Estudios e investigaciones
DOI: 10.11600/rlcsnj.21.3.5960.
Juventudes de clases populares y covid-19: vida cotidiana y desigualdades*
Young people from the underclass and COVID-19: daily life and inequalities
Juventude de classe popular e Covid-19: cotidiano e desigualdades
Daiana Ailén Monti, Esp.1
1 Universidad Nacional de Villa María, Argentina. Licenciada en Sociología,
UNVM. Especialista en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina, Clacso. Doctoranda en Ciencias Antropológicas, UNC. 0000-0002-9103-4964. H5: 2. Correo electrónico: daiana_monti@hotmail.com
Recibido: 27.02.2023 Aceptado: 19.05.2023 Publicado: 04.08.2023
Resumen (analítico)
El artículo se estructura a partir de dos preguntas: ¿qué aspectos de
la vida cotidiana de las y los jóvenes de clases populares afectó la pandemia
de covid-19? ¿De qué modos las desigualdades condicionaron tales afectaciones?
El problema fue abordado cualitativamente a partir de estrategias metodológicas
adaptadas a los tiempos de pandemia, cuyo objeto fue posibilitar la
colaboración de las juventudes durante el proceso investigativo. Se realizaron
28 entrevistas en profundidad a jóvenes de clases populares de 16 a 19 años y a
sus docentes, situados en la ciudad de Villa María (Argentina). Como hallazgo
central se presenta un mapeo de afectaciones que las y los jóvenes
identificaron como centrales durante el tiempo de covid-19: relación con la
escuela; relación con el trabajo; sociabilidad, participación y afectividad;
angustias e incertidumbres.
Palabras clave: Juventud; desigualdad; pandemia; clases populares. Tesauro de Ciencias Sociales de la
Unesco.
Abstract
(analytical)
The article is
structured around two questions: what aspects of daily life for young people
from the underclass were affected by the COVID-19 pandemic? In what ways did
inequalities condition these effects? The problem was qualitatively addressed
using methodological strategies that were adapted to pandemic conditions. The
objective of these strategies was to facilitate the collaboration of young
people during the research process. A total of 28 indepth
interviews were conducted with young people from the underclass aged between 16
and 19 and their teachers in the city of Villa María (Argentina). The main
finding of the study was to identify that the COVID-19 pandemic affected the
daily lives of young people in the following areas: relationship with school;
relationship with work; socializing, participation and personal relationships;
and anxieties and uncertainties.
Keywords: Youth;
inequality; pandemic; underclass.
Resumo (analítico)
O artigo está estruturado em torno de duas questões: que
aspectos do cotidiano dos jovens de classe popular a pandemia da Covid-19 afetou?
De que maneira as desigualdades condicionavam tais afetações? A problemática foi
abordada qualitativamente com
base em estratégias metodológicas adaptadas aos tempos de pandemia, cujo
propósito foi possibilitar
a colaboração dos jovens
durante o processo investigativo. Foram
realizadas 28 entrevistas em profundidade com jovens de classe
popular entre 16 e 19 anos e seus
professores, localizados na
cidade de Villa María (Argentina). Como achado central, apresenta-se um mapeamento das afetações que os jovens identificaram como centrais
durante a época da Covid-19: relação
com a escola; relação ao trabalho;
sociabilidade, participação
e afetividade; ansiedades e incertezas.
Palavras-chave: Juventude; desigualdade; pandemia; classes populares.
Introducción
Este escrito presenta una investigación que
pretendió dar cuenta de los modos en que un grupo de jóvenes de clases
populares de escuelas secundarias públicas de la ciudad de Villa María[1] resolvieron sus procesos
de escolarización durante el aislamiento social preventivo y obligatorio (en
adelante, Aspo); este fue dispuesto por el Gobierno argentino como una medida
central frente a la pandemia de covid-19.
El problema inicial hizo foco en la escuela, la continuidad pedagógica[2] y el acceso a
conectividad. Sin embargo, durante el trabajo empírico se evidenció que los
modos en que la crisis de covid-19 afectó a este grupo no puede
reducirse únicamente a estos temas. De este modo, las explicaciones que situaron
el acceso a la tecnología y la conectividad como elementos totalizadores,
produjeron una invisibilización de la complejidad y
heterogeneidad de sus estrategias y afectaciones durante este tiempo (Monti
& Assusa, 2023; Monti & Assusa,
en prensa). Tal hallazgo se constituye en un antecedente central para este
artículo, pues posibilitó la apertura hacia nuevas preguntas sobre los modos en
los que la pandemia afectó la vida cotidiana de un grupo de
jóvenes que atraviesan privaciones materiales y simbólicas.
Para abordar la relación entre juventudes, desigualdades y vida cotidiana
en pandemia, se toman como punto de partida referencias bibliográficas locales
y latinoamericanas que permiten complejizarla. Barriach
et al. (2022), Núñez (2020) y Vommaro
(2022) señalan que la pandemia visibilizó, intensificó y
aceleró dinámicas sociales preexistentes. Para Assusa
y Kessler (2020), «la pandemia mundial de covid-19, más que producir
nue vas formas de relaciones sociales, lo que ha hecho es asentarse sobre una estructura
distributiva y una estructura de conflictividad política preexistente, activando y/o [sic] volviendo muy visibles muchas de sus potencialidades»
(p. 93).
En este sentido, la crisis de
covid-19 produjo desigualdades nuevas o emergentes que se entramaron con las preexistentes y persistentes (Monti & Assusa, 2023; Vommaro, 2022). Es
necesario prestar atención a las tramas de desigualdades acumuladas en sus
vidas (Barriach et al., 2022) y a la vulneración de derechos previos en
relación a las posibilidades diferenciadas de supervivencia material y vital
(Monti & Assusa, en prensa). En este sentido, el
escrito apuesta a visibilizar continuidades, es decir, dar cuenta de los modos
en que las
desigualdades previas posibilitaron diferentes tipos de afectaciones.
Junto a esto, el enfoque multidimensional de las desigualdades permite
comprender las prácticas y discursos de las juventudes como productos del
anudamiento entre clase social, clase de edad, género y territorio (Pérez &
Hernández, 2021). Entender a estos sujetos como agentes sociales atravesados
por relaciones de asimetría permite poner el foco en sus modos de ver, hacer y
sentir propios (Hernández et al., 2014).
