Segunda sección: estudios e investigaciones
DOI: 110.11600/rlcsnj.22.1.5797.
Crisis ecológica global y educación desde la perspectiva de las juventudes*
Global ecological crisis and education from young people perspective
Crise ecológica global e educação a partir de uma perspectiva da Juventudes
Pablo Aránguiz Ph. D.1
Jorgelina Sannazzaro Ph. D.2
1 York University, Canadá. Investigador Doctoral Becas Chile, Instituto de Gestión de la Innovación y del Conocimiento Ingenio, Universitat Politècnica de València, España. Investigador Asociado, Young Lives Research Laboratory, York University, Ontario, Canadá. 0000-0001-5247-9007. H5: 2. Correo electrónico: pabarme@doctor.upv.es
2 Centro de Resiliencia, Adaptación y
Mitigación, Universidad Mayor, Temuco, Chile. Centro de Resiliencia, Adaptación
y Mitigación, Universidad Mayor, Temuco, Chile. 0000-0003-1223-4253. H5: 5.
Correo electrónico: jorgelina.sannazzaro@umayor.cl
Recibido: 02.12.2022 Aceptado: 05.06.2023
Publicado: 10.11.2023
Resumen (analítico)
Considerando el papel preponderante de las
juventudes en los movimientos de justicia climática, nuestra investigación (de
carácter cualitativo) analiza de forma crítica, bajo la mirada de las
transiciones justas, los enfoques utilizados para pensar la cuestión
intergeneracional ante la crisis ecológica. Ello a partir de algunas
reflexiones coproducidas con doce jóvenes provenientes de tres países
sudamericanos. Ellas fueron participantes del laboratorio «Educación,
juventudes y justicia climática» desarrollado en el III Foro Abierto de
Ciencias de América Latina y el Caribe, 2021 (Unesco). Nuestros resultados
reconocen a las juventudes como sujetos protagonistas en los procesos de
transición que les afectan a corto, mediano y largo plazo, al mismo tiempo que
proporcionan algunas claves que permiten resituar el papel de la educación en
los procesos de construcción de sociedades más justas y sostenibles.
Palabras
clave:
Juventud; educación; crisis ecológica; desigualdad social. Tesauro de Ciencias Sociales
de la Unesco.
Abstract (analytical)
Considering the central role of young people in climate justice
movements, this qualitative research uses a just energy transition perspective
to critically analyze intergenerational issues in relation to the ecological
crisis. This research focuses on reflections co-produced with twelve young
people from three South American countries who were participants in the
«Education, youth and climate justice» laboratory that was part of the III Open
Forum of Sciences of Latin America and the Caribbean, 2021 and organized by Unesco. The results identify young people as protagonists
in just transition processes that affect them in the short, medium and long
term. The results of the study point to the need to redefine the role of
education in the construction of more just and sustainable societies.
Keywords: Youth; education; ecological
crisis; social inequality Resumo (analítico)
Considerando o papel preponderante da juventude nos movimentos de justiça climática, nossa pesquisa
qualitativa analisa criticamente, a partir da perspectiva das transições justas, as abordagens
utilizadas para pensar a questão intergeracional
diante da crise ecológica com base em algumas reflexões coproduzidas com doze jovens
de três países sul-americanos,
participantes do laboratório «Educação,
juventude e justiça
climática» desenvolvido no III Fórum Aberto de Ciências da América
Latina e do Caribe, 2021 (Unesco). Nossos resultados reconhecem os jovens como
protagonistas nos processos de transição
que os afetam a curto, médio
e longo prazo, ao mesmo
tempo em que fornecem algumas
chaves que nos permitem reposicionar o papel da educação nos processos de construção de sociedades mais
justas e sustentáveis.
Palavras-chave: Juventude;
educação; crise ecológica; desigualdade social. Introducción Las cuestiones intergeneracionales han estado
presentes en el debate medioambiental desde sus inicios. Este marco fue
explícito en el informe Brundtland Our common future (World Commission on Environment
and Development, 1987) que concebía el desarrollo
sostenible como «la capacidad de las generaciones actuales para satisfacer sus
necesidades sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer sus propias necesidades» (Newell et al., 2020, p. 33). En las luchas
por la justicia climática, la que le corresponde a las
generaciones venideras es una reivindicación central de movilización: que los
responsables y contaminadores rindan cuentas ahora por imponer a las
generaciones futuras los riesgos y peligros de los que no son responsables
(Newell et al., 2020, p. 34). Bajo nuestra perspectiva, si bien este
enfoque