Segunda sección: estudios e investigaciones
DOI: 10.11600/rlcsnj.22.2.5983
Educar
en la empatía para construir una cultura de convivencia escolar*
Empathy education to improve school coexistence
Educar
em empatia para melhorar a coexistência escolar
Mª Ángeles Hernández-Prados,
Ph. D.1
José Santiago Álvarez-Muñoz,
Resu
1 Universidad de Murcia, España. Pedagoga
y docente. Licenciada en Pedagogía, Universidad de Murcia. Doctorado en
Pedagogía, Universidad de Murcia. Profesora Titular departamento Teoría e
Historia de la Educación. Universidad de Murcia. 0000-0002-3617-215X. H5: 22.
Correo electrónico: mangeles@um.es
2 Universidad de Murcia, España. Maestro
y docente. Grado en Educación Primaria, Universidad de Murcia. Máster en
Investigación e Innovación Educativa, Universidad de Murcia. Doctorado en
Educación, Universidad de Murcia. Profesor Ayudante. Doctor Teoría e Historia
de la Educación. 0000-0002-9740-6175. H5: 10. Correo electrónico: josesantiago.alvarez@um.es
3 Universidad de Murcia, España. Pedagoga
y orientadora. Grado en Pedagogía, Universidad de Murcia. Máster en Orientación
Educativa y Psicología de la Educación, Universidad de Murcia. H5: 0. Correo
electrónico: resu.martinez@um.es
Recibido: 16.05.2023 Aceptado:
17.10.2023 Publicado: 26.04.2024
Resumen (analítico)
La
convivencia escolar continúa siendo un tema actual visible en intervenciones
concretas, especialmente con el afianzamiento del individualismo y egocentrismo
de la ciudadanía. El presente estudio descriptivo-inferencia, transversal y
cuantitativo parte de la evaluación de la aplicación de un programa de
intervención para mejorar la convivencia escolar desde la empatía. Participaron
99 adolescentes de primero de educación secundaria obligatoria de cuatro
institutos españoles. Los resultados señalan una disminución significativa de
las conductas conflictivas y un aumento del uso de herramientas de resolución
de conflictos por parte del propio alumnado, así como una disminución de las
agresiones producidas y recibidas por los discentes. En este sentido, se
concluye la eficacia del programa, así como la necesidad de continuar con
iniciativas que utilicen la empatía como núcleo de trabajo.
Palabras
clave: Convivencia
escolar; empatía; adolescentes; valores. Tesauro de Ciencias Sociales de la
Unesco.
Abstract (analytical)
This study
examines the knowledge of formal properties and referential function of
drawing, writing and numerals displayed by mothers and their children (2 and a
half years old and 4 years old) in a joint production task. A coding system was
constructed using the constant comparative method and was analyzed using
non-parametric tests. The results of the group with 2 and half year old
children demonstrated the referential function of the three systems, especially
the drawing. At the age of 4 children’s interest in writing increased, as well
as the consideration of the formal properties of writing and numerals and the
children's independent production of drawing and writing. The study
demonstrated that graphic production is an educational interaction in the
family that stimulates the early appropriation of external representations.
Keywords: School
coexistence; empathy; adolescents; values
Resumo (analítico)
A
coexistência escolar continua a ser uma questão actual visível em intervenções
específicas, especialmente com o aprofundamento
do individualismo e do egocentrismo da cidadania.
Este estudo baseiase na avaliação da implementação de um programa de intervenção para melhorar a coexistência escolar com base na empatia. Participaram
noventa e nove adolescentes no primeiro ano do ensino secundário de quatro escolas secundárias espanholas. Os
resultados mostram uma diminuição significativa dos comportamentos
conflituosos e um aumento
da utilização de instrumentos de resolução
de conflitos a partir do papel dos próprios estudantes, e uma diminuição das agressões produzidas e recebidas pelos estudantes. Neste sentido, concluímos a eficácia do programa, bem como a necessidade de continuar com
iniciativas que utilizem a empatia
como o núcleo do trabalho.
Palavras-chave: Coexistência escolar; empatia;
adolescentes; valores.
Introducción
El
protagonismo adquirido por la convivencia
escolar, junto a la multiplicidad e incremento de situaciones conflictivas, han
puesto de manifiesto la importancia de elaborar un plan de intervención específico
y obligatorio de centro que redunde en la mejora del
clima relacional y en la prevención de la exclusión y del absentismo escolar
(Fierro-Evans & Carbajal-Padilla, 2019; Nicolás, 2016). En definitiva, se pone en valor el papel de los centros
educativos para enseñar más allá de lo curricular otros contenidos como el
aprender a convivir, primando el respeto, la tolerancia, la empatía, la
justicia, entre otros valores. De ahí que Delors (1996), hace tiempo,
consideró la convivencia como un pilar básico de la ansiada calidad educativa,
convirtiéndola en una finalidad educativa, y al docente
como un gestor de esta.
