Estudios e investigaciones
DOI: 10.11600/rlcsnj.21.3.5967.
Movilidades y experiencia escolar en la periferia urbana de Córdoba, Argentina*
Mobilities and School Experience in the Urban Periphery of Córdoba, Argentina
Mobilidades e Experiência Escolar na Periferia Urbana de Córdoba, Argentina
Guido García-Bastán, Ph. D.1
1 Instituto de Investigaciones
Psicológicas, Argentina. Licenciado Doctor en Psicología, Universidad
Nacional de Córdoba (Argentina). Investigador asistente del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. 0000-0001-5324-5931 . Índice
H5: 7. Correo electrónico: guidogarciabastan@unc.edu.ar
Recibido: 07.03.2023 Aceptado: 25.05.2023 Publicado: 30.08.2023
Resumen (analítico)
Se analizan las intersecciones entre territorio, movilidades y experiencias
educativas de jóvenes de un barrio periférico de la ciudad de Córdoba,
Argentina. A partir de un abordaje etnográfico, basado en observaciones,
talleres de mapeo territorial y entrevistas grupales con estudiantes de nivel
secundario, damos cuenta de una monopolización de tiempos y espacios por parte
de la escuela, que inhibe su participación en otras esferas sociales
significativas. Desde la perspectiva juvenil, la escuela asume una connotación
paradojal: es un «buen lugar» para estar, aunque también un ámbito que no
satisface demandas específicas relativas a la salud, el respeto a la diversidad
y el reconocimiento. El papel de las/os educadoras/es no es impugnado, tanto
como el modo en que muchas/os están pudiendo hacer frente a dichas demandas.
Palabras clave: Joven; escuela secundaria; comunidad; investigación participativa. Tesauro
de Ciencias Sociales de la Unesco.
Abstract (analytical)
This paper
analyzes the intersections between territory, mobilities, and educational
experiences of youngsters from a peripheral neighborhood in the city of
Córdoba, Argentina. Through an ethno-graphic approach based on observations,
territorial mapping workshops, and group interviews with secondary level
students, we account for a monopolization of time and space by the school,
which inhibits their participation in other significant social spheres. From
the youth perspective, the school assumes a paradoxical connotation: it is a
«good place» to be, although it is also an environment that does not meet
specific demands related to health, respect for diversity, and recognition. The
role of educators is not contested, as much as the way in which many of them
are able to meet these demands.
Keywords: Youth;
Secondary Schools; Communities; Participatory research.
Resumo (analítico)
O trabalho analisa as interseções entre território, mobilidade e experiências educacionais de jovens de um bairro periférico da cidade de Córdoba, Argentina. Através
de uma abordagem
etnográfica baseada em observações,
oficinas de mapeamento territorial e entrevistas em
grupo com estudantes do ensino medio, reconhecemos uma monopolização do tempo e do espaço pela escola, o que inibe sua participação
em outras esferas sociais
significativas. Do ponto de vista dos jovens, a escola assume uma
conotação paradoxal: é um «bom lugar» para estar, embora também seja um
ambiente que não atende às
demandas específicas relacionadas à saúde, respeito à diversidade e reconhecimento. O papel dos educadores não
é contestado, assim como a maneira
como muitos deles estão lidando com
essas demandas.
Palavras-chave: Jovens; Escola; Comunidades; Participação.
Introducción
Pese a los notables esfuerzos realizados en las últimas décadas, en América
Latina la Escuela Secundaria continúa enfrentando desafíos para
integrar a todas las juventudes (Bayón & Saraví,
2022; Nobile, 2016). Al complejo escenario, se suman
las vicisitudes sociosanitarias derivadas de la pandemia por covid-19 que, como lo
muestra la profusa literatura reciente, han tendido a acentuar algunas
desigualdades diagnosticadas con antelación. Tanto es así que, tras el
acontecer pandémico, algunas estimaciones avizoran serios retrocesos en materia
de inclusión educativa para la región (Benza &
Kessler, 2021).
Desde finales de la década de 1990, el establecimiento de
relaciones entre la escuela y la comunidad o la red intersectorial es señalado
como aspecto clave para enfrentar las inequidades educativas (Díaz et al., 2014).
El consenso señala que la escuela debiera abrirse a la comunidad, rompiendo
con su tradicional aislamiento (Castro et al., 2007).
Ello, requeriría de una mirada capaz de ir «más allá de las
puertas de la escuela» (Simón et al., 2016, p. 37) para vincular otras agencias,
organizaciones y grupos relacionados con la promoción de derechos. La temática
permea los lineamientos de muchas políticas educativas de la región. Países
como Chile, Colombia y Uruguay, han desarrollado iniciativas para fomentar
redes socioescolares. Por su parte, Brasil y
Argentina, explicitan este aspecto en sus leyes de educación nacional. Sin
embargo, la consolidación de alianzas intersectoriales, al menos en la
Argentina, continúa siendo un desafío para los establecimientos educativos. Asimismo,
especialmente en los sectores vulnerabilizados, el
confinamiento durante la pandemia condujo a interrupciones de
los vínculos entre jóvenes y organizaciones formales e informales en que tenían
oportunidad de participar (Caparelli & Paulín, 2022; Cuevas-Parra, 2021). Esto muestra la
relevancia del territorio y las movilidades en los procesos de
(des)articulación intersectorial y acceso juvenil a derechos.