Las juventudes son portadoras de diferencias y singularidades que, al mismo tiempo, construyen su pluralidad y
diversidad en el marco de diferentes espacios sociales (Duarte, 2000; Pérez,
2023). Así, es imposible pensarlas de manera aislada (Chaves, 2021a): son parte
de familias, de grupos de pares, de instituciones estatales, de tramas
barriales y de desigualdades acumuladas a lo largo de sus vidas.
En un texto reciente, Barriach et al. (2022)
sostienen que las y
los «jóvenes de barrios populares que
vivieron en pandemia tienen mucho para decir y tenemos[3] mucho para escuchar» (p.
96). Recuperando esta premisa, sus puntos de vista[4] son centrales para
dar cuenta de los modos diferenciales y
específicos en que la pandemia los afectó en múltiples aspectos de sus
vidas cotidianas: la relación con la escuela; la relación con el trabajo; la
sociabilidad, la participación y la afectividad; las angustias, los temores e
incertidumbres.
Desde este punto de partida, el
objetivo del escrito es presentar un mapeo co-construido
con un grupo de jóvenes de 16 a 19 años de clases populares de la ciudad de
Villa María. Este trabajo en colaboración pretende enfrentar dos preguntas
centrales: ¿qué
aspectos de sus vidas cotidianas afectó la pandemia de covid-19? ¿De qué modos las desigualdades pre-existentes condicionaron
tales afectaciones?
Método
Desafíos de investigar con jóvenes durante
pandemia
Durante el 2020 se realizaron 28 entrevistas en profundidad a estudiantes,
docentes, preceptores, coordinadoras pedagógicas y directivos de las
instituciones secundarias públicas de la ciudad de Villa María. En la muestra
se incluyeron ocho escuelas[5] de diferentes modalidades[6] a las que asisten
las y los jóvenes entrevistados, cuyas edades se distribuyen en el rango entre
16 y 19 años. Además, se incorporó un secundario de modalidad adulta,[7] cuya población tiene entre
18 y 24 años.
Se trabajó con un muestreo no probabilístico. Es preciso reiterar que el
trabajo de campo se realizó durante el Aspo, lo que implicó
importantes condicionantes: no existía la posibilidad del contacto cara a cara
y todo el proceso se apoyó en la virtualidad y en las comunicaciones
telefónicas.
Se eligieron escuelas cuyos referentes (equipos
directivos, preceptoras y coordinadoras pedagógicas) tenían contacto previo con
la investigadora por proyectos de trabajo conjunto en extensión e investigación
enmarcados en la Universidad Nacional de Villa María. Se accedió al
estudiantado mediante dos vías: a) por los contactos que
facilitaron referentes institucionales; b) a través de la técnica bola de nieve, solicitándoles a las y los jóvenes que contactaran a la
investigadora con sus pares.
Los principios éticos que guiaron el trabajo colaborativo con este grupo se
asentaron en dos artículos de la Ley Nacional 26 061 de Protección Integral de
los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. En primer lugar, el derecho a la dignidad y a la integridad personal (Artículo
9) posibilitó asumir la responsabilidad de cuidar y anonimizar sus identidades;
para esto se co-construyeron acuerdos expresados con
claridad. En segundo lugar, el derecho a
opinar y a ser oído (Artículo 24) permitió generar espacios seguros y de confianza en los que
pudieran expresarse con libertad y, al mismo tiempo, ser respetados en función
de sus opiniones. Por último, conforme al principio de autonomía progresiva, establecido
en el Código Civil y Comercial de la Nación (Artículo 26), les permitió decidir
libremente sobre su participación en la investigación. Bajo ninguna
circunstancia su contribución al proceso fue obligatorio.
Hacer trabajo de campo durante el
Aspo implicó el desafío de
diseñar estrategias metodológicas alternativas que permitieran el acercamiento a la vida cotidiana de las
personas. Los encuentros se realizaron de manera virtual a través de diversas
plataformas (Zoom, Meet) y modalidades (llamadas por
teléfono, mensajes de audio de WhatsApp). Esto se relacionó directamente con
las posibilidades de conectividad que tenían
los estudiantes y las opciones que
sugerían o preferían.
El proceso de contacto, acceso y
organización de cada encuentro virtual fue registrado mediante notas etnográficas. A menudo surgían dificultades relacionadas a la falta de tiempo, trabajo o
imprevistos que
obligaron a reprogramarlos. El registro etnográfico se constituyó en una «radiografía del proceso» de investigación (Guber, 2004) y mostró
los condicionantes derivados de investigar durante el covid-19. Asimismo,
permitió un acercamiento a las y los jóvenes más allá del encuadre (Da Silva,
2004) de la reunión virtual. Abonó al interrogante sobre la cotidianeidad en un
contexto de distanciamiento: allí se visibilizaron características de la vida
de las juventudes y sus familias in situ.
Durante cada reunión se trabajó a
partir de un guión abierto, flexible y con consignas que buscaron movilizar el tiempo y el espacio más allá de
la pandemia (poniendo en discusión el pasado y el futuro, el encierro y el
afuera). Se construyeron tópicos de discusión que invitaron a cada interlocutor a analizar diferentes
aspectos de sus experiencias. Un momento clave en las entrevistas era
reconstruir y comparar una jornada presencial con una en la escuela remota.
El objetivo fue trascender los
sentidos nostálgicos (Dussel et al., 2020),
parciales y fragmentarios de la cotidianeidad en un tiempo de crisis. Se
consideraron dos aspectos al construir las consignas: el ejercicio de descotidianizar (Ribeiro, 1989) y la posibilidad de
«hilvanar retazos» de las cotidianeidades e historias de los interlocutores en
el contexto actual.
La propuesta de recorrer una
multiplicidad de tiempos y espacios habilitó la aproximación a los modos en que estos sujetos piensan, hacen, sienten y dividen el
mundo social que
habitan, en el marco de relaciones sociales que limitan o posibilitan la (re)producción de su vida
cotidiana (Bourdieu et al., 2013).
La reconstrucción de sus puntos de vista fue central para visibilizar tanto las
afectaciones como las estrategias subterráneas y territorializadas que desplegaron durante este tiempo.
Los datos obtenidos durante el
trabajo de campo permitieron diagramar un mapeo de las experiencias cotidianas que las y los jóvenes identificaron como centrales durante el tiempo de covid-19. Tales
vivencias les produjeron preocupaciones, responsabilidades o problemas nuevos que requirieron
el despliegue de diversas estrategias para resolverlos.
El análisis de los datos se presenta
mediante la construcción de una tipología[8] de tres aspectos de la
vida cotidiana que este
grupo de jóvenes señaló como principales: 1) la relación con la escuela durante
la pandemia; 2) la relación con el trabajo durante la pandemia; 3)
sociabilidad, participación y afectividad durante la pandemia.