Ahora
bien, además de la adecuada capacitación competencial docente, intervenir exige
un posicionamiento teórico y una delimitación conceptual que oriente y regule las actuaciones generadas. Las
contradicciones en su definición, la ambigüedad en el uso del lenguaje, la
fragilidad de la convivencia y el predominio de un enfoque problematizador centrado en la prevalencia de los
sucesos violentos multiformes que la destruyen (Andrades Moya, 2020; Fierro-Evans & Carbajal-Padilla,
2019; Hernández-Prados et
al., 2020; Patierno
& Southwell, 2020), reivindican una perspectiva
ética que enfatice su consideración como valor con una
naturaleza positiva.
Desde
la teoría de la psicología positiva y del desarrollo humano, determinadas
fortalezas contribuyen a promover una convivencia positiva, pacífica e
inclusiva. De tal modo, la perseverancia y el liderazgo favorecen la conducción
del grupo y la mejora de la relación profesorado-alumnado, mientras que la gratitud, la amabilidad, la satisfacción, la
apertura y el involucramiento promueven la cohesión y relación entre
estudiantes (Nava-Preciado & Méndez-Huerta, 2018; Ros, 2020). Desde la
alteridad, la realidad educativa es relacional, puesto que somos seres culturales que se construyen en sociedad, en comunidad con los
otros; siendo la convivencia el reto y marco de encuentro en el que la diferencia, la comprensión empática, el
reconocimiento y la equidad promueven la acogida
(Vila, 2019). Finalmente, desde la justicia social, la convivencia se puede
operativizar educativamente en tres ámbitos: organizativo-administrativo, socialcomunitario y pedagógico-curricular (Fierro-Evans
& Carbajal-Padilla, 2019). No obstante, estudios previos señalan la
preferencia de los aspectos emocionales frente a los organizativos, normativos
y de liderazgo, revalorizando al docente como educador emocional y generador de
ambientes (Castro-Robles et
al.,
2020; Hernández-Prados et
al.,
2020).
Adoptar una concepción
positiva de la convivencia puede ser tachada por algunos de utópica, irreal y
confiada; ello especialmente si, como señalan León et al. (2015),
las teorías se quedan
en lo contemplativo, olvidando su potencial orientador que sirva de aliento
para el resto de profesorado. No se trata de negar los peligros que acechan a la
convivencia; tampoco de centrar la propuesta educativa exclusivamente en la
prevención/ corrección de las situaciones violentas, como si se tratase, en
palabras de Andrades Moya (2020), de una subsección
de la violencia escolar, cuando en realidad esta surge como consecuencia de
instaurar malas prácticas de convivencia.
La revisión bibliográfica de los programas
sobre convivencia escolar devela los siguientes núcleos de intervención: la
disciplina y el aprendizaje de normas, pues revierte en la presencia de un
clima de aula más saludable, específicamente
en la implicación, afiliación y ayuda en las relaciones de clase (Pérez, 2007);
la mediación escolar, ya que
el alumnado requiere
de la adquisición de
herramientas para poder gestionar los conflictos desde un enfoque pacífico y
constructivo (Leganés, 2021; Pulido et
al.,
2020); y la potenciación de las habilidades sociocomunicativas
de los sujetos, especialmente de aquellas
relacionadas con la gestión de los conflictos
y el control de las emociones (Álvarez-Muñoz et al., 2021; Carbonell &
Cerezo, 2019), siendo esta última la más demandada en los últimos años y por la
que este estudio
apuesta.
El binomio educación
emocional y convivencia escolar requiere
ser extraído del currículo oculto en el que
se ha encontrado relegado, generando como consecuencia un mayor incremento de
los problemas que
deterioran el clima de aula y centro (Gómez & Narváez, 2022). De hecho, el
individualismo, la inestabilidad, la impulsividad y la carencia de una adecuada
alfabetización emocional que
caracterizan a los adolescentes son elementos favorecedores de unas relaciones
egocentristas inadecuadas; estas instrumentalizan y cosifican al otro,
aumentando la probabilidad de sucesos violentos. Por ello, la solución a tales
problemáticas (Gini et
al.,
2015) reside en capacitarlos, desde el contexto escolar y familiar, para ser
inteligentes emocionalmente y más funcionales en su vida adulta que aquellos que únicamente tienen
el saber científico. No obstante, ambos constructos son tan amplios y complejos
que requieren de una
concreción.
Varias teorías sugieren que la aversión a
situaciones injustas se activa debido a las reacciones emocionales hacia el
individuo desfavorecido (Decety et al.,
2018). Dentro de este universo de emociones, la empatía surge como una de las
habilidades más complejas de adquirir.
Por ella el ser humano abandona su egocentrismo natural a fin de identificar el
estado anímico de otra persona y, en consecuencia, actuar con base en ello.