Los territorios no son meros escenarios en que
transcurre la vida social: «el espacio y las prácticas se producen mutuamente»
(García-Bastán & Tomasini,
2020, p. 17). Para Lefebvre (1991), el espacio vivido —el de las actividades cotidianas— es concreto y subjetivo. Un espacio
de «sujetos más que de
cálculos» (p. 362), que pueden
bien ser expresiones de sumisión a códigos impuestos «desde arriba», o
manifestaciones «del lado clandestino o subterráneo de la vida social»
(Delgado, 2017, p. 66). En las últimas décadas, los desplazamientos y
movilidades se han tornado una dimensión clave para comprender las
desigualdades sociales que
experimentan las juventudes y otras minorías en el capitalismo contemporáneo (Hendel, 2020; Maggi & Hendel, 2022; Tapia, 2018). Las movilidades —y su contracara, las inmovilidades—
se relacionan con geografías del
poder (Skelton, 2013), particularmente perniciosas para jóvenes
de clases populares, que ven
obstaculizado el derecho a la ciudad (Aramayona & Nofre,
2021; Segura, 2017) mediante procesos de «incrustación al territorio local»
(Bayón & Saraví, 2022, p. 60). Según diversas
etnografías
latinoamericanas con las que
entraremos en diálogo, esto conlleva que muchas/os jóvenes de barrios populares transcurran gran parte del tiempo
en sus barrios y hogares, realizando actividades solitarias.
Algunas aproximaciones desde la
antropología urbana (Chaves et al., 2017)
complejizaron el cuadro al relativizar la clásica contraposición entre el
espacio de la casa y de la calle, a menudo vinculada a marcaciones en el devenir varones
y mujeres (Mendes & Schwarz, 2010; Previtali, 2010; Viera-Alcazar,
2017), tanto como la asociación lineal entre movilidad y «libertad» que habita el sentido común. Sumado a ello, las
consecuencias de los expulsivos procesos de periferización
urbana en diversas ciudades latinoamericanas, no ocurren sin resistencias
(Duarte & Escobar, 2021; Pérez, 2021). Por ello, entendemos que el territorio no es una variable que debamos añadir a nuestros análisis, sino uno de tantos
diacríticos que se
intersectan en la producción de experiencias situadas.
Este trabajo propuso explorar los
vínculos entre movilidades juveniles y experiencias escolares. Dicha relación
ha sido abordada de modo prioritario atendiendo a procesos migratorios y
desplazamientos forzados (Gavazzo et al., 2014; Maggi & Hendel, 2022; Yepes- Cardona & Giraldo-Gil, 2023; Zenklusen, 2020) pero no en relación a desplazamientos
cotidianos dentro de la misma ciudad. En el campo educativo, las
consideraciones referidas al espacio y las movilidades, condujeron a reconocer
ciertas limitaciones de los enfoques
etnográficos centrados en
procesos que
ocurren al interior de los establecimientos escolares. Persiste una
interpretación del espacio escolar como recipiente (containerlike perspective) que impide analizarlo en su imbricación con contextos de
prácticas juveniles que lo
exceden (Leander et al., 2010). Este aspecto se refleja, por ejemplo, en el hiato que separa los estudios urbanos y escolares referidos
a las juventudes. Por ello, la estrategia de indagación procuró explorar, junto
con las/os jóvenes, los usos y sentidos del espacio y las movilidades. El
principal interrogante fue: ¿qué
vinculaciones existen entre las experiencias escolares y de movilidad de
jóvenes pertenecientes a la periferia urbana?
Desde un enfoque etnográfico, se
trabajó en dos cursos escolares, correspondientes al 5to año de un
establecimiento provincial público, ubicado en Las Hortensias: nombre ficticio de un barrio periférico y vulnerabilizado
de la ciudad de Córdoba. Con casi un millón y medio de habitantes, Córdoba,
capital de la provincia homónima, es la segunda ciudad más poblada de
Argentina. Las Hortensias, es una de las urbanizaciones resultantes de la
ejecución de la política habitacional provincial, denominada Mi casa, mi vida. Dicho programa,
ejecutado entre 2003 y 2010, tuvo como objetivo el traslado de más de 70
asentamientos cordobeses, desde el anillo central e intermedio de la ciudad,
hacia complejos habitacionales construidos en sectores periféricos, que presentan menor oferta de servicios y equipamientos (Marengo & Elorza, 2018). Para las
poblaciones relocalizadas, esto implicó un quiebre con soportes inmediatos para la subsistencia
cotidiana y la pesada portación del marcaje simbólico asociado a su procedencia
villera.
Las características sociodemográficas del estudiantado permiten considerar a la escuela en que se trabajó como productora de una experiencia escolar acotada (Saraví, 2015): el trabajo
juvenil desde edades tempranas aparece como un factor central de este
acotamiento, que
conduce a que las
demandas escolares compitan con preocupaciones más apremiantes, relativas a la
subsistencia cotidiana. No obstante, la labor coinvestigativa
emprendida con las/os jóvenes, permite revisar el carácter presuntamente
acotado de la escuela en los sectores populares. Asimismo, las consideraciones
juveniles referidas al papel desempeñado por sus educadoras/es, conduce a
relativizar la capacidad escolar para «democratizar el tiempo libre» (Simons
& Masschelein, 2014, p. 28).
Método
En el marco de una tradición
constructivista en investigación cualitativa, se asumió un rol facilitador de la
reconstrucción de múltiples voces (Guba & Lincoln, 2002) y perspectivas
juveniles, a través de una estrategia etnográfica que
combinó observaciones participantes de jornadas escolares completas, dos
talleres de mapeo territorial, implementación de una encuesta (N=48) y tres
entrevistas grupales a jóvenes. A lo largo de 2022, se trabajó en dos cursos
escolares del turno vespertino, correspondientes al quinto año[1] de un establecimiento
provincial público, perteneciente a un barrio periférico de Córdoba.
La escuela fue seleccionada
atendiendo a un criterio de muestreo teórico: al igual que otras grandes urbes latinoamericanas, la ciudad de
Córdoba experimenta procesos de periferización urbana y segregación
residencial (Aguiar & Escamilla, 2020). Estos fenómenos producen
una concentración de las poblaciones más vulnerables en los márgenes de la
ciudad, haciendo de la relación entre jóvenes y espacio urbano una dimensión
privilegiada para analizar desigualdades en el acceso a derechos (Saraví & Serrano-Santos, 2020). Se decidió trabajar con
jóvenes próximos al egreso que, por
su mayor trayectoria como estudiantes, se encontraban en mejores condiciones
para reconstruir aspectos significativos
de su experiencia escolar en la secundaria.