Los primeros dos poseen una relación
directa e intrincada con las condiciones de desigualdad de las y los jóvenes y
sus familias. El tercero trasciende y afecta a estos sujetos más allá de las
clases sociales, es decir, se constituye una afectación vinculada a lo
generacional (Chaves, 2021b; Elizalde, 2022; Núñez, 2020). No obstante, como se
mostrará, las desigualdades también tienen un papel condicionante en esas
situaciones.
Finalmente, en consonancia con lo
señalado más arriba, una premisa epistemológica que guió el desarrollo del
trabajo empírico y el análisis de las entrevistas es aquella que
reconoce la necesidad de generar canales para la participación de las y los
jóvenes en los procesos investigativos sobre políticas públicas. El presente
escrito disputa los sentidos de los discursos adultocéntricos
que insisten en
explicar las problemáticas de las juventudes desde la perspectiva adulta
(Pérez, 2023). A contramano de eso, esta investigación en colaboración pretende
dar cuenta de las vivencias de un grupo de jóvenes, pero relatadas por sí
mismos.
Hallazgos
Los hallazgos se presentan mediante una tipología ordenada a partir de tres
ejes generales y subejes que permiten
detallar con mayor profundidad aquello que este grupo de jóvenes sintió, pensó y vivió durante
este tiempo.
La relación con la escuela durante la pandemia
Se abordan dos aspectos de la continuidad pedagógica.
Tensiones
entre las exigencias escolares y las posibilidades reales de las y los jóvenes
Algunas investigaciones señalaron que el modus operandi que desplegaron las escuelas
durante el aislamiento consistió en el intercambio cotidiano de actividades
(Dussel et al, 2020).[9] Este proceso requirió el
uso de dispositivos tecnológicos y conectividad,[10] lo que produjo
una serie de nuevos problemas y estrategias de resolución para las y los
jóvenes y sus familias.
Entre los problemas más frecuentes que produjo la modalidad remota,
señalaron la asimetría entre la calidad de dispositivos y conectividad a los que accedían
y las exigencias de las demandas escolares. Las tareas recibidas superaban la
capacidad de los escasos dispositivos que poseían. Esta situación
decantó en tensiones entre docentes y estudiantes:
Los profes te dicen: «Bueno, si no tenés
computadora podés instalar la app en el celu. Instalá esto, aquello». «¡Profe, te estoy
diciendo que no tengo compu, necesito
otra solución! Me instalé una aplicación, voy a ver si puedo manejarla desde el
celu, pero no es lo mismo una computadora que un
celular» (mira para abajo con desdén y se queda en
silencio). (Estudiante, mujer, 16 años, Escuela Proa)
Tales tensiones residen en la imposibilidad de dimensionar que el
acceso a internet y dispositivos es una condición necesaria, pero no suficiente
para participar y permanecer en el mundo escolar (Rosemberg,
2020). En sintonía con esto, la autonomía requerida para manejar los dispositivos también se convirtió
en una barrera de acceso para el estudiantado de clases populares:
Todavía hay
compañeros que no
manejan mucho la computadora o tienen, pero no la manejan a un buen nivel.
Ellos no se suman a las clases virtuales (…). Les sacan fotocopia a los
formularios de Google que mandan
los profes y luego lo llevan a la escuela. (Estudiante, varón, 18 años, Ipem)
Es necesario desandar la idea de
jóvenes como nativos digitales. Resulta
imposible pensar el uso de tecnología e internet sin reparar en la
heterogeneidad de los procesos de apropiación y las desigualdades. Benítez y
Ugarte (2019) sostienen que la
apropiación es una relación social que requiere ser
pensada a partir del género, la clase de edad, la clase social y que está mediada por los capitales sociales disponibles y
trayectorias previas. Las experiencias de socialización en el uso o consumo de
internet y tecnologías de la información «no son iguales para todos los individuos
de una misma franja de edad: los capitales económicos, culturales y educativos
acumulados y el tipo de actividad laboral ejercida condicionan y orientan los
accesos y usos de internet» (p. 21).
Las consignas pedagógicas que enviaban los docentes también requirieron diversos grados de conocimientos previos para
realizarlas, pues los contenidos que antes
se resolvían colectivamente pasaron a ser abordados a la distancia y en
soledad. Gran parte del grupo observó principalmente dificultades con las actividades vinculadas a las matemáticas.
En estos casos, las explicaciones de los profesores fueron señaladas como
necesarias e irremplazables. Algunos equipos docentes diseñaron diversas estrategias para hacerles llegar sus
explicaciones: les enviaron videos, fotos, hicieron llamadas. Sin embargo,
también hubo profesores que no
sabían o no se animaron a usar recursos digitales.
Las y los jóvenes se mostraron
preocupados por aprender. Aunque
reconocían la importancia de internet y la tecnología en la sociedad
contemporánea, manifestaban dudas acerca de la virtualidad como un modo viable
de aprendizaje. Algunos se mostraron críticos con las didácticas que escogían para enseñarles. En esos casos, intentaron
mostrarles sus intereses y las posibilidades efectivas para hacer lo
solicitado:
—Y lo que yo les planteaba a los profes es que las actividades no sean tan monótonas, tan de poner un
texto de 25 páginas y responder: «sí», «no», «sí», «no». Que fueran por ahí con un vídeo, con un audio, para hacer
un esquema, para
sintetizar información; algo más llamativo.
—¿Y eso fue
pasando?
—Con algunas
profes sí; la gran mayoría. Hubo un par que se quedaron
en su capullito; siguieron subiendo las actividades de igual manera. Ahí
demorábamos porque era un
perno tener que
sentarse frente de la pantalla, leer el PDF y tener que responder textualmente. Terminabas con los ojos
hinchados. (Estudiante, varón, 18 años, Ipem)
Resolución colectiva de problemas y situaciones
dificultosas
Frente a estos conflictos, la estrategia más recurrente fue construir redes
para ayudarse mutuamente:
Lo bueno que tenemos nosotros es que venimos
juntos desde cuarto año; desde ahí somos el mismo curso. Ya nos recontraconocemos y sabemos la realidad de cada uno:
sabemos bien quiénes están en dificultades, quiénes no.