Además, es un núcleo relevante de la acción tutorial para «aprender a
convivir», ya que
conjuga democracia, educación en valores y ciudadanía (Fierro & Fortoul,
2018).
La empatía es un concepto
multidimensional que
describe la capacidad de comprender y compartir los sentimientos, perspectivas
y experiencias de los demás, siendo una de nuestras capacidades sociales más
importantes y un aspecto clave en la consolidación de la personalidad del ser
humano (Gómez & Narváez, 2022; Stupacher et al.,
2022). Pese a reconocer que
en la empatía priman los factores biológicos (Ventura, 2020), también se
consideran a la familia y a los centros educativos como agentes responsables de
la construcción del yo empático; ello no solo como una cuestión de moral
pedagógica, sino porque
son entornos relacionales primarios (Moreto et al., 2018). Lo anterior nos
lleva a reconocer que
la empatía se encuentra modulada socialmente de manera inconsciente. De hecho,
esta capacidad empática se asocia a la equidad,
la solidaridad y la sensibilidad a la justicia (Gevaux
et al.,
2020). Tal es la complejidad del concepto que Carpena (2016) habla de una empatía cognitiva, relativa al
pensamiento, y otra emocional, referente a las emociones. No obstante, estas no
son excluyentes, sino complementarias.
Son muchas más las ventajas que se le atribuyen a
la capacidad empática de las personas que
los costos emocionales que
esta implica. De hecho, la alta empatía se asocia positivamente con el
comportamiento prosocial y negativamente con el prejuicio social (Miklikowska, 2018; Paciello et al.,
2013). En esta línea, ayuda a mantener relaciones sociales y motiva a las
personas a satisfacer las necesidades de otros (DeSteno,
2015). De forma general, y atendiendo a la revisión realizada por Puma-Maque y Cárdenas-Zúñiga
(2023), la producción científica en Perú sobre el maltrato entre iguales,
presencial o digital, contempla a la empatía como variable que incide
positivamente en la mejora de la convivencia, aunque no de forma predominante. Comúnmente
se acepta que
la empatía, como respuesta hacia el estado emocional de los otros, incrementa
la propensión a mostrar compasión y preocupación por los demás. Sin embargo,
Bloom (2016) y Decety (2021) afirman que no siempre es un
indicador confiable del juicio moral, ya que
las personas pueden actuar de manera compasiva o insensible, dependiendo de quién sea considerado
dentro de su esfera de humanidad y del contexto social en el que se encuentren.
Así, resulta mucho más sencillo y natural sentir empatía hacia familiares y
amigos en situación de vulnerabilidad o necesitada de cuidados que hacia un
desconocido.
Más específicamente, la
investigación sobre la capacidad empática y las relaciones de maltrato entre
iguales evidencia que
los niveles de empatía son similares en agresores y víctimas, siendo en ambos
casos inferiores a la media, y más significativa la afectiva que la cognitiva
(Estévez et al.,
2019; Martínez-Sitjes et al.,
2023). Además, las personas capaces de comprender y compartir las emociones de
sus compañeros presentan mayores probabilidades de contrarrestar el maltrato
entre iguales a favor de la víctima (Wachs et al.,
2023). En esta misma línea, Knox et
al.
(2022) revelan que
la empatía afectiva, independientemente del género, aumenta las posibilidades
de mediación e intervención de los espectadores en los casos de acoso escolar,
especialmente cuando existe una relación colaborativa entre familia y centro
educativo, a fin
de maximizar los esfuerzos contra el acoso. La desconexión moral y falta de
empatía, así como el tipo de crianza, el clima familiar, el apoyo parental y la
violencia en el hogar, actúan como aspectos mediadores en la perpetración del
acoso; de modo que
una crianza con buenas prácticas se considera un factor de protección, mientras
que la crianza
autoritaria se asocia con un mayor riesgo de bullying (Lo Cricchio et
al.,
2021; Martínez et
al.,
2019; Zych et
al.,
2019). En lo que
respecta al factor psicológico, la asertividad, la empatía, la autoestima y las
habilidades sociales influyen en la capacidad de los estudiantes para manejar eficazmente el estrés y
las presiones académicas; además, contribuyen significativamente a su capacidad
para establecer relaciones interpersonales saludables, resolver conflictos de manera
constructiva y adaptarse a los desafíos
de la vida (Puma-Maque
& Cárdenas-Zúñiga, 2023).
En definitiva, parece que una formación
emocional previa condiciona a que
la habilidad para empatizar sea mayor. Se muestra una mejora en la sensibilidad
y en la percepción de aquellas
situaciones sociales vulnerables, para establecer una actuación empática en
respuesta a las necesidades del resto, así como regular las propias emociones,
incrementando la positividad y bajando la negatividad. En consonancia, la
formación de seres empáticos condiciona la presencia de una convivencia escolar
positiva, puesto que
hay una mejor gestión de las interacciones.
Por su parte, Wachs et
al.