Como ya fue señalado, esta
investigación se orientó a partir de un conjunto de interrogantes referidos a
las relaciones entre la experiencia escolar y las movilidades juveniles en el
entorno urbano. No obstante, posiblemente debido a procesos de desarticulación
intersectorial referidos en la introducción, en el momento en que se condujo el trabajo de campo la escuela se
encontraba en una situación de notable soledad institucional, desprovista de
vínculos con otras agencias de la red intersectorial. Este es un dato relevante
para contextualizar las voces juveniles.
El desbalance de poder entre
personas adultas y jóvenes constituye una preocupación nodal en la
investigación con infancias o juventudes (Alves et al., 2022). Tras el acontecer que provocó la pandemia por covid-19, la necesidad de
trascender su escucha para promover un rol como agentes activos del cambio
social se torna aún más imperiosa (Cuevas-Parra, 2021). La aproximación multimétodo, iniciada en el mes de marzo mediante
observaciones participantes, tuvo la intención de mitigar el potencial influjo de la dimensión del poder. La presencia adulta del
investigador en el salón de clases fue inicialmente asimilada por las/os
jóvenes al rol docente. Cualquier
aclaración respecto de los propósitos investigativos, alcances del rol,
compromiso ético y de confidencialidad
en ese contexto, no evita que las
reacciones juveniles iniciales sean de desconfianza. Por ello, los talleres de mapeo territorial y la
encuesta se implementaron luego de dos meses de trabajo observacional, habiendo
establecido una relación de confianza con
las/os jóvenes.
En los talleres, partiendo de tres consignas que fueron asignadas de modo progresivo, se solicitó a las/os jóvenes que de manera grupal dibujaran en una lámina: a) la escuela y sus hogares; b) los espacios en que realizaran actividades, diferenciando aquellas que correspondieran a la semana o fines de semana; y c) espacios de la ciudad que nunca transitaran. Esta última consigna, apuntaba a que pudiesen identificar regiones del trazado urbano conocidas pero que, por algún motivo, estuviesen fuera del alcance de sus desplazamientos. Por su parte, la encuesta, buscaba reconstruir algunos datos sociodemográficos del estudiantado y recabar información que permitiera caracterizar las trayectorias escolares juveniles. Asimismo, se indagaban sus percepciones en torno a variables climáticas, relativas a vínculos con educadores y entre compañeras/os durante el retorno a la presencialidad plena. En la presentación de resultados, se incluye información procedente de esta encuesta. No obstante, algunos de los datos que ésta arrojó —sistematizados en tarjetas con gráficos de fácil comprensión— fueron utilizados durante el desarrollo de las entrevistas grupales posterior al trabajo con encuestas y talleres, durante el mes de octubre figura 1
Figura 1Tarjetas utilizadas en las entrevistas grupales
El propósito fue obtener
interpretaciones juveniles acerca de dichos reportes. Esta estrategia se
asemeja a lo que
comúnmente se denomina «validación de las/os participantes» (Bloor, 1983; Maxwell, 2012): un modo de jerarquizar la participación de los sujetos en aquellas decisiones investigativas que podrían conducir a efectuar comprensiones erróneas o
generar sesgos interpretativos. No obstante, aquí el interés no estaba puesto en validar las
interpretaciones del investigador tanto como en proponer a las/os jóvenes una
tarea de reflexividad
colectiva que
permitiera dar sentido a la información arrojada por la encuesta y las cartografías previamente elaboradas. Así, las entrevistas
funcionaron como una vía para devolver parcialmente la información a las/os
jóvenes, pero —por sobre todo— fueron instancias del
proceso de trabajo en que las/os
jóvenes fungieron como genuinos coinvestigadores, aportando agudas reflexiones, basales a los análisis que se exponen aquí.
La mirada juvenil también fue un
aspecto clave en el proceso de muestreo para la conformación de los grupos que trabajaron conjuntamente en la elaboración de mapas
territoriales y, luego, en entrevistas grupales. La literatura sobre técnicas
de conversación o discusión grupal, insiste en la importancia de que los grupos sean artificiales, construidos ad hoc para la investigación (Canales & Peinado, 1995; Verd & Lozares, 2016). La
elección de cada integrante nunca debería ser azarosa: cada persona representa
una voz en determinada «grilla social». Corresponde al investigador/a, el
recaudo de evitar que
intercedan filtros de
exclusión entre las posiciones escogidas. La discusión así dispuesta, permite
ordenar los sentidos que,
naturalmente, la/el analista encontraría difuminados en lo social. Sin embargo, en el
trabajo con jóvenes en contextos escolares, ignorar los grupos naturales —junto
con las relaciones de poder que los
atraviesan— también puede imponer silenciamientos perniciosos. Al conducir
entrevistas en grupo, no se persiguió otra finalidad que la de
instalar un espacio de conversación con las/os jóvenes, en un encuadre algo más
resguardado e íntimo que el que habitualmente modelaba las conversaciones informales
en discurrir de la vida escolar (durante las clases o en los recreos). Por
ello, no se interpusieron controles en la composición de los grupos. Solo un
límite numérico —renegociado en cada nueva convocatoria— que contuviera mínimamente la dispersión que impediría al grupo alcanzar una conversación (Canales
& Peinado, 1995). La conformación voluntaria de los grupos entrevistados
coincidió bastante con la dispuesta previamente, en la elaboración del mapeo
territorial. Eso permitió poner en juego, durante la conversación, algunos
aspectos referidos al análisis preliminar de los mapas elaborados.