Cuando se trata de un video, de un audio, lo que sea, y
algunos no lo pueden ver: o buscamos la manera de mandárselo para que lo
puedan ver en el celu o les comentamos de qué trató,
para que no se encuentren en la nada. (Estudiante, varón, 18
años, Ipem)
Esto sucedió en los cursos más avanzados, pues existían vínculos previos.
Fue más complejo entre quienes estaban en los primeros años o recién se conocían.
Las mujeres de las familias también tuvieron un papel central en estas
redes de acompañamiento pedagógico. Las madres ayudaron a hijos propios y
ajenos a resolver las demandas escolares. No obstante, es importante distinguir
entre familias que tuvieron menores dificultades
para acompañar a sus hijos, de las que tuvieron mayores obstáculos
en relación a la disponibilidad de capitales requeridos
para hacerlo.
Las jóvenes que ayudaron a otros repartieron su tiempo entre
actividades propias y ajenas. A diferencia de los varones, ellas ocuparon roles
más protagónicos en el trabajo de cuidado. Sobre esto se volverá en el próximo
apartado.
Las situaciones presentadas dan cuenta de las complicaciones que conllevó
la educación remota para quienes no contaban con los recursos necesarios para
transitarla. Sin embargo, estos jóvenes se movilizaron de diversas maneras para
encontrar soluciones. Incluso, al contrario de las perspectivas adultocéntricas, algunos se posicionaron políticamente
sobre el tema, reconociendo las desigualdades que los
atraviesan y analizando las acciones gubernamentales durante el aislamiento:
Hay una desigualdad que se nota
porque hay compañeros que no tienen las mismas
herramientas que tiene uno para hacer el mismo trabajo. A lo mejor,
ellos a la información la sacan de un libro y yo tengo que abrir internet. Una de las soluciones es que a través del Gobierno se proporcionen nuevamente las computadoras
e internet.[11] Hoy en
día todo es 11 internet, y muchas veces eso es lo que algunos profesores no entienden tampoco. (Estudiante,
varón, 18 años, Ipem)
Como señala Pérez (2023), las
juventudes efectivamente construyen discursos políticos, preguntas y posibles
resoluciones sobre las problemáticas de los contextos en los que viven. El problema es que sus miradas no fueron tenidas en cuenta en el ámbito
de concertación de programas o acciones estatales durante el tiempo de
covid-19.
La relación con el trabajo durante la pandemia
Las familias más empobrecidas fueron las que
padecieron mayores angustias económicas durante la crisis de covid-19 en
Argentina (Rajoy & Semán, 2022). Al mismo tiempo que
empeoraron las condiciones del mercado de trabajo (asistieron a despidos y
pérdidas salariales) aumentaron las necesidades de recursos necesarios para
resolver la vida cotidiana. En este marco, la investigación citada señala que los
jóvenes que no trabajaban antes de la pandemia salieron a hacerlo,
ocupando un rol más protagónico en las estrategias de reproducción familiares.
Sin embargo, quienes colaboraron en esta investigación, en su mayoría
ya trabajaban desde antes del aislamiento. Incluso, la inestabilidad y
precariedad laboral son características persistentes y constitutivas de sus
trayectorias laborales desde temprana edad (Pérez, 2022).
La relación con el trabajo estuvo fuertemente ligada al género. En el caso
de los varones, se modificaron los tipos de trabajos que
desempeñaban. Muchos de ellos eran temporarios en el sector de la construcción,
pero con el Aspo y el cese de esa actividad económica, buscaron otras ofertas.
La generalidad se volcó a la mensajería y al trabajo en el sector gastronómico
dentro del mismo barrio. En estos casos se produjo una «reconfiguración
espacial» (Barriach et al., 2022)
hacia dentro de los barrios. También hubo varones que
continuaron con sus trabajos anteriores lejos de sus viviendas, lo que implicó
moverse y circular por tiempos prolongados por la ciudad en motos o bicicletas.
Esto supuso atravesar múltiples cordones de controles policiales y municipales que se
aplicaron con mayor frecuencia sobre personas provenientes de
barrios de clases populares (Facultad de Ciencias Sociales, 2020).
La menor parte de los varones
entrevistados que
trabajaron por primera vez en pandemia lo hicieron en pequeños emprendimientos familiares. La entrada al mundo
laboral durante este contexto supuso cambios notables en sus vidas cotidianas:
Empecé a trabajar
en la pandemia. Soy ayudante de mi papá; es herrero y tenemos un pequeño taller. Antes de la pandemia le ayudaba en mis ratos
libres (…). Ahora, como no estaba yendo al colegio, arranqué todos los días. (Estudiante, varón, 18 años, Ipem)
Estos cambios produjeron un
desplazamiento de los tiempos dedicados a la escuela, pero no su abandono; más
bien se produjo una superposición de tareas.
En el caso de las mujeres, la
precariedad también fue la principal característica de los trabajos
prepandémicos y los pandémicos. Las que tenían ocupaciones en comercios lejos del barrio perdieron sus trabajos
a partir del Aspo. Las que
salieron a trabajar por primera vez, como los varones, lo hicieron en los
rubros más solicitados: cocinas de rotiserías, elaboración de comida casera
para vender a los vecinos del barrio; otras se incorporaron a los trabajos que tenían sus madres limpiando casas o cuidando niños.
Algo no varió durante este tiempo
para ellas: la mayoría continuó haciendo trabajo doméstico y de cuidados no
remunerado (TDCNR)[12] en sus propios hogares.
Sin la escuela 12 o los trabajos fuera de sus viviendas, tuvieron más tiempo
disponible para realizar este tipo de tareas. Esto se condice con informes que señalan que
durante el Aspo aumentaron las horas dedicadas al trabajo de limpieza, cocina,
organización del hogar y cuidados de personas. De hecho, hasta agosto de 2020
«la distribución del TDCNR fue estructuralmente desigual: 9 de cada 10 mujeres
realizan estas tareas, que significan en promedio 6.4 horas diarias. Ellas dedican tres
veces más tiempo que los
varones» (D’Alessandro et al., 2020, p. 3). Las jóvenes se constituyeron en el pilar
del sistema de cuidado durante el tiempo de pandemia (González et al., 2020).
En la cotidianeidad de las mujeres,
el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado se compatibilizó, en la medida
de lo posible y no sin esfuerzos, con las tareas escolares y con el empleo
fuera de las viviendas:
—¿Y vos ayudabas
a tus hermanos con las tareas?
—Me daba un
tiempo para mis hermanos y, después, un tiempo para mí (…). Empecé a trabajar
con la pandemia; antes no trabajaba. Trabajo limpiando un gimnasio, después
cuidando a dos nenas y hago limpieza en casa particular.