(2023) constataron que
la capacitación empática de los adolescentes contribuye a mejorar su autoeficacia
y sus habilidades (conocimiento factual, empatía, contradiscursos,
cooperación, normas de aula, etc.), lo que
les predispone positivamente para prevenir la perpetración de discursos de odio
y a vivir informadamente de estas problemáticas en las sociedades democráticas.
Así pues, adoptar una mirada
acogedora y empática hacia el otro deja poco margen a la violencia; de ahí que resulte
conveniente trabajar la empatía desde las etapas iniciales. De hecho, su
intervención en educación infantil erradica el pensamiento egocentrista de
forma precoz (Gevaux et al.,
2020) y en educación primaria se materializa en un incremento de la
consideración del otro, mostrando mayor disposición a ayudar, felicitar o
prestar (Pavarino et al., 2005). Aunque existe de forma
generalizada una preocupante falta de programas empíricamente evaluados que actúen contra el
odio que sustenta la violencia,
poniendo en peligro el bienestar e integración social de las nuevas
generaciones (Wachs et al., 2023), el problema se
halla en etapas posteriores. En la educación secundaria, a pesar de las
peculiaridades de las adolescentes y el incremento de los conflictos, no se
contemplan suficientes
acciones basadas en la educación de la empatía (Núñez et al.,
2021).
A pesar del incremento
constatado de las situaciones violentas en el ámbito educativo formal (Saucedo
& Guzmán, 2018) y de la relevancia de la empatía como ingrediente esencial
para la buena convivencia, son pocas las intervenciones que específicamente se
centran en ella, no llegando a materializarse en los planes escolares
(Hernández et al.,
2019). Por tanto, se hace necesaria la articulación de estudios que planteen como
problema de investigación la siguiente cuestión: ¿resulta eficaz intervenir
educativamente en la competencia empática con la finalidad de cambiar las dinámicas de
convivencia? Haciéndose eco de esta necesidad, la presente investigación busca
constatar si las relaciones entre los iguales y docentes mejoran en el ámbito
escolar a partir de la aplicación de una propuesta educativa protagonizada por
la en la empatía. A su vez, tal propósito se articula en los siguientes
objetivos específicos:
1. Identificar
si existe variación de las conductas conflictivas presentes en la convivencia
escolar tras educar en la empatía.
2. Comprobar
si, tras recibir formación específica en la capacidad empática, los alumnos han
modificado de alguna manera el modo de gestionar y resolver los conflictos en
el entorno escolar.
3. Reconocer
qué tipo de agresiones
que realizan o reciben
el alumnado por parte de sus iguales (física,
verbal, etc.) son las más frecuentes y si han disminuido tras la aplicación del
taller.
Método
El
presente estudio se caracteriza por tener un diseño de investigación que comprende los siguientes rasgos:
descriptivo-inferencial, dado que hace una descripción de una
muestra concreta y, además, realiza inferencias entre el punto de inicio y final
de la intervención; transversal, puesto que se recoge información en un
momento concreto; y, por último, con un tratamiento cuantitativo de los datos
por medio del uso del cuestionario como medio de recogida de información. El
diseño de investigación ahonda sobre un fenómeno socioeducativo concreto: la
funcionalidad de educar la empatía en la convivencia de los centros escolares.
Participantes
99
alumnos constituyen la muestra definitiva, los cuales fueron seleccionados bajo
un muestreo no probabilístico discrecional a juicio del equipo de investigación. Este fue producto de un
informe de diagnóstico de convivencia en el que se pone de manifesto
que, en los cuatro centros educativos objeto de la
propuesta de intervención, se dan numerosas situaciones conflictivas entre
docentes y alumnos y los propios discentes; además, estos no tienen
herramientas para su solución pacífica. Los alumnos proceden del primer curso
de la etapa de educación secundaria (12 años) de cuatro institutos de
titularidad pública de la región de Murcia, situados en diferentes zonas
marginales del área periférica de la capital murciana. De acuerdo a las
características del entorno, se aprecia un nivel socioeconómico medio-bajo, con
un alto porcentaje de padres sin estudios o en situación de paro, importante
peso del sector secundario en la economía y con un aumento significativo de
inmigrantes en el barrio y en el centro educativo.
Instrumento
Para
la recogida de información se aplicó el cuestionario elaborado en la tesis
doctoral de Nicolás (2016), bajo el título Conocer la situación actual de la convivencia escolar
en los centros de educación secundaria de Murcia desde la valoración del
alumnado. Dicho
instrumento está compuesto por cuatro dimensiones: primera, conductas que pueden generar conflicto, por las que el alumno ha sido amonestado o sancionado, la cual
consta de diez ítems con dos opciones de respuesta (sí o no) respecto a la
presencia o no de estas conductas en los últimos días; segunda, resolución de conflictos en el
centro, que utiliza siete ítems cumplimentados por medio de
una escala numérica ordinal de uno a cinco, la cual comprende una relación de
valores que va de totalmente en desacuerdo a totalmente de acuerdo;
la tercera dimensión se denomina agresiones
recibidas, que
acota ocho tipos de agresiones, preguntando si ha sido objeto o no de ese tipo
de acción en los últimos días; la última dimensión, agresiones producidas, es
similar a la tercera, pero en este caso cuestiona si los participantes han sido
artífices de ese tipo de violencia. Este fue administrado antes y después de la
intervención a fin de visibilizar las diferencias.