En cuanto al análisis, seguimos los
lineamientos de la teoría fundamentada (Glaser & Strauss, 1967), en tanto
permite la reconstrucción de significados y
categorías locales —los códigos in vivo (Soneira, 2007)— y situaciones
de la cotidianeidad institucional a partir de un interjuego
entre los datos y las perspectivas teóricas de partida. El corpus de
información producido mediante observaciones, entrevistas y talleres fue
transcripto y organizado en una unidad hermenéutica utilizando el software ATLAS.ti (v. 7). La codificación
abierta inicial dio lugar a un conjunto de códigos que fueron reagrupados en tres categorías con mayor
saliencia: a) territorialidades en el barrio; b) la sociabilidad y sus
contornos; y c) características de las experiencias escolares. La presentación
de los hallazgos se encuentra organizada en base a esta categorización.
Para respetar los lineamientos
éticos dispuestos por la Resolución 2857 del Conicet (organismo que avala esta investigación) en las diferentes etapas de
trabajo se preservó el anonimato de las/os participantes y la confidencialidad de la información aportada, resguardando su
integridad moral. A su vez, esta participación fue voluntaria y contó con el
consentimiento informado. Asimismo, recuperamos las premisas éticas ya
consignadas en las investigaciones biográficas en educación (Dizerbo, 2022), a saber: confidencialidad, propiedad de los datos, respeto y escucha y
derechos a acceso a la interpretación y resultados, como modo de recuperar el
papel activo de los sujetos en la construcción de su permanencia en la
educación. Con el objetivo de preservar a sujetos e instituciones y evitar
acentuar procesos de estigmatización territorial, a lo largo del escrito se
utilizan nombres ficticios.
Asimismo, las imágenes recuperadas a partir de los talleres de mapeo colectivo,
contienen raspados digitales que evitan
la identificación de
personas, barrios e instituciones.
Resultados
Movilidades en Las
Hortensias
Al promediar las 13:30 horas, las/os
jóvenes del turno vespertino empiezan a congregarse en la puerta de ingreso de
la escuela. Llegan desde distintas direcciones, algunas/os pocas/os
acompañadas/os de madres o abuelas. En una de las jornadas de observación, las
trabajadoras del servicio de limpieza solicitaban a un grupo estudiantes del
horario matutino, que se
retiraran de la escuela para poder limpiar el piso. Simultáneamente, retaban a
un pequeño grupo de
varones del turno tarde, que
intentaba ingresar antes del horario para jugar al «metegol». —«¡Así no se
puede limpiar, hacen lo que quieren!», decía una de ellas al vicedirector, que pasaba caminando apresurado. Durante los pocos minutos
que toma la
limpieza del hall de ingreso, la escuela queda prácticamente vacía y las/os jóvenes de la tarde se amontonan detrás
de la reja que
contiene el acceso a la zona en que se
encuentran ubicadas las aulas. El flujo que puede observarse en las inmediaciones de la escuela,
es de personas y algunos perros, pero no de vehículos. Los automóviles
estacionados en la calle lateral, pertenecen al personal docente y
administrativo. Más de dos tercios de las/os jóvenes participantes, declaró
haber elegido esta escuela por la proximidad con su hogar. Como puede
observarse en las figura 2 y
figura 3, la mayoría vive muy cerca del establecimiento. Cantidad casi coincidente con
el reporte de quienes
llegan a clases a pie.
Nota.
N=48
figura 2 Distancia hasta la escuela: ¿a qué distancia vivís respecto de la escuela?
Nota.
N=48
figura 3 Movilidad hacia la escuela: Por lo
general, ¿cómo venís a la escuela?
Transcurrida una jornada de siete
horas, en el momento de la salida (que pocas veces fue presenciado por ser en horario nocturno) las/os jóvenes
se dispersan en pequeños
grupos, que en
segundos se funden en la oscuridad del barrio. Más de la mitad de las/os
estudiantes pertenece a este barrio u otros inmediatamente colindantes. Según
datos de la encuesta implementada, la mayoría de las personas adultas a cargo
de las/os jóvenes, trabajan por cuenta propia o como amas de casa. Para el
sustento cotidiano, aproximadamente la mitad de las/os jóvenes encuestadas/os,
declaró que sus
familias percibían becas de estudio, asignaciones familiares y la alimentación
en la escuela por parte del Programa Provincial de Asistencia. Por otro lado,
algo más de la mitad declaró trabajar formal o informalmente.
El barrio tiene una reputación
peligrosa. Una búsqueda web
utilizando su nombre como descriptor, pone al corriente de seguidillas de crímenes
y algunos asesinatos, publicados en la prensa local bajo la rúbrica de
violencia urbana. La imagen que los
medios construyen acerca de los barrios, no siempre concuerda con la de sus
habitantes. En efecto, en los sectores populares de Córdoba, por lo general, el
barrio conlleva una fuerte marca identitaria positiva (García-Bastán & Paulín, 2016).
Para comenzar a reconstruir la
vivencia que las y
los jóvenes tenían del barrio, transcurridos dos meses del trabajo de campo, se
llevaron a cabo los talleres de mapeo participativo, con el fin identificar
espacios significativos
para las/os jóvenes. El trabajo de dos horas, dio como resultado elaboraciones que contenían indicaciones como las que se presentan en las figuras 4 a 10
Nota. El fragmento señala, con diferentes colores, lugares a
los que «vamos» y «no vamos».
Figura 4Fragmento de mapeo colectivo
Con distinto nivel de detalle
—correlativo al entusiasmo producido por la tarea propuesta— las y los jóvenes
incluyeron referencias recurrentes a la plaza del barrio (figura 4 y figura 6), ubicada a cinco cuadras de la escuela. En uno de los planos, esta era indicada como lugar de «tiempo libre». Otra
recurrencia, fue la inclusión de canchas de fútbol. No sólo porque algunas/os practican este deporte, sino porque la escuela colinda con un predio que tiene dos canchas (figura 5)
Nota. El edificio escolar, rodeado por canchas de fútbol, una posta
sanitaria, un recinto policial y la plaza del barrio.
figura 5 Fragmento de mapeo colectivo
Pocos mapas incluyeron espacios
comerciales, a excepción de una heladería de la conocida cadena Grido (figura 5), próxima a la plaza del barrio. En general, los
comercios no aparecían referenciados como espacios a los que concurrieran en calidad de consumidoras/ es. Brenda,
por ejemplo, dibujó un McDonald’s distante del barrio, en el que había comenzado a trabajar esa misma semana (figura 8). Conocidos centros comerciales de la ciudad (shoppings) eran incluidos espontáneamente,
como lugares a los que nunca
concurrían (Figura 4).
