifestación de alguna conducta anti-normativa en cualquier momento de su
vida.
Las variaciones en el
contacto policial se analizaron considerando la edad agrupada en tres
categorías (13 a 15 años, 16 y 17 años, 18 años o más), sexo (mujer y varón),
tipo de escuela (pública y privada) y conductas antinormativas
autoinformadas. Para el registro de estas últimas se
emplearon ítems referidos a conductas específicas que los encuestados
indicaban si habían realizado o no alguna vez. Las diferentes conductas
evaluadas se agruparon en tres tipos: a) vandalismo (romper, quemar u otro tipo de
maltrato) sobre objetos en espacios públicos (por ejemplo, escuelas, medios de
transporte, parques
o clubes) o privados (v.
g.,
bares, edificios o vehículos); b) hurto o robo (sin violencia hacia personas)
de objetos de espacios públicos (por ejemplo, escuelas u otros edificios públicos)
o privados (v.
g..
negocio, vivienda, vehículo); y c) violencia (agresiones, ataques o amenazas graves
y creíbles con o sin uso de armas hacia otras personas).
Análisis
de datos
Los análisis se realizaron
con el Paquete
Estadístico para Ciencias Sociales (SPSS, versión 24). Las características de
los participantes se analizaron mediante estadísticos descriptivos segmentando
la muestra según grupo (G1, G2 y G3), sexo (varón/mujer) y rango etario (13 a
15, 16 a 17 y 18 o más). La prevalencia del contacto con la policía se estimó
mediante el cálculo de frecuencias absolutas y relativas, y se analizaron sus
variaciones según el sexo mediante tablas de contingencia y análisis chi cuadrado
intragrupales segmentados por grupo etario.
Además, se estimó la
ocurrencia de cada modalidad de conductas antinormativas,
diferenciadas según el sexo, y se compararon las prevalencias utilizando tablas
de contingencia y análisis chi cuadrado intragrupales.
La relación entre estas conductas y el contacto policial se estimó calculando
la ocurrencia conjunta de ambas, según sexo. También en este caso se realizaron
comparaciones intragrupales mediante chi cuadrado y
se presentan los resultados en tablas de contingencia.
Resultados
La tabla 1 muestra las
prevalencias de contacto con la policía diferenciadas por sexo y por rango
etario en la muestra total y en cada grupo (G1, G2 y G3). El 9.3% de la muestra
total reportó al menos un contacto con la policía. G3 fue el grupo que informó las tasas
más altas de contacto policial (36.9%), seguido por G1 (13.0%) y G2 (5.7%).
Estas tasas variaron según sexo. De manera general, los varones tuvieron
prevalencias de contacto policial significativamente superiores a las mujeres,
con algunas excepciones al considerar la edad (adolescentes de 16/17 años en
G1, y jóvenes de 18 años o más en G1 y G2). Los análisis intragrupales
revelaron que
en G1 y G3 las prevalencias más altas de contacto policial las registraron los
varones mayores de 18 años, mientras que
en G2 fueron los varones de 16 y 17 años. Las prevalencias más bajas las
registraron las mujeres de 13 a 15 años, tanto en G1 como en G2.
Tabla 1 Prevalencia
de contacto policial según edad,
sexo y grupo y comparaciones intragrupales (chi cuadrado).

Nota. En negrita se presentan las
diferencias significativas entre varones y mujeres de cada grupo (x2).
La
tabla 2 presenta las prevalencias de las conductas antinormativas
en mujeres y varones de cada grupo. En términos generales, el 52% de los
participantes informaron al menos una conducta antinormativa;
sin embargo, este porcentaje varió entre los grupos. El G3 presentó la
prevalencia más alta, con un 80 %, seguido por el 74% en el G1 y el 43% en el
G2. En la tabla 2 también se informan las prevalencias de conductas antinormativas totales y discriminadas por el tipo de
comportamiento: solo conductas no violentas (vandalismo y hurtos), solo
conductas de violencia interpersonal y combinadas (hurtos, vandalismo y violencia
interpersonal). El 61% de los varones y el 44% de las mujeres reportó al menos
un comportamiento antinormativo de cualquier tipo. De manera general, los varones reportaron
tasas más elevadas de conductas antinormativas que las mujeres, aunque
con algunos matices cuando al considerar el grupo. Por ejemplo, las conductas
exclusivamente no violentas (vandalismo o hurto) fueron más prevalentes en
mujeres de G1 y G2, lo mismo ocurrió con las conductas exclusivamente violentas
en G1 y G3. A nivel intergrupal, G1 y G3 tuvieron tasas de conductas antinormativas más altas que
G2, de cualquier tipo y de cada tipo en
particular. A nivel intragrupal, en G1 y G3 las
conductas combinadas fueron las más prevalentes, mientras que en el G2 lo fueron las conductas exclusivamente
violentas.