Para averiguar la validez
del cuestionario utilizado y de las dimensiones que lo componen, se lo evaluó por medio
de un proceso sistemático que
comprendió dos pasos: un proceso de validación de expertos y la aplicación del
parámetro de coeficiente de competencia externa. En el segundo paso se obtuvo
un valor de coeficiente de K superior a 0.8, lo cual indica un índice de fiabilidad bastante
alto (Cabero & Barroso, 2013). Además, se extrajo a nivel general y por
dimensiones el índice relativo al coeficiente de consistencia interna (alfa de
Cronbach), obteniendo un valor aceptable o muy alto (𝛼
> .700) a nivel global y
también en cada una de sus dimensiones.
Procedimiento y propuesta de
intervención
Antes
de empezar la intervención se realizó una reunión inicial en la que se explicaba a las
familias el procedimiento de investigación, subrayando el anonimato de los
participantes durante todo el proceso. En dicha reunión los tutores del
alumnado firmaron el consentimiento informado, todo ello siguiendo los
parámetros éticos marcados por la normativa APA en sus puntos 8.2 y 4.2. Acto
seguido se aplicó el cuestionario antes de la intervención, codificando al
alumnado para poder relacionar correctamente los datos del postest.
Una vez fueron recogidos los cuestionarios, comenzó el proceso de intervención,
el cual consta de cuatro sesiones que suman un total de cinco horas. En el procedimiento
prima el uso de la asamblea y el juego de roles como estrategias metodológicas
para trabajar la empatía desde la educación emocional. Tras ello, se finalizó
la práctica de innovación y se aplicó de nuevo el cuestionario para poder
constatar los cambios tras el procedimiento aplicado.
La
investigación consta de cuatro sesiones de intervención (una semanal), dado que estas eran realizadas en
horario escolar y los centros participantes no permitían más tiempo para su
realización, dado las numerosas tareas curriculares y burocracias a las que debían hacer frente. Así,
la intervención fue desarrollada durante el mes de marzo de 2022 y a lo largo
de casi cuatro semanas, con sesiones semanales que duraron aproximadamente
una hora y cuarto. La elección de esos periodos fue a criterio de los centros
participantes, los cuales decidieron realizar la intervención dentro de la hora
y media de tutoría semanal que tenía disponible cada tutor de las
cuatro clases participantes. Dichas sesiones fueron:
1. Sesión
1. El bazar mágico: actividad
inicial en la que
el alumnado comunicó sus cualidades (entre ellos y consigo mismos), para
comprobar el autoconcepto y el concepto de los demás.
2. Sesión
2. Juego de roles: interpretación
de situaciones problemáticas de convivencia y planteamiento de soluciones de
forma conjunta.
3. Sesión
3. Analizando momentos: observación
de dos videos en los que
se les hacía una serie de preguntas a los alumnos con el fin de identificar los
conflictos que
había, analizar la solución por la que
optaban los personajes del video y buscar una como grupo.
4. Sesión
4. Somos actores: en
esta actividad los alumnos fueron quienes
expusieron sus preocupaciones y casos reales que habían vivido. De esta forma, se pudo
ver la manera en la que
afrontaron el problema previamente y la manera en la que lo solucionarían
ahora.
Consideraciones
éticas
Durante el presente trabajo
ha sido considerada la dimensión ética en todo el procedimiento al tomar en
consideración las siguientes acciones:
·
Pasó por un comité universitario de posgrado que valoró su
dimensión ética ante unos criterios mínimos.
·
El centro y las familias pudieron visualizar
la propuesta de intervención y el procedimiento de investigación que lo acompaña antes
de cumplimentar la autorización, de manera que
fueran debidamente informados de todo.
·
Todas las familias recibieron un
consentimiento informado de la participación de sus hijos/as en el estudio de
investigación-acción, debiendo cumplimentar la autorización para que estos pudieran
participar.
·
Todos los datos recogidos se
hizo bajo el anonimato, codificando los cuestionarios de manera que no se asociaban
con nombres sino con dígitos, preservando la identidad del participante.