Nota. La plaza del barrio, lugar de «tiempo libre».
figura 6 Fragmento de mapeo colectivo
Nota. La casa de Leandro como lugar de «salidas nocturnas».
Figura 7 Fragmento de mapeo colectivo
Los lugares de esparcimiento
referidos fueron escasos. En las conversaciones mantenidas durante la
realización del trabajo, la mayoría aducía «no hacer nada» durante la semana,
por fuera de la asistencia a clases. Los hogares familiares contenían marcas que indicaban que también eran ámbitos de actividades de esparcimiento durante los fines de semana: lugares de «juntadas» o salidas nocturnas
(figura 7). Solo dos
jóvenes (Guadalupe y Tobías) incluyeron referencias a recintos de esparcimiento
nocturno: «El baile» y «La Barra» (figura 4), este último, una conocida discoteca céntrica. El resto, sólo
incluyó referencias barriales. Esta sociabilidad, fuertemente restringida al
barrio propio, fue reafirmada en los reportes de la encuesta. La mayoría de las
actividades de ocio eran realizadas en la casa o el barrio (escuchar música,
ver series o películas, pasar tiempo en familia, juntarse con amigas/os en el
barrio, fiestas en
el barrio, videojuegos).
Nota. Recorridos de Brenda, desde su casa al colegio y desde
este al McDonald’s.
Figura 8Fragmento de mapeo colectivo
Nota. En el margen del mapa, este grupo enumera lugares no
concurridos.
Figura 9Fragmento de mapeo colectivo
Como fue señalado previamente,
diversas etnografías
latinoamericanas, han observado que las/os
jóvenes de barrios populares transcurren gran parte de su tiempo en los
hogares, realizando actividades solitarias.[2] Sin embargo, ello no
siempre se atribuye a las 2 mismas causas. Entre los principales motivos,
suelen esgrimirse conflictos
entre bandas en torno al narcomenudeo, persecuciones a manos de las fuerzas de
seguridad, procesos de estigmatización territorial y étnica, el asedio
masculino hacia las mujeres e incluso, la misma incomodidad del traslado
(Kessler, 2009; Medan, 2023; Pérez, 2018; Savegnago,
2020; Segura, 2017; Tapia, 2018). Por ello, durante las entrevistas grupales se
indagó acerca de los sentidos del espacio vivido (Lefebvre, 1991): el barrio de la escuela, sus
desplazamientos y modos de habitar el espacio escolar.
Contornos de las sociabilidades
Brenda: Yo me levanto a las 5 de la mañana para ir a trabajar
al McDonald’s. ¡Un miedo hasta la parada! (Entrevista grupal 2)
En los grupos entrevistados, Las Hortensias fue unánimemente caracterizado como un barrio inseguro (figura 10).
Este rasgo fue asociado con sucesos, tales como asaltos, tiroteos y, en menor
medida, asesinatos, de los que tenían conocimiento por experiencia propia o
de allegadas/os. Las preguntas referidas a espacios significativos del barrio, eran respondidas con inmediatas
advertencias dirigidas al investigador, respecto de lugares y horarios que debía evitar, para no «donarse».
Nota. El parque del barrio es indicado como lugar no concurrido «por
inseguridad».
Figura 10 Fragmento de mapeo colectivo
En dos de los tres grupos,
conversamos acerca de los temores que
suscitaba —especialmente en las chicas— el momento de salida de la escuela. A
diferencia de lo que se
observó en algunos países europeos (Hermida et al., 2021), aquí el
sentimiento de inseguridad (Kessler, 2009)[3] no evitaba la movilidad activa hacia y desde la
escuela (los traslados en bicicleta o a pie),[4] pero motorizaba prácticas
de cuidado entre pares. Por ejemplo, 4 extender los recorridos de regreso a sus
hogares a cambio de viajar acompañadas/os:
Investigador: Y esto de irse caminando, ¿asusta?
Joaquín: ¡¡Sí!!
Karina: ¡No sabés dónde meterte el
celular!
Yamil: Agarrás todas las cosas y vas
rápido ¡Y que te cuide Dios!
Tamara: Yo voy con los chicos. Como los varones también van
para allá, voy con ellos.
Yamil: También eso, si vamos todos para un mismo lado, vamos
todos.
Tamara: Si me fuera sola, sí me daría más miedo. (Entrevista
grupal 1)
En todos los grupos había jóvenes que vivían en el barrio. Ante cada imputación de
peligrosidad, se procuró obtener la opinión de las/os moradoras/s presentes, que —contrario a lo esperado— en ninguna ocasión
disputaron esta caracterización. Sin embargo, el posicionamiento frente al
consabido barrio «inseguro y peligroso», fue marcadamente diferente en el único
grupo en que
todas/os pertenecían a él:
Investigador: Y si ustedes tuvieran que decirle
algo del barrio a alguien que no lo conoce…
Leandro: [Interrumpe] Tenga cuidado a la noche. A mí no me roban
porque conocen a mi viejo [padre]. Pero a alguien que no
conocen…
Maia: Pero no, no roban acá…
Ignacio: No roban. Son amigos nuestros [risas].
Maia: Mi hermano se junta con casi todos [los que roban].
Investigador: Yo, en realidad, les quería
preguntar qué lugares son importantes en el barrio.
Ignacio: La plaza.