—¿Y cómo te
dividís el tiempo entre eso y lo de la escuela?
—Y, donde cuidaba
a los nenitos, la hacía cuando ellos dormían… Yo trabajaba ahí toda la semana y
los sábados hacía otro trabajo: de lunes a viernes eso y los sábados iba a otro
trabajo… Ahí, cada vez que me
tomaba un descanso hacía la tarea. (Estudiante, mujer, 17 años, PIT)
La superposición de trabajo y
estudio fue la regla en la mayoría de las y los jóvenes, sobre todo para las
mujeres. Hay una fuerte evidencia empírica de que la escuela sufrió cambios en el orden de prioridades
fundamentales en función de lo necesario para la reproducción de la vida
cotidiana: siguió siendo prioridad, pero alternadamente con otras actividades y
con menos tiempo disponible.
Este hecho permite reflexionar acerca de los modos en que se anudan distintos tipos de desigualdades y los modos
en que este
encadenamiento (re)produce estructuras duraderas de distribución asimétrica de
diferentes capitales (Reygadas, 2004).
Sociabilidad, participación y
afectividad durante la pandemia
Feixa (2021)
señala que la juventud es
un momento vital de apertura al exterior, al espacio público, al grupo de
pares, a la expresión corporal. Por ello, soportar varias semanas de confinamiento se constituyó en un problema. En la misma línea,
Elizalde (2022) plantea dos vías de organización y despliegue de los cuerpos
jóvenes que
interesan a este trabajo: primera, el encuentro y la sociabilidad y, segunda,
la autonomía expresiva y la sexo-afectividad.[13] Estas dimensiones que otorgaban sentido a esas corporalidades antes del
aislamiento, se vieron modificadas y
desarticuladas a partir de la crisis sanitaria.
En el presente apartado se retoman
estas discusiones a la luz del mapeo construido con las juventudes de Villa
María. Se muestran dos temáticas que
señalaron como centrales por tensionar aquello que —desde
sus perspectivas— constituye la condición juvenil.
Cabe aclarar que algunos aspectos señalados aquí no son exclusivos de las juventudes de las clases
populares, sino que más
bien alcanzan a las de otros sectores sociales (Núñez, 2020; Vommaro, 2022).
Sociabilidad, participación y aprendizajes durante la
pandemia
En su mayoría, el grupo de jóvenes colaboradores extrañaron la dinámica de
sociabilidad que ofrece la escuela (Núñez, 2020). El vínculo con pares
y docentes, la proximidad, el cuerpo a cuerpo, los pequeños
rituales cotidianos y los recreos fueron los aspectos más reiterados:
—¿Qué extrañas de la escuela?
—El ruido; mi ruido.
—¿Cómo sería tu ruido?
—Era ese ruido en el que uno se
siente cómodo, porque ya el silencio de la casa hasta a uno lo abruma (…),
es una monotonía. En el colegio constantemente te sentías acompañado por
alguien, no por algo material. Y también el contacto; el contacto con la gente
es extrañable. (Estudiante, varón, 18 años, Ipem)
En esta dirección, el vacío que dejó la ausencia de la escuela en la vida cotidiana
frecuentemente produjo aburrimiento, hastío e incomodidad. Pero, a riesgo de
romantizar o simplificar algo tan complejo, es necesario aclarar que la
presencialidad escolar se añoró no solo por el encuentro con otros y otras,
sino también, por ser un espacio de aprendizaje por excelencia, a diferencia de
la vivienda:
Acá en mi casa me distraigo; me pongo a hacer otras
cosas, no como en la escuela. Extraño a mis compañeros y los profesores que, cuando
no entendía algo, siempre me lo explicaban dos veces o tres veces, hasta que pudiera
entender. (Estudiante, mujer, 17 años, PIT)
En las clases populares los escasos espacios disponibles en las viviendas
también funcionaron como obstaculizadores en relación a las posibilidades para
responder a las demandas escolares. La mayoría de jóvenes de esta investigación
no tuvo acceso a lugares cómodos y privados para estudiar. Este aspecto se
profundizará en el próximo subeje.
No solo la escuela cerró sus puertas físicas. También se pusieron
entre paréntesis múltiples espacios de participación escolar y extra-escolar. A
modo de ejemplo, los deportes que practicaban (fútbol, balonmano, boxeo) fueron
suspendidos. Esto trastocó notoriamente la organización de la vida cotidiana:
La escuela era
desde las 2 de la tarde hasta las 6, y después yo jugaba al fútbol. Entrenaba
todos los días. Era: trabajo, colegio y entrenamiento… Y de repente se cortó
todo de una. (Estudiante, mujer, 19 años, PIT)
Sucedió algo similar con los
talleres culturales (teatro, música, danza) de los que participaban. Aunque aquí es
necesario hacer una aclaración: quienes
formaban parte de talleres municipales gratuitos no tuvieron posibilidad de
continuarlos de manera remota: se suspendieron completamente y demoraron mucho
tiempo en volver a abrir sus convocatorias. En cambio, quienes asistían a espacios culturales privados y pagos
tuvieron otras experiencias: continuaron vinculados a esas actividades de
manera virtual. Incluso, a medida que se
levantaron las restricciones, volvieron rápidamente a la presencialidad.
El detenimiento también alcanzó los
programas de participación política gestionados por el Estado municipal: muy
pocos continuaron en la virtualidad y, si lo hicieron, fue ocasionalmente. Sin
embargo, persistieron los espacios gestionados por jóvenes, como los centros de
estudiantes. Sus participantes buscaron estrategias para continuar durante la
pandemia. Por un lado, sostuvieron reuniones virtuales quincenales para la comisión directiva y, en segundo
lugar, priorizaron —dentro de lo que
posibilitaba el contexto— brindar información y acompañar a sus pares:
La piloteamos
durante el año. Yo hice el Instagram del centro de estudiantes como para tener
más comunicación con los pibes, ¿viste? Como para que no se sientan tan solos, que sepan que
estamos, que más
allá de que no
podemos hacer nada de lo que hace
un centro de estudiantes, estamos ahí para acompañar. (Estudiante, varón, 18
años, Ipem)
Los datos recogidos en esta
investigación muestran que los
centros de estudiantes se mantuvieron en funcionamiento a partir de la
autogestión de sus miembros. En otros lugares, las investigaciones muestran
datos diferentes: los gobiernos locales acompañaron y reforzaron el
sostenimiento de estos espacios políticos, entendiéndolos como neurálgicos para
la participación juvenil (Sánchez, 2023).