Tabla 2Estadísticos descriptivos de
conductas antinormativas
según sexo y grupo y comparaciones intragrupales (chi
cuadrado)

Nota. En negrita se presentan las
diferencias significativas entre varones y mujeres en cada grupo (x2).
En
la tabla 3se informan las prevalencias conjuntas de contacto policial y
conductas antinormativas, diferenciadas por sexos,
tanto en la muestra total como en cada grupo. En la muestra total, el tipo de
conducta antinormativa y el contacto policial se
asociaron de manera significativa en ambos sexos. Las
prevalencias más altas de contacto policial se dieron en el grupo de varones
con conductas antinormativas combinadas. En el sentido
opuesto, el grupo de mujeres que informó no haber cometido
conductas antinormativas tuvo una prevalencia de
contacto policial cercana a 0%. De los adolescentes que cometieron conductas antinormativas,
los que solo cometieron vandalismo o hurto fueron los que reportaron las tasas más bajas de contacto
policial.
Tabla 3 Prevalencia
conjunta entre contacto policial y tipos de
conductas antinormativas
autoinformadas según sexo

Nota. Los valores de p corresponden a los análisis de
asociación entre tipo de conducta antinormativa y
contacto policial para cada sexo.
A nivel intergrupal, los
varones del G3 informaron tasas más altas de contacto policial que los varones de los
otros grupos, independientemente de las conductas antinormativas
cometidas. Es decir, los jóvenes de este grupo tuvieron más contactos
policiales comparados con los otros grupos, hubieran realizado conductas antinormativas o no. Esto mismo ocurrió en las mujeres con
una excepción: las mujeres del G1 que
reportaban conductas puras (es decir, solo de vandalismo/hurto o solo
violentas) tuvieron prevalencias de contacto con la policía superiores a los
restantes dos grupos.
A nivel intragrupal,
comparados con las mujeres, los varones mostraron prevalencias superiores de
contacto policial independientemente del tipo de conducta antinormativa
cometida, aunque
con matices al considerar el grupo. Por ejemplo, una mayor proporción de
mujeres en G1 que
cometieron conductas solo no violentas (vandalismo/hurto) o solo violentas
tuvieron contactos con la policía comparadas con los varones de ese grupo con
el mismo tipo de conductas.
Discusión
El presente estudio tuvo
como objetivo describir la prevalencia de contacto policial y analizar su
relación con las conductas antinormativas autoinformadas en tres grupos de adolescentes y jóvenes de
entre 13 y 25 años de edad de Argentina. Alrededor de uno de cada diez
participantes indicó haber tenido al menos un contacto con la policía, cifra que resultó similar a
la reportada por investigaciones en España (Baz & Fernández-Molina, 2022) o
Inglaterra (Murray et
al.,
2020). Aunque
estudios han contribuido al entendimiento de este fenómeno en la región, lo han
hecho principalmente a partir de enfoques
cualitativos (Bonvillani, 2020a; Roldán et al.,
2021) o presentando registros oficiales de detenciones policiales (Jiménez et al.,
2016; Procuración Penitenciaria de la Nación, 2019). Las diferencias en las
tasas de contacto policial entre los grupos podrían orientar sobre las
particularidades de cada uno. Los jóvenes (G3) triplicaron en contactos
policiales a los adolescentes (G1 y G2). Esto puede ser explicado por diversos
factores como la edad, las trayectorias escolares interrumpidas y el mayor
tiempo en riesgo. En primer lugar, la media de edad del G3 (20 años) se
corresponde con la edad en que
la actividad delictiva y antinormativa, especialmente
la violenta, suele alcanzar su pico máximo (Loeber et al.,
2011). Es probable que
dichas conductas violentas sean las principales responsables del mayor número
de encuentros con las fuerzas policiales ya que
una gran parte de las infracciones menores no suelen ser detectadas por los
sistemas de justicia (Enzmann et al.,
2018).