Maia: Sí, pero en la plaza, antes de ayer le pegaron un tiro
a un chico. Yo estaba ahí. Es la tercera vez que me salvo
de un tiro [todas/os ríen con fuerza]. (Entrevista grupal 3)
Las/os jóvenes de este grupo
colaboran en la caracterización de barrio como peligroso y poco acogedor para
cualquier forastera/o.
No obstante, el tono jocoso con que
aludían a sucesos tales como robos y tiroteos, era solidario a una presentación
de sí mismas/ os como jóvenes que no
«temen a la muerte»:
Investigador: Estas cosas que suceden en el barrio, a
ustedes, ¿les generan temor para salir?
Violeta: Mi mamá
se harta de cagarme a pedos [regañarme]. Yo no le tengo miedo a la muerte.
Ignacio: Tampoco la busco.
Maia: Es como que crecimos con el ambiente y sabemos cuándo estamos
seguros. (Entrevista grupal 3)
En el relato de este grupo, la
sociabilidad restringida al barrio ya no era explicada por temor a circular,
sino por limitaciones económicas para el uso del transporte público, y otras,
relacionadas con el anclaje que producen
las redes de amistad:
Ignacio: [Con desprecio] Por ejemplo, la puta de la Guada, nuestra compañera, se va en colectivo [ómnibus] al
centro, se va lejos. Yo, en cambio, mi mayor círculo de
amistades son del barrio.
Camila: Yo, para todo, me tengo que tomar un
colectivo.
Investigador: Nacho decía recién que las
amistades pueden ser un motivo por el que se quedan más
en el barrio, ¿Por qué otro motivo podría ser?
Ignacio: ¡Ay! la plata: el mayor motivo. (Entrevista grupal 3)
En la voz de Ignacio, Guadalupe (la
única de las chicas que dijo
salir a discotecas del centro en la actividad de mapeo) es mencionada como
ejemplo de quien
puede «irse lejos», «en colectivo». El modo desdeñoso con que refiere a
esta compañera, no alcanza a ocultar su jerarquía como portadora de un capital de movilidad con el que la mayoría no cuenta. El dinero, las amistades, la
inseguridad, asoman como justificaciones
para permanecer en el barrio, más fácilmente deslindables
en la teoría que en la
práctica. Vertidas y combinadas de variadas formas en los tres grupos, confluyen en una experiencia relativamente común de
inmovilidad. Para quienes
comparten este modo de vivir el espacio, permanecer en la escuela muchas horas
es una pesada carga que inhibe
su participación en otras actividades:
Investigador: Esto de estar hasta tarde [en la escuela], ¿qué les
produce? Leandro:
Cansancio.
Violeta: ¡Bronca!
Todos tenemos cosas que hacer y perdemos el tiempo en el colegio. Estamos
siempre acá y yo, que juego al fútbol, no puedo hacerlo. Los horarios no me
dan. (Entrevista grupal 3)
Romina: Por ahí, los profes no entienden nuestra postura y
dicen: «Ay, son jóvenes». Salimos 20:30 y llegamos a casa y hay chicos que tenemos que hacer de
comer, limpiar, ayudar a nuestra familia (…) Toda mi vida bailé folklore y
tenía horarios para hacer es (…) tenía mi momento de descarga. Hoy en día no lo
puedo tener porque estoy en el colegio. (Entrevista grupal 1)
Pese a ello, tal como puede
advertirse en la narración del ritual de
ingreso, para muchas/ os, el espacio escolar sigue siendo un
buen lugar para estar (Dussel et al., 2007):
entre juegos y conversaciones, intentan ingresar antes de tiempo y permanecen
luego del horario de salida. Sin embargo, como se verá en el siguiente
apartado, el aburrimiento (Saraví, 2015)[5] y el «desenganche»
(Kessler, 2004) puede relacionarse con cierta dificultad de la escuela para constituirse como espacio de
«escucha» a las demandas juveniles.
Con las/os adultas/os no se puede hablar
La pandemia instaló en las escuelas un tiempo fuera de lo común (Núñez,
2020) que para muchas/os jóvenes fue difícil de
sobrellevar. En relación con la dimensión curricular, las/os jóvenes de este
estudio, reconocieron que, tras el retorno a la presencialidad plena, «entienden
mejor» los contenidos de las asignaturas. Al hacerlo, destacaron la importancia
de las explicaciones y —a diferencia de lo observado en indagaciones mexicanas
(Bayón & Saraví, 2022)— valoraban favorablemente
el retorno de las prácticas de control por parte de sus docentes. A pesar de
ello, algo más de la mitad dijo no llevarse muy bien con sus docentes (figura 11).
Nota.
N=48
Figura 11 Percepción de relaciones entre
profesoras/es y estudiantes: ¿por lo general, en la escuela, ¿los/as
profesores/as y los estudiantes se llevan bien?
Al indagar los motivos posibles para
estas respuestas, con insistencia, los grupos entrevistados refirieron a dificultades
para «hablar» con las/os adultos y, en algunos casos, lo infructuoso de
hacerlo:
Matías: Acá en la escuela, si bien podés
hablar con algún adulto, tampoco vas a hablar de un tema tan personal.
Yamil: Aparte el colegio es re homofóbico. No te soluciona
ningún problema. [Les habla a sus compañeras/os] Yo cuando tuve el problema con
el Johnny, que me dijeron que no se podía andar besando por
el colegio… (Entrevista grupal 1)
Camila: Cuando buscas ayuda por problemas personales…
Maia: Es peor, porque vos le contás
algo a un profesor y [después] lo sabe la preceptora.
Camila: Nosotros buscamos ser escuchados. Hay adolescentes que hoy en
día no saben ni cómo poner un preservativo [condón].
Ignacio: Yo lo sé poner hasta con la boca [risas]. Si, igual,
cuando nos enseñaron los métodos de anticoncepción, no nos enseñaron el campo
de látex entre parejas con vulva, para evitar ITS. No lo vimos ni de
casualidad.