Las iglesias evangélicas también
permanecieron activas en modalidad virtual. Estos lugares se constituyeron en
importantes capitales (Rajoy & Semán, 2022) para
sostener la vinculación con pares, pero también para conseguir recursos
necesarios para la reproducción de la vida cotidiana familiar.
Más allá de estas escasas
propuestas, al igual a que otros
grupos etarios, las juventudes asistieron a un repliegue hacia adentro de la
casa y del barrio: el devenir de la vida cotidiana se enmarcó en esos lugares.
Lo propio del «ser joven», que
señalan los trabajos de Elizalde (2022), Feixa (2021)
y Núñez (2020), fue socavado desde múltiples frentes. Esto produjo
angustia (Barcala et
al.,
2022), soledad y desánimo.
Dificultades para sostener y construir vínculos afectivos durante
pandemia
Como se señaló más arriba, el despliegue de los cuerpos jóvenes se vio
fuertemente afectado en el ámbito de la autonomía expresiva y la
sexo-afectividad. Elizalde (2022) señala que la pregunta por la vida
sexual de las juventudes quedó vacante durante la pandemia. Se interroga por las
«condiciones de producción y despliegue del (auto)erotismo, la seducción y el
relacionamiento virtual o presencial con otres» (p. 68), en el marco de un
contexto de hipervigilancia adulta hacia adentro (la familia) y hacia afuera
(los vecinos y los controles de las fuerzas de seguridad) de las viviendas.
En esta investigación se hallaron dos elementos centrales que dificultaron
el despliegue del cuerpo en este ámbito. En primer lugar, la pérdida de
privacidad fue determinante, ya que quienes colaboraron no tenían espacios propios/íntimos en
sus hogares, a diferencia de jóvenes de sectores socioeconómicos más altos. Los
espacios que habitaron cotidianamente se compartieron continuamente
con adultos y niños. Sumado a ello, muchos jóvenes se vieron obligados a
convivencias no deseadas (con la familia de la pareja, con la familia
extendida), apresuradas (Rajoy & Semán, 2022) o
forzadas (Chaves, 2021b).
En segundo lugar, también contribuyó el miedo. La pandemia también fue un
tiempo de temores y dolores. Fue un período angustioso, de incertidumbre,
displacer y pérdidas, lleno de privaciones materiales, pero también anímicas
(Rajoy & Semán, 2022):
Es complicado construir un vínculo a través de mensajes;
es horrible, es pésimo. Tampoco podés decir: «salgo a
ver a esa persona», porque no. A lo mejor lo ponés en
riesgo, a su salud, tu salud, la salud de la familia y todo eso [piensa en
silencio]. Se trata de sostener los vínculos pero sin
saber hasta qué punto; no sabemos hasta dónde vamos a llegar. (Estudiante,
varón, 18 años, Ipem)
El miedo a dañar a otros fue una constante. Los discursos que
públicamente los responsabilizaron como principales vectores de contagio y como
actores sociales irresponsables[14] tuvieron sus efectos
(Pérez, 2023; Sánchez, 2023). En este sentido, asumirse como «peligrosos» les
produjo una multiplicidad de contradicciones:
Yo entiendo que no nos podemos juntar, que es peligroso, que contagiamos, pero a veces tengo ganas de tirar todos los protocolos al
carajo y abrazar a alguien. Entiendo lo que implica el cuidarse, las medidas y todo… Pero es como la frase de una
canción de La Renga[15]: «Loco de pensar, queriendo entrar en razón y el corazón, tiene razones que la propia razón nunca entenderá». (Estudiante, varón,
18 años, Ipem)
Sin embargo, cabe aclarar que estos temores convivieron junto a diversas estrategias
que desplegaron
junto a sus pares para esquivar las
restricciones impuestas en algunas ocasiones. Como sostiene Duarte (2000),
tales contradicciones o incomodidades también forman parte de la tensión
existencial (entre lo que se quiere o desea y lo que imponen las adulteces) que
produce el hecho de habitar la condición juvenil.
Discusión
Dos preguntas guiaron este trabajo:
¿qué aspectos de la
vida cotidiana de las y los jóvenes de clases populares afectó la pandemia de
covid-19? ¿De qué modos
las desigualdades condicionaron tales afectaciones? Para responderlas se
desarrolló un abordaje cualitativo entre 2020 y 2022 que permitió acercarse a la vida cotidiana de jóvenes de
entre 16 y 19 años, sus docentes y familiares. Los datos hallados posibilitaron
la construcción de un mapeo que
muestra las afectaciones (muchas veces subterráneas e invisibilizadas) que atravesaron estos sujetos.
El estudio se enfocó en un grupo de
jóvenes de clases populares. Esto requirió prestar atención a las desigualdades que los atraviesan. Se retomaron investigaciones sobre la co-existencia de desigualdades preexistentes, persistentes
y emergentes durante la pandemia (Assusa &
Kessler, 2020; Núñez, 2020; Vommaro, 2022), lo que permitió colocar a las juventudes de clases populares
como los más desfavorecidos dentro de su grupo etario por la crisis del
covid-19.
El mapeo construido consta de tres
tópicos generales: 1) la relación con la escuela durante la pandemia; 2) la
relación con el trabajo durante la pandemia; 3) sociabilidad, participación y
afectividad durante la pandemia.
El primero permitió mostrar los
múltiples problemas que la educación
remota les produjo. Confirmando
hipótesis propias y de otras investigaciones, la desigualdad de acceso a
dispositivos tecnológicos y conectividad redujo la posibilidad de responder a
las demandas escolares. Asimismo, se evidenció que las habilidades necesarias para trabajar con internet
funcionaron como otra barrera. En ese punto se discutió con categorías como la
de nativos digitales y se hizo énfasis en los capitales requeridos para hacer frente a la escuela en modalidad
virtual (Benítez & Ugarte, 2019).
En oposición a los discursos que subrayan el desinterés de las y los jóvenes sobre sus
procesos de escolarización, esta investigación los mostró preocupados por los
modos de enseñanza y aprendizaje de los que forman parte. Se involucraron en las estrategias didácticas de sus
docentes, se posicionaron políticamente sobre estos temas y reconocieron
diferentes aspectos de las desigualdades que los atraviesan. Frente a los conflictos que les
opuso la continuidad pedagógica, diseñaron diferentes estrategias para
enfrentarla. El modo más recurrente fue la construcción de redes de solidaridad
y apoyo entre pares; esto evidenció la preeminencia de la tendencia hacia lo
colectivo que
caracteriza a la condición juvenil (Duarte, 2000).