Análisis
de datos
Los datos fueron recopilados
por medio de un cuestionario de GoogleForms; luego se
transfirieron a un documento Excel, encontrándose en aquel los datos previos
y posteriores a la intervención. Los resultados de esta hoja de cálculo fueron
trasladados al programa de análisis estadístico SPSS versión 25. Para
determinar qué
estadística aplicar, se realizaron los siguientes pasos:
·
Para las dimensiones 1 (conductas conflictivas),
3 (agresiones recibidas) y 4 (agresiones producidas) se realizaron tablas de
contingencia para obtener las frecuencias de las respuestas de «sí» y «no»
antes y después de la intervención. Además, se realizó la prueba chi cuadrado
con la finalidad de determinar si existían diferencias significativas.
·
Para la dimensión 2 (valoración de resolución
de conflictos) se obtuvieron
los datos descriptivos (media y desviación típica) del antes y después de todos
los enunciados, junto al valor p
obtenido
a través del estadístico de U Mann Withney Wilcoxon.
También se obtuvieron los mismos datos con los valores generales del antes de
la intervención y del después.
En ambos casos se
determinaron los tipos de estadísticos a aplicar por medio de la prueba de
normalidad, denotando que
la muestra no sigue una distribución normal; por tal razón se debía de usar
estadística no paramétrica. Además, se estableció un nivel de significación p
< .500.
Resultados
A continuación se exponen
los resultados del análisis estadístico entre el antes y después, dividiendo
los datos en tablas según las dimensiones analizadas.
Inicialmente, en la tabla 1,
los datos muestran las frecuencias de las respuestas de «sí» o «no» del pretest
y postest ante cada una de las preguntas realizadas a
los alumnos, además de expresar el valor de p de significación entre el antes y el
después de la intervención. En ella se puede apreciar que los ítems
«insultar a un compañero», «agredir a un compañero», «faltar a clase», «hablar,
reír o entorpecer el desarrollo de las clases», «no realizar las actividades de
clase» e «ir vestido de forma apropiada» son los que obtienen un valor de p de
0.000, obteniendo el máximo de significación de medias. «Insultar a un
profesor» tiene un valor de p
de
0.002, por lo que
sí se obtienen diferencias en las respuestas, pero no llega a ser un cambio tan
relevante como en los casos anteriores. «Romper o deteriorar material del
centro» (p = .063) y «robar material del centro» (p = .061) no muestran
diferencias signicativas entre el antes y el después
de la intervención, aunque
sí se sitúan cerca del valor de significación. Sin embargo, el ítem «agredir a
un profesor» (p = 1.00) no se aprecia ningún cambio, por lo cual, el valor de
significación no es considerable.
Tabla 1 Frecuencias
pretest y postest y datos de significación de la dimensión
«conductas conflictivas»

Nota. *p = < .05 **p = < .01
En la tabla 2 se encuentran los datos de la frecuencia de las respuestas de
«sí» o «no» en función de las agresiones que habían recibido antes y
después de la intervención.
Tabla 2 Frecuencias
pretest y postest y datos de significación de la dimensión
«agresiones recibidas»

Nota. *p = < .05 **p = < .01
En este caso, la agresión física, burlas,
aislamiento, robos, chantajes, amenazas y humillaciones han obtenido un valor
de p máximo
(p = .000), lo que
demuestra que
se han dado cambios significativos tras la aplicación de la intervención. Por
último, el ítem en el que
se pregunta si han recibido insultos, no se ha identificado un cambio significativo
(p = .061), la variación es mínima entre el antes y el después.
Finalmente, en la tabla 3se
organizan los datos de las frecuencias de las respuestas de «sí» o «no» en
función de las agresiones que
habían realizado antes de la intervención y las realizadas después. Aquí se puede observar que en todos los ítems
hay un valor máximo de significación,
por lo que existen
diferencias significativas al reducirse considerablemente las agresiones
producidas. Estos cambios se han producido en todos los ítems excepto en el de
robar, en el que
no hay diferencias significativas (p = .081) tras la aplicación de la
intervención.
Tabla 3 Frecuencias
pretest y postest y datos de significación de la dimensión
«agresiones producidas»

Nota. *p = <.05 **p = <.01
Discusión
Coincidiendo
con el estudio de Carbonell y Cerezo (2019), aquí
también se puede constatar el éxito de la intervención al identificar la
educación emocional y la empatía como pieza clave para la mejora de la
convivencia escolar; ambas se postulan como elementos del currículo oculto que requieren de una mayor incursión en
las dinámicas escolares. De esta forma, tal y como expone Castro-Robles et al. (2020), en la actualidad se
identifica un colectivo de adolescentes con necesidad de una alfabetización
emocional para afrontar mejor los conflictos y, por consiguiente,
dotar de una convivencia más fructífera. De acuerdo a los resultados, el
principal beneficio
ha sido una reducción de los conflictos y las agresiones, lo cual pone de manifiesto
la funcionalidad de este tipo de intervención al cumplir su principal objetivo,
éxito previamente logrado en otros planes y proyectos de la misma envergadura
(Álvarez-Muñoz et
al., 2021; Hernández et
al.,
2019; Manzano-Sánchez, 2021; Wachs et al.,
2023).