Otra variable que puede haber influido
en el contacto policial más frecuente del G3 es su trayectoria escolar
interrumpida, que
lo diferenciaba del G1 y G2 (compuestos por estudiantes actuales de escuela
secundaria). La falta de adherencia con la educación formal, observada por su
interrupción de la educación secundaria, puede haber generado mayor tiempo de
ocio en este grupo, en ambientes desestructurados que, a su vez, hayan
incrementado su exposición a situaciones de riesgo y a oportunidades
criminógenas. Este dato empírico respalda la teoría de las actividades
rutinarias (Cohen & Felson, 1979) que propone que rutinas diarias menos
estructuradas aumentan la exposición a situaciones de riesgo y, en
consecuencia, podrían aumentar la probabilidad de interactuar con las fuerzas
de seguridad. En este sentido, las investigaciones indican que los jóvenes con
menor compromiso escolar también reportan mayores contactos con la policía (Del
Toro & Wang, 2022) y conducta delictiva en general (Robertson & Walker,
2018). A su vez, la deserción escolar podría haber dificultado el acceso al
mercado laboral, un robusto factor de protección frente a la delincuencia
(Oswald, 2020).
Por otro lado, las tasas de
contacto policial del G2 fueron las más bajas. Esto podría explicarse
parcialmente por las fechas de recogida de datos. En este grupo los datos
fueron recogidos en 2022, cuando ya se habían suprimido las medidas de
distanciamiento social interpuestas por el gobierno nacional como forma de
mitigar los contagios en el marco de la pandemia por covid-19 y que durante 2020 y
2021, salvo breves períodos excepcionales, mantuvieron a este grupo confinados
en sus hogares y sin asistir a la escuela. Estas restricciones pueden haber
ocasionado una disminución de la exposición al contacto policial, en
comparación con los adolescentes del G1 que
no vieron su adolescencia atravesada por esta situación. De hecho, un estudio
ha documentado que
las prevalencias de violencia urbana, como las conductas evaluadas en este
estudio, disminuyeron durante este periodo (Boman
& Gallupe, 2020). Una explicación adicional a las
bajas tasas de contacto policial del G2 es la menor representación de jóvenes
de escuelas públicas que
albergarían a la población con menos recursos económicos y de barrios menos
favorecidos que,
a su vez, es la que
se ha encontrado más propensa a ser víctima de persecución y violencia por
parte de la policía (Bonvillani, 2020b).
En relación al sexo, en
términos generales, nuestros hallazgos respaldan estudios previos que establecen el sexo
masculino como factor de riesgo tanto para la comisión de conductas antinormativas, como para el contacto con los sistemas de
control formal del delito (Fernández-Molina & Bartolomé-Gutiérrez, 2020).
Esto también es acorde a los registros ofiiales en el
contexto de este estudio (Procuración Penitenciaria de la Nación, 2019;
Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, 2021, 2022) y a los
antecedentes que
encuentran al sexo masculino asociado a conductas más riesgosas (por ejemplo,
Baz & Fernández-Molina, 2022; Bobbio et
al.,
2022).
Algo similar se observó en
relación a las conductas antinormativas que fueron más
prevalentes en varones, aunque
con algunos matices. Las mayores tasas de conductas no violentas en las mujeres
en los dos grupos compuestos por adolescentes (G1 y G2) podría explicarse por
una diferenciación de la conducta menos evidente en cuanto al sexo durante la
adolescencia. Es posible que
estas diferencias se delineen progresivamente durante el desarrollo, en el
sentido que los varones
mantendrán más tiempo estas conductas y tenderán a diversificarse hacia
conductas violentas, mientras que
las mujeres tenderán a desistir antes (Loeber et al., 2011).
En los tres grupos, la
mayoría de los adolescentes con conductas antinormativas
informaban conductas violentas, tanto puras como combinadas. Esto significa que solo una minoría
de aquellos que reportaron
conductas antinormativas estaban implicados
exclusivamente en comportamientos no violentos. Este hallazgo puede ser un
precursor de lo que
se observa en los delincuentes de carrera que
se caracterizan por la versatilidad de la conducta delictiva, mientras que la especialización
en uno de esos dos tipos suele ser más infrecuente (Piquero et al.,
2012).