Investigador: Y vos, ¿cómo lo conociste?
Ignacio: ¿Yo? por TikTok.[6] Pero debería ser una
materia.
Camila: Creo que es más importante dar ESI [Educación Sexual Integral],[7] que otras
materias que realmente no nos sirven para nada. (Entrevista grupal
3)
Estudios previos (García-Bastán, 2016; Rosales, 2020; Rosales et al., 2019) caracterizaron una demanda juvenil de «hablar de
cosas», como interpelación dirigida a las/os adultas/os para abordar cuestiones
personales, «cosas de la vida». Estos análisis han puesto de relieve la
importancia de esta demanda en la configuración relacional de autoridad docente y marcos vinculares, en los que las/os jóvenes dicen sentirse respetadas/os. No
obstante, como se advierte en las citas previas, aquí no se trataría solamente de una pretensión de trato
igualitario y personalizado en la sociabilidad intergeneracional: en algunas
intervenciones, las «cosas» sobre las que no se estaría pudiendo hablar, son tópicos acuciantes.
Discusión
El interrogante que dio inicio a este trabajo, supone que la
comprensión de la experiencia escolar puede enriquecerse
ampliando la mirada hacia movilidades y territorios que exceden
a las escuelas. Algunas etnografías citadas a lo largo del texto, han mostrado consistentemente
que las/os jóvenes
que habitan
regiones carentes en infraestructura, tienden a quedar más limitadas/os a su barrio de origen y,
consecuentemente, restringidas/ os en sus actividades culturales y de
esparcimiento. El sentimiento de inseguridad, las limitaciones económicas, el
arraigo que
produce la sociabilidad barrial, son elementos que en diversas latitudes se ensamblan produciendo
experiencias bastante homogéneas. No obstante, como fue señalado al inicio, es
notorio el clivaje entre estudios urbanos y escolares referidos a las
juventudes. Ello dificulta la
integración de la escuela en una trama urbana compleja, que funciona como marco de las experiencias juveniles. El
presente estudio reafirma el
cariz inmóvil de las vidas juveniles en la periferia urbana. Sumando a lo ya
reportado, el análisis de la tensión movilidad-escolaridad permitió advertir que la escuela integra activamente el entramado productor
de inmovilidades. Si bien nuestros análisis refieren a la realidad de una escuela de la periferia
cordobesa, el trabajo de sopesar la experiencia territorial junto con las/os
jóvenes, permitió caracterizar un rasgo del caso analizado, potencialmente
transferible a otros contextos: la fuerte monopolización espacio-temporal que produce la escuela en las vidas juveniles, responsable
de que la
sociabilidad se vea fuertemente restringida al territorio barrial.
Al intentar diferenciar la escuela
de otros entornos de aprendizaje, Simons y Masschelein
(2014) argumentaron que parte
de su especificidad
radicaba en que ésta
democratiza el tiempo libre, permitiendo a las/os estudiantes salir de su
posición social. Entre otras cosas, para los autores franceses, lo escolar
sería una cuestión de suspensión de la
conexión con necesidades y rutinas que ocupan la vida diaria de las/os jóvenes, que se encuentran conectadas con espacios determinados
fuera de la escuela. Durante los momentos más críticos del confinamiento, algunas/os análisis locales hicieron eco de
estas hipótesis, señalando que la
educación remota predisponía una confusión entre lo escolar y lo doméstico,
desventajosa para estudiantes de sectores desfavorecidos (Dussel, 2020; García-Bastán et al., 2022;
Núñez, 2020). Luego de casi dos años de intermitencias, las escuelas
restablecieron la convivencia presencial cotidiana. Algunas, como el caso
analizado aquí, en un
marco de notable soledad institucional.
No puede negarse que la escuela presencial sea capaz de producir un tiempo
en que las
necesidades y rutinas que ocupan
la vida diaria de las/os jóvenes pueden dejarse relativamente de lado. No
obstante, tal pretensión no implica que los deberes dejen de operar completamente, incluso dentro del espacio
escolar. Durante las jornadas de observación, por ejemplo, algunas/os jóvenes
realizaban actividades laborales estando en la escuela (venta de alimentos en
los recreos o de cosméticos por catálogo durante el desarrollo de las clases).
Es posible pensar que esta
expectativa de suspensión con el afuera, sea subsidiaria de una tradición teórica que piensa a la escuela como espacio cerrado sobre sí
mismo. Este sesgo impide analizar las experiencias escolares en su imbricación
con las movilidades en diversas esferas de participación juvenil.
Si la escuela es un espacio que permite vivir la juventud (Núñez, 2020), las/os
jóvenes informantes de este estudio advierten que puede no habilitarlo de manera igualitaria. El cuidado
de salud, el respeto por la diversidad sexual, el derecho al resguardo de la
información personal, son asuntos ante los que las/os jóvenes pueden encontrar poca receptividad en
el espacio escolar. En su pretensión de democratizar el tiempo libre, la
escuela puede ser un lugar donde las elecciones propias sobre cómo ser y presentarse
no encuentren aceptación adulta (Bayón & Saraví,
2022). En este marco, la institución adquiere connotaciones contrastantes: es un buen lugar para estar, que aloja y contiene. Pero, también, es un ámbito que quita
tiempo para realizar otras actividades (laborales, artísticas, deportivas) sin
satisfacer demandas concretas referidas a aspectos vitales sensibles.
En este sentido, los hallazgos de
esta investigación permiten pensar que el acotamiento de la experiencia escolar que Saraví (2015) señaló en los
sectores populares mexicanos, puede coexistir con rasgos asfixiantes similares a los que este mismo autor describió en relación a la tipología
de escuela total. En su
trabajo esta denominación corresponde a los sectores privilegiados, para quienes gran parte de sus vidas transcurren o giran en
torno a la actividad escolar.