A continuación, se da paso a
la discusión de los resultados obtenidos con base en los objetivos de
investigación. De acuerdo al objetivo específico 1, antes de analizar la
comparativa, se aprecia que
existe una banalización del lenguaje en sus relaciones, dado que el uso del insulto
es una constante en sus conflictos. Ello coincide con los datos de Cahui et
al. (2022),
quienes señalan que un 91% de los
adolescentes utilizan el insulto como medio de gestión de los conflictos. Otro
de los elementos conflictivos, utilizados por más de la mitad de los
adolescentes, son las conductas disruptivas hacia el docente. Este resultado es
similar al obtenido por Jaraba et
al. (2021),
quienes hallaron su
problemática en lo emocional, denotando la necesidad de ahondar sobre dicho
aspecto desde pensar más allá del yo y acceder al otro, ya sea el propio
compañero de clase o el docente.
En lo que respecta a la
comparativa, en general las conductas conflictivas de todo tipo, habitualmente
mal gestionadas desde la agresión física
o psicológica (Andrades Moya, 2020), se han visto
reducidas en todas sus variantes. La única excepción es la agresión verbal o física al docente, ya que su presencia,
antes y después, era inexistente. Así, por un lado, se confirma la existencia
de un modelo adultocéntrico de relación que sitúa el poder en
los docentes y la subordinación de la infancia con escasas oportunidades de co-construir entornos democráticos-participativos
(Lay-Lisboa & Montañés, 2018; Vásquez,
2013); y, por otro lado, los resultados se muestran contrarios a aquellos estudios
(Nieto González & López-Ortega, 2022) que
hacen mención de un alumnado más violento con los docentes. Por tanto, al igual
que Manota y Melendro
(2016) o Manzano-Sánchez (2021) en la investigación de sus proyectos de
convivencia, se constata que
las intervenciones vivenciales y de contacto directo dotan de herramientas que favorecen el
diálogo y la negociación por encima de la agresión, haciendo que, en consecuencia,
se establezca una red de saludable de relaciones entre docentes-discentes y los
propios alumnos.
Las mejoras no se reducen
únicamente a lo convivencial, sino que
también trascienden a lo académico: se aprecia una reducción del absentismo
escolar, al igual que
un alumnado más implicado en las tareas escolares. Estos resultados confirman
la estrecha relación entre lo emocional y lo académico, lo que fuera previamente
por autores como Vaquero
(2020). Así pues, el interés y disfrute por aprender despierta una motivación
más duradera y eficaz y se encuentra ligado a la autoestima, es decir, a la
capacidad de sentirse autónomos, competentes y seguros de sí mismos
(Álvarez-Muñoz et
al.,
2021).
A continuación se abordan
los hallazgos obtenidos en el segundo objetivo, relativo a la gestión de los
conflictos. Inicialmente,
tienen una valoración superficial
del diálogo como medio de solución, pero no se aprecia su presencia en la
práctica. Como explican Bustamante et
al.
(2022), casi todos los adolescentes conocen cómo se han de resolver los
problemas; sin embargo, menos de la mitad hacen uso de los medios apropiados
para su solución. En la tarea de resolución de conflictos, el alumnado no
identifica la misión docente
como la más apropiada, desmereciendo el papel de los profesores en este
cometido de convivencia. Ello confirma
las causas identificadas en estudios previos como la falta de formación inicial
y continuada al respecto (Obaco, 2020) o una escasa
empatía docente (Palacio & Gutiérrez, 2023). Tampoco consideran el uso de
la sanción y el castigo como medidas correctivas porque, por un lado, hay
un uso descontextualizado y desmedido por parte de los docentes (Saco et al.,
2022) y, por otro, dado que en
el contexto familiar se desmerece la posibilidad de este recurso de control
(Cuadra-Martínez et
al.,
2021).
Afortunadamente, tras el
procedimiento de intervención aplicado, existe una mejor consideración de los
agentes y de las medidas en la resolución de conflictos. Parte de su éxito se
halla en la instrucción sobre la empatía. García (2020) encuentra la causa en que los adolescentes
abandonan su egocentrismo para entender el papel que los docentes y las familias tienen en
este cometido (que
sucede de forma recurrente en las aulas). Estos logros también se muestran en
consonancia con los obtenidos por Wachs et al.
(2023), evidenciando que
la mejora de la capacidad empática predispone a los adolescentes a contradiscursos que
frenan los delitos de odio en los centros educativos. Así, como señala Moh (2024), en la propia educación se halla el antídoto
para este tipo de sucesos que
subyacen una convivencia descontrolada.