En el segundo punto, a diferencia de
lo que sugieren
algunas investigaciones sobre la entrada al mundo laboral por primera vez a
partir de la pandemia, la mayoría de jóvenes colaboradores ya trabajaban desde
antes. La mayoría lo hacía en condiciones inestables y precarias que persistieron o se profundizaron durante el Aspo.
Los cambios en la relación con el
trabajo produjeron un desplazamiento de los tiempos dedicados a la escuela,
pero no ocasionaron su abandono en el caso de los entrevistados. Más bien se
produjo una superposición de tareas tanto en los varones como en las mujeres;
aunque lo fue con más
intensidad para ellas, al hacerse cargo del trabajo doméstico y de cuidados no
remunerados. Así, la relación con el trabajo estuvo fuertemente relacionada con
el género.
En tercer lugar, la pandemia afectó
los espacios de sociabilización y participación política de las juventudes.
Además de la escuela, forman parte de espacios políticos, deportivos,
culturales y artísticos que se
vieron suspendidos. Sumado a esto, las juventudes se vieron imposibilitadas
para desplegar vínculos afectivos y sexoafectivos. Esto produjo angustias y
padecimientos, pues este es un momento vital de apertura al exterior, al
espacio público, al grupo de pares, a la expresión corporal (Feixa, 2021).
La mayoría asistió a un repliegue
hacia adentro de la casa y el barrio. Las condiciones habitacionales de los más
empobrecidos imposibilitaron tener espacios de privacidad en la vivienda.
Además, la desigualdad tuvo otro efecto: quienes asistían a espacios culturales y artísticos pagos pudieron continuar
en modalidad virtual durante el aislamiento; en cambio, quienes eran parte de talleres gratuitos y estatales, se
vieron imposibilitados de continuar en esos lugares.
Aquí emerge un interrogante acerca de la presencia del
Estado como garante de derechos durante la pandemia. Los datos relevados
permiten mostrar que este
grupo etario fue leído principalmente como «estudiantes», sin tener en cuenta
otros procesos sociales de los que
también forman parte. En este sentido, cabe preguntarse: más allá de la
escuela, más allá de políticas de transferencia monetaria, ¿qué espacios se habilitaron para las juventudes más
empobrecidas en esos términos?
A riesgo de homogeneizar, el diálogo
con una investigación reciente (Sánchez, 2023) permite visibilizar que las propuestas de los Estados locales no fueron
homogéneas. A diferencia del gobierno de Villa María, otros reforzaron e
incentivaron la participación más allá de las dificultades coyunturales. En el caso analizado, esta
dimensión quedó
relegada a la autogestión de las y los jóvenes.
El covid-19 también implicó miedos e
incertidumbres para las juventudes. Algunos vinculados al presente, a la
imposibilidad de concretar planes, y otros con respecto al futuro,
especialmente cuando estaban por terminar la escuela secundaria: ¿lo aprendido
en la escuela alcanza para ingresar a la universidad?, ¿lo aprendido en el
secundario sirve para conseguir un trabajo? En diálogo con otras
investigaciones (Chaves, 2021b), cabe preguntarse: ¿cómo construir porvenires y
futuros bajo la incesante incertidumbre del tiempo pandémico y las situaciones
de desigualdad que
atraviesan?, ¿qué desafíos presenta esto para las ciencias sociales y los
gobiernos latinoamericanos?
Este escrito pretendió mostrar de
manera compleja a las juventudes de clases populares. Las posicionó como
sujetos de derechos y agentes sociales que poseen puntos de vista sobre el mundo social en el que viven. En sintonía con otros estudios, se insistió en
su capacidad para participar en procesos de objetivación de sus vidas
cotidianas y se resaltó el protagonismo que tuvieron en la (re)producción cotidiana de sus hogares y en sus procesos
de escolarización durante la pandemia. Se evidenció que la homogeneidad que reúne a quienes
comparten una clase de edad, en realidad, tiene procesamientos heterogéneos a
partir de la clase social, el género, los territorios habitados y las
desigualdades acumuladas a lo largo de la propia historia y la familiar.
El mapeo construido situadamente
permitió reponer diferentes aspectos de sus vidas cotidianas en pandemia desde
sus propias perspectivas. Quedó
pendiente indagar sobre la vuelta a la presencialidad y las modalidades que tomaron estos tópicos así
como los nuevos problemas que
generaron. Por ahora, los hallazgos posibilitan construir interrogantes en dos
sentidos: en primer lugar, con respecto al diseño, ejecución y evaluación de
políticas públicas. La investigación mostró los puntos ciegos de la gestión
gubernamental de la pandemia. Puso en discusión (desde las perspectivas de un
grupo de jóvenes de clases populares) los efectos de territorialización de las
medidas que
tomaron gobiernos de distintas escalas para administrar un tiempo de crisis.
Atendiendo a los tres tópicos construidos en el mapeo colaborativo y a datos
recientes sobre el aumento de las desigualdades y el empeoramiento de las
condiciones de la vida joven (Vommaro & Pérez,
2023), es necesario preguntarse por los desafíos que
plantean estas situaciones a los gobiernos latinoamericanos: ¿qué políticas y programas son necesarios para generar
acciones tendientes a la reducción de brechas de desigualdad entre las
juventudes?
Paralelamente, el estudio visibiliza
la ausencia de la mirada joven en la construcción de políticas públicas de las que son destinatarios. Allí las ciencias sociales pueden
hacer valiosos aportes acerca de cómo articular las experiencias juveniles
situadas con el diseño, ejecución y evaluación de políticas, a fines de interpelarlos en su complejidad.
En segundo lugar, tales
planteamientos producen una serie de desafíos hacia adentro del campo de estudios sobre juventudes en las ciencias
sociales: ¿qué
lugares se habilitan en las agendas científicas para este grupo social?, ¿desde qué perspectivas político-epistemológicas se los convoca a
participar de los procesos de investigación?, ¿cómo se jerarquizan sus propias perspectivas y desde qué marcos teóricos son analizadas?
Entre los desafíos más urgentes que resultan de este trabajo, se subraya la necesidad de que las juventudes dejen de ser habladas por los adultos.
Esto plantea un compromiso para quienes se
especializan en estos temas: ¿cómo construir procesos de investigación
tendientes a la colaboración que
posibiliten la participación activa de las juventudes?