El hallazgo general de que las prevalencias
más altas de contacto policial se dieron en el grupo de varones con conductas antinormativas combinadas puede ser considerado en
coherencia con el objetivo del accionar policial de mantener el orden y la tranquilidad pública
(Legislatura de la Provincia de Córdoba, 2005). El contacto policial resultaría
de la conducta antinormativa del adolescente, ya que la función de la
policía es reducir la ocurrencia de estos comportamientos y mitigar sus
consecuencias. Y, como se ha discutido en párrafos previos, los varones son más
propensos a estas conductas. No obstante, de este hallazgo no puede conocerse
cómo fue esa interacción o si la consecuencia fue el efecto disuasorio o de
control buscado. Por lo tanto, este hallazgo no neutraliza de ninguna manera la
posibilidad de que
estos contactos tengan un efecto indeseado en la interacción de los
adolescentes con las instituciones legales. Tampoco puede conocerse la
secuencia temporal de las conductas, así que
no puede descartarse que
el contacto policial haya sido previo a o predisponente de las conductas antinormativas autoinformadas.
Investigaciones longitudinales anteriores han destacado que el impacto
disuasorio de las acciones policiales puede tener un resultado contrario al
esperado, ya que
los adolescentes que
informan identificaciones policiales frecuentes tienden a desarrollar
posteriormente conductas delictivas (Del Toro et al., 2019).
Otro hallazgo a atender es
el hecho de que
una gran proporción (8 de 10) de quienes
informaron conductas violentas no habían tenido contacto con la policía. Esto
tiene dos grandes implicancias a nivel de eficacia y confiabilidad de los
recursos del Estado para la prevención del delito. En primer lugar, lo anterior
puede ser indicador de una eficacia limitada de la policía en su tarea
persuasiva y preventiva. En el contexto de este estudio existe una notable
desconfianza de la población en las instituciones de control y regulación legal
del delito (Observatorio de Estudios sobre Convivencia y Seguridad Ciudadana,
2017). Aunque
Argentina mantiene bajas tasas de actividad delictiva comparada con otros
países de Latinoamérica, el delito y la inseguridad en este país representan un
importe gasto del PBI (Jaitman et al.,
2017), a la vez que
se constituyen en la segunda preocupación de la sociedad, después de la
iniciación (Universidad de San Andrés, 2023). La otra implicancia del hallazgo
de altas tasas de violencia sin control social formal es relativa a la
prevención primaria y secundaria del delito. Aunque algunos gobiernos nacionales han
mantenidos sus esfuerzos en generar políticas públicas, tanto específicas de
prevención del delito y la violencia (Giberti et al.,
2020; Sistema de Información Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales,
2021), o más generales, como las de bienestar social, cuyos componentes podrían
resultar efectivos en la protección ante la conducta delictiva (por ejemplo,
Programa Qunita,
Plan 1000 días, entre otros desarrollados por el Ministerio de Salud), existe
poca evidencia sobre la evaluación de la eficacia de estas políticas en la
prevención del delito (Appiolaza, 2010; Arbach, 2012).
Por último, los resultados
de este estudio que
revelan una asociación entre las conductas antinormativas
de los adolescentes y el contacto con la policía tienen potenciales
implicancias a nivel práctico y formativo de las fuerzas de seguridad. Dada la
relevancia del contacto policial en las futuras interacciones de los jóvenes
con el sistema penal (Bonvillani, 2020b; Geller & Fagan, 2019; Tyler, 1990), es crucial mejorar
la eficiencia del enfoque
disuasorio policial. Los estudios en el marco de la criminología del desarrollo
indican que es esperable que, en un grupo
reducido de personas, las conductas delictivas evolucionen a lo largo de la
adolescencia y la juventud, desde delitos no violentos, como el vandalismo y el
hurto, hacia delitos de naturaleza más violenta (Piquero et al.,
2012). De hecho, en este estudio los jóvenes del G3 mostraron mayores
proporciones de conducta violenta que
los adolescentes de G1 y G2. Tomando esto en consideración, los programas de
formación y capacitación para las fuerzas de seguridad podrían verse beneficiados con un enfoque comprensivo de las
variaciones en la conducta delictiva a lo largo de este período, de las
implicancias de irrumpir inadecuadamente el curso natural de desistencia y de
las particularidades evolutivas de este grupo poblacional. Esto, sumado a enfoques basados en la equidad, la justicia y
el respeto de los derechos de los adolescentes, puede resultar una medida eficaz
para mejorar los procedimientos policiales que
impliquen a este grupo
poblacional y, en última instancia, fortalecer la relación entre los jóvenes y
el sistema legal.