Igualmente, se incrementa el
sentimiento de responsabilidad que
los lleva a asumir que
son parte causante del conflicto y los artífices de su solución (Gallardo-Cerón
et al.,
2019); ello pese a confiar
en el criterio de los docentes para resolver los conflictos, otorgándoles un
papel mediador mejor considerado que
el plasmado en los primeros informes sobre violencia escolar del defensor del
pueblo (Hernández-Prados, 2004). Un claro ejemplo es el programa de jueces de
paz, en el que
los docentes acompañan y los discentes son los propios protagonistas de la
gestión y control de estos sucesos. Una correcta implementación asegura una
consolidación de la resolución pacífica de los problemas de convivencia (Saéz, 2023). Finalmente, también han tomado conciencia
sobre las consecuencias de los actos, asumiendo que han de cumplir una sanción para suplir
su falta, fomentando la adquisición
de la responsabilidad democrática (Saco et
al.,
2019).
En cuanto a los últimos dos
objetivos, se ha podido verificar que
la práctica de educación basada en la empatía ha reducido la frecuencia de
agresiones entre el alumnado. De forma específica, las agresiones físicas, burlas,
aislamientos, robos, amenazas, humillaciones y chantajes han experimentado una
reducción significativa,
al contrario de los insultos, cuya reducción es mínima. La disminución ha sido
más pronunciada en lo físico,
dado que, en palabras de
Álvarez-García et
al.,
(2015), estas son más habituales, hasta el punto de ser un elemento reconocido,
normalizado e, incluso, tolerable, sin contemplar el carácter nocivo que tienen este tipo
de actos. Este hallazgo es acorde a las conclusiones extraídas por López
(2023), quien, a través de una
revisión de la literatura, observa que
el uso del insulto no se ve reducido, sino al contrario acrecentado ante el uso
normalizado de las redes sociales por los menores; una amenaza consolidada para
la convivencia. En cuanto a los robos, como alteración de la convivencia, no se
hallan diferencias significativas
por una cuestión de conceptualización: como indica Pacheco-Salazar (2018), los
robos no se consideran un acto delictivo para la convivencia, ya que no implican una
manipulación o daño directo a la persona.
En cuanto a las limitaciones
halladas durante la investigación, inicialmente cabe señalar a la búsqueda bibliográfica,
puesto que resultó difícil encontrar
documentación respecto a la educación de la empatía en los adolescentes, dado que la mayoría se
centra en la niñez. Además, el trabajo queda
restringido a una muestra pequeña
procedente de centros educativos con un contexto similar. En lo que respecta a la
intervención, el poco ajuste que
permiten las programaciones y el abultado número de docentes por aula, hizo
imposible implementar el número de sesiones inicialmente planteadas. También se
ha de señalar que
otra dificultad fue el número de estudiantes; con las ratios establecidas no se
logra obtener el alcance que
podría darse con menos. Así mismo, se ha de mencionar la falta de recursos
tecnológicos para realizar determinadas actividades.
De esta manera, estos
obstáculos sirven como preludio para el establecimiento de nuevas líneas de
investigación: implementación y evaluación de otros programas de este tipo en
las etapas educativas obligatorias, aplicación de intervenciones más duraderas
y aplicación e investigación del estudio en otros contextos para ampliar el
estudio comparativo con base en otras variables sociodemográficas. En este
apartado también queremos
hacer especial mención de agradecimiento a los centros educativos participantes
que, a pesar de las
numerosas burocracias y tareas educativas que
acotar, mostraron una predisposición positiva para poder ejecutar este proyecto
en su aula.
Como implicación educativa
se resalta esta intervención como un ejemplo de buenas prácticas formativas, a fin alentar a otros
docentes a diseñar proyectos destinados a trabajar emociones y valores en otras
etapas, no solo en infantil y primaria, sino también en secundaria; pues, como
señala Andrades-Moya (2020), la convivencia escolar
se trabaja más de una forma reactiva tras una situación problemática que de forma
preventiva-formativa. También mencionar el requerimiento de mejorar la formación de
los docentes de secundaria en materia de convivencia dado que, analizando los
planes de estudios (González et
al.,
2020), son escasas las asignaturas que
abordan esta temática protagonista en el escenario educativo actual.
Finalmente, se ha de hacer alusión en la necesidad de establecer marcos
institucionales de trabajo regionales o nacionales obligatorios con prácticas
concretas (como el aquí
detallado), los cuales se apliquen
desde la acción tutorial de los profesores en un espacio específico dedicado a ello.
Su legitimidad en los planes y acciones hará posible el éxito de la prevención,
intervención y reeducación en los conflictos escolares.
Agradecimientos
A todos los centros
educativos de educación secundaria obligatoria que han aceptado participar en el
presente estudio.
Notas
* Se realizó una evaluación
de la aplicación de un programa de intervención para mejorar la convivencia
escolar desde la empatía, realizada entre febrero de 2022 y julio de 2022. No
se contó con financiación. Área: teoría de la educación. Subárea:
contextos educativos.
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Para citar este artículo: Hernández-Prados, M. Á., Álvarez-Muñoz, J. S., &
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