Agradecimientos
A las y los jóvenes, sus familias y sus docentes por
participar y colaborar en este proceso durante tiempos tan complejos. A mi
director de tesis, por su lectura atenta y generosa. Al tribunal evaluador, por sus aportes pertinentes y necesarios.
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Notas
*El artículo se enmarca en una investigación desarrollada en el durante un proceso de tesis doctoral financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, cuyo título es: «Jóvenes y Estado: usos, sentidos, territorios y desigualdad. Producción social de las juventudes de clases populares en la ciudad de Villa María (Córdoba)». Comenzó en marzo de 2020 y finalizó en 2022. Área: sociología, antropología. Subárea: juventudes, desigualdades.
[1] Villa María es una ciudad media,
ubicada al sureste de la provincia de Córdoba, Argentina.
[2] En marzo
de 2020 el Gobierno anunció la «continuidad pedagógica» y el sostenimiento de
la escuela en «formato virtual» o «remoto», en el marco del conjunto de medidas
destinadas a enfrentar el avance del covid-19. En paralelo a los decretos
presidenciales del Aspo, el 15 de marzo de 2020, mediante Resolución 106/2020
del Ministerio de Educación, se inauguró el programa Seguimos Educando. Este posicionó
a la escuela como una «institución irremplazable» y, tuvo el objetivo de
facilitar el acceso a recursos, contenidos educativos y bienes culturales hasta
que se superara la
situación de emergencia; allí emergió la noción de pedagógica. En la provincia de Córdoba, el
Decreto Provincial 201/2020 del 20 de marzo de 2020 certificó la adhesión del Gobierno local a lo dispuesto por el
Decreto Nacional.
[3] El
plural hace referencia a las y los adultos.
[4] El uso
de la categoría puntos de
vista remite a la que
construye el sociólogo Pierre Bourdieu (1999): son las tomas de posición
(subjetivas) que las y
los agentes sociales realizan a partir de la posición (objetiva) que ocupan en el espacio social. En sus palabras: «cada
agente tiene un conocimiento práctico, corporal, de su posición en el espacio
social, un "sense of
one’s place", como dice Goffman, un sentido de su lugar (actual y potencial), convertido en un sentido
de la colocación que rige
su propia experiencia del lugar ocupado» (p. 242).
[5] Cabe
aclarar que estas
se distribuyen geográficamente
en la totalidad de barrios populares de la ciudad y que 5 los entrevistados provienen de diversos enclaves
territoriales. A su vez, el presente estudio abarcó a la mayoría de las
instituciones escolares a las que
asisten las juventudes de barrios populares de dicha ciudad.
[6]
Instituto Provincial de Educación Media (Ipem); Instituto Provincial de
Educación Técnica (Ipet); Instituto 6 Provincial de Educación Técnica y Media
(IpetyM); Programa de Inclusión y Terminalidad de la educación secundaria y de
formación laboral para jóvenes de 14 a 17 años (PIT) y ProA, Escuela Media en
la que se desarrolla
un Programa Avanzado con énfasis en tecnologías de la información y la
comunicación. Es pertinente aclarar que todos estos establecimientos son públicos y dependen del Ministerio de
Educación de la provincia de Córdoba.
[7] Centro
Educativo de Nivel Medio para Adultos (Cenma), perteneciente a la Dirección
General de Educación de 7 Jóvenes y Adultos (mayores de 18 años) dependiente
del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba.
[8] Como
sostiene Combessie (2005), la construcción de tipologías, es decir, de «tipos
sociales de comportamiento, de representaciones, de situaciones, de
condiciones», nos permite poner en evidencia la diversidad de definiciones sociales y, al mismo tiempo, «constatar
semejanzas y diferencias, reagrupar elementos en función de sus caracteres
comunes y distinguirlos de aquellos que difieren de
ellos» (p. 17).
[9] Las
instituciones villamarienses no fueron la excepción: cada docente enviaba de
actividades a sus estudiantes 9 mediante distintos formatos: Word, PDF, Power
Point y, en algunos casos, en papel. La tarea de las y los jóvenes consistía en
recibir las actividades mediante correo electrónico, WhatsApp o plataformas
virtuales (especialmente Google Classroom), para luego realizarlas y
devolverlas a sus docentes a través de fotos, correos electrónicos o aula
virtual para su posterior corrección.
[10] La
heterogeneidad de estrategias de uso y acceso a dispositivos y conectividad que conllevó este proceso fueron abordadas detalladamente
en trabajos anteriores (Monti, 2023; Monti & Assusa, 2023).
[11] El
estudiante entrevistado refirió al
programa Conectar Igualdad; un programa del Ministerio de Educación Nacional que contempla la distribución de material educativo y
tecnológico y acciones de conectividad a lo largo de todo el país. Este
distribuye computadoras en modalidad uno a uno a los y las estudiantes de secundaria y educación
especial de las escuelas públicas. Asimismo, cabe aclarar que es una política que, aunque
continúa vigente, se fue transformando a lo largo de los años según las
diferentes coyunturas políticas y económicas.
[12] «Es el
trabajo que
permite que las
personas se alimenten, vean sus necesidades de cuidados satisfechas, cuenten
con un espacio en condiciones de habitabilidad, reproduzcan en general sus
actividades cotidianas y puedan participar en el mercado laboral, estudiar o
disfrutar del ocio, entre otras» (D’Alessandro et al., 2020, p. 3).
[13] En su
trabajo, la autora plantea una vía más: la lucha política contra las
desigualdades de género; pero esta dimensión no será abordada a partir de la
ausencia de centralidad que las y
los jóvenes que
participaron en la investigación le otorgaron.
[14] Uno de
los hechos que marcó
un punto de inflexión
sobre esto fue el 4 de enero de 2021, cuando trascendió y se viralizó un
discurso del presidente Alberto Fernández en el que exponía y señalaba a las y los jóvenes como sujetos que, ni cumplían las medidas de cuidado, ni advertían el
riesgo social que eso
conllevaba. Se los posicionó como posibles responsables del regreso a medidas
de restricciones similares a las del Aspo (Alberto Fernández sobre el
coronavirus…, 2021; Alberto Fernández: Los jóvenes…, 2021; Coronavirus: El
riesgo de…, 2021).
[15] Banda de
rock nacional autora de la canción que cita el joven: El final es
de donde partí.
Para citar este artículo: Monti, D. A. (2023). Juventudes de
clases populares y covid-19: vida cotidiana y desigualdades. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y
Juventud, 21(3), 1-24. https://doi.org/10.11600/rlcsnj.21.3.5960