Los resultados y
recomendaciones derivadas deben interpretarse a la luz de las limitaciones
propias de un estudio transversal. Aunque
los análisis realizados sobre los datos permiten establecer las relaciones ya
descritas entre las variables en estudio, no es posible concluir que ellas remitan a
una relación causal o identificar otros factores que pueden haber influido en estas
interacciones. No obstante, la variabilidad entre las muestras, la cantidad de
participantes en cada una y el esfuerzo por estandarizar el proceso de recogida
de datos en las diferentes instituciones educativas y en diferentes momentos
temporales, representan una novedad en el contexto del presente estudio y en la
literatura criminológica regional.
Otra de las limitaciones del
estudio fue la falta de control sobre el efecto de deseabilidad social en las
respuestas, lo que
podría resultar en una subestimación de las mediciones. Sin embargo, dos
observaciones son relevantes en este aspecto. Por un lado, los resultados
fueron consistentes con investigaciones internacionales sobre el tema. Por el
otro, estudios locales han mostrado que
las conductas antinormativas autoinformadas
son indicadores más precisos de la conducta delictiva que los mismos
registros oficiales
(Bobbio et al.,
2020), hecho que
es apoyado por los estudios de revisión (Gomes et al.,
2018).
En conclusión, por ser un
grupo poblacional especialmente expuesto al control social formal y por las
implicancias que
las interacciones con la policía pueden tener en la conexión con las normas
legales desde la adolescencia (Geller & Fagan,
2019; Piccirillo et al., 2021), es importante
contar con un cuerpo policial entrenado en la interacción con personas
adolescentes. La discrecionalidad debería acotarse a partir de una intervención
informada desde la evidencia científica a %n de
evitar excesos e imprudencias en una relación desigual entre el adulto con rol
de autoridad y una persona en pleno proceso madurativo (Guerrero, 2016; Sisk
& Gee, 2022) más aún si este se encuentra en una
situación de vulnerabilidad social (Bonvillani,
2019). Además, consideramos que
el entrenamiento y la protocolización del accionar policial científicamente
informados promoverían el cumplimiento de los objetivos de esta institución. En
definitiva, los resultados de este estudio podrían representar orientaciones
útiles a la hora de diseñar políticas públicas que mejoren la interacción de los
adolescentes con las fuerzas de seguridad y promuevan su desarrollo saludable y
libre de violencia.
Agradecimientos y financiación
El
presente artículo deriva de investigaciones financiadas por el Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y Fondo para la Investigación
Científica y Tecnológica de la Agencia Nacional de Promoción de la
Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación de la República
Argentina. Las autoras agradecen a los miembros del Grupo de Investigación en
Violencia del Instituto de Investigaciones Psicológicas (UNC-Conicet) que participaron en la
recolección de datos, así como a los adolescentes y escuelas participantes.
Notas
*El
artículo se basa en tres investigaciones: la primera, desarrollada de noviembre
de 2015 a julio de 2017, titulada «Conducta antisocial adolescente: un
contraste empírico de teorías criminológicas». La segunda, llevada a cabo de
octubre a noviembre de 2019, titulada «Rasgos de personalidad antisocial,
estilos interpersonales y conducta antinormativa en
jóvenes adultos de la Provincia de Córdoba». La última, iniciada en agosto de
2022 y aún en curso, se denomina «Estudio nacional de conducta antinormativa y victimización offline y online en la
adolescencia». Área:
psicología criminal. Subárea:
criminología del desarrollo.
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Para citar este artículo: Guibert,
M., Arbach, K., Bobbio, A., & Viano-Tello,
C. M. (2024). Contacto policial y conductas antinormativas
en adolescentes de Argentina. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Niñez y Juventud, 22(2), 1-22. https://doi.org/10.11600/rlcsnj.22.2.6384