La demanda común en las
conversaciones sostenidas, fue la de adultas/os con quienes poder «hablar de cosas». No se hace referencia a
vínculos intergeneracionales en que se
jueguen meros criterios de respetabilidad o reciprocidad en el trato, sino a aquellos propios de una escuela atenta (Southwell,
2020), que pueda
consolidarse como escenario de genuinos diálogos intergeneracionales para
promover la accesibilidad a derechos. En este sentido, el papel de las/os
educadoras/es no es impugnado por las/os jóvenes, tanto como el modo en que muchas/os están pudiendo hacer frente a necesidades que —debido a las inmovilidades ya caracterizadas— difícilmente consigan tramitarse en espacios alternativos a
la escuela. Aún con las dificultades
señaladas, el diálogo intergeneracional en la escuela se advierte como un plano
con potencial para la promoción de derechos juveniles en un horizonte de
convivencia escolar inclusiva.
Una debilidad del presente trabajo
radica, precisamente, en la falta de atención a las perspectivas adultas. Se
trata de una línea de indagación prevista para próximas etapas de nuestra
investigación. Por otro lado, sería auspicioso que futuros estudios etnográficos amplíen su espectro de observación hacia
organizaciones y espacios de prácticas no escolares que —aun siendo escasas— permitirían profundizar la
comprensión de los vínculos entre el territorio, las movilidades y experiencias
escolares en los sectores vulnerables que habitan en la periferia urbana. Finalmente, la difusión de internet y
las TIC hace necesario incluir las movilidades digitales: nuevos escenarios
virtualizados en que las/os
jóvenes participan activamente. Consideramos que allí existe un campo fértil para la indagación.
Tal vez, uno de los desafíos de la escuela post pandémica, esté en revisar de qué modo, los tiempos escolares pueden compatibilizar con
las vidas de jóvenes, atendiendo a qué ellas/os también demandan vivir la juventud por fuera de la escuela. En
tal dirección, queda
abierto el interrogante acerca de las características de los proyectos
educativos singulares que
consigan tal compatibilización. Para ello, se vuelve necesario que la investigación asuma enfoques que
prioricen la participación juvenil en diseños coinvestigativos.
De este modo, se podrá atender a la necesidad de involucrarlas/os en asuntos
sociales que
afectan su bienestar (Marinkovic et al., 2022). y, particularmente, explotar el potencial de
los diseños cualitativos para reconstruir junto con las/os actores sociales,
significados, contextos
y procesos para el diseño y evaluación de políticas públicas (Maxwell, 2020).
Agradecimientos
El autor agradece al Conicet por
avalar esta investigación. Asimismo, agradece a Julieta Delvitto
por su colaboración en actividades de campo, a Valentina Arce Castello y María
Eugenia Pinto por el trabajo conjunto implicado en el diseño de la encuesta empleada
en este estudio y a María Emilia Di Piero por los valiosos comentarios
efectuados a una versión preliminar de este trabajo.
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Notas
*El artículo presenta resultados del proyecto «Más allá de la escuela: vínculos y redes intergeneracionales en instituciones que propician el acceso al derecho a la Educación». Investigación avalada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Las actividades de campo se desarrollaron entre el 7 de marzo y el 25 de noviembre de 2022. Área: ciencias sociales interdisciplinarias. Subárea: psicología social.[1] Las/os
jóvenes participantes tenían edades entre 16 y 18 años.
[2] Al
comparar sus hallazgos en Río de Janeiro con los de una investigación de 2004
conducida en la misma ciudad, Savegnano (2020) realiza un interesante
señalamiento: en la primera investigación, la casa no era un lugar connotado
como placentero o divertido, como sí lo fue en su trabajo y el nuestro. La
autora atribuye la diferencia a la masificación de internet y la posibilidad de conectarse con otras/os a través de
dispositivos digitales, lo que
advierte respecto de la importancia de atender a la movilidad virtual.
[3] En una
investigación conducida quince
años atrás, Kessler (2009) observó que en los sectores medios argentinos predominaba un relato de degradación
social, de acuerdo con el cual la inseguridad emanaba de sectores sociales
pauperizados. Contrariamente, los jóvenes de sectores populares denunciaban ser
víctimas de procesos de estigmatización y proyectaban su temor en las fuerzas
de seguridad. Interesa señalar que en las
voces de los/ as jóvenes de nuestro estudio anidan narrativas más próximas a
las que en su momento
el autor documentara para los sectores medios. Esto parece consistente con una
de las hipótesis que este
estudio dejó planteadas, a saber: que la
concentración de dispositivos y cuidados en zonas más acomodadas de la ciudad,
favorece un desplazamiento del delito hacia regiones más desfavorecidas.
[4] Como
señaló Skelton (2013), en países en que la escolaridad es obligatoria, la movilidad hacia la escuela comporta un
rasgo legalista. No
obstante, el modo en que el
trayecto es efectuado varía considerablemente al compás de las condiciones
concretas de existencia.
[5] Como
señaló Saraví (2015), el aburrimiento es a menudo un analizador del sin sentido
de la institucionalidad para las/os jóvenes.
[6] TikTok
es una conocida red social de origen chino que permite la creación y difusión de videos cortos.
[7] En
Argentina, el Programa Nacional de Educación Sexual Integral fue creado en 2006
mediante la ley 26 150 y 7 está destinado a garantizar el derecho a recibir
educación sexual integral para estudiantes de establecimientos estatales y
privados, de todos los niveles educativos. Sin embargo, su plena implementación
continúa siendo desafiante en
las escuelas (Tomasini, 2019). Un estudio argentino reciente (Núñez et al., 2023) señala que pese a la importancia que las/os
jóvenes otorgan los espacios de dicho programa, en muchas escuelas éstos son
insuficientes o
directamente ausentes.
Para citar este artículo: García-Bastán,
G. (2023). Movilidades y experiencia escolar en la periferia urbana de Córdoba,
Argentina. Revista
Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 21(3), 1-27. https://doi.org/10.11600/rlcsnj.21.3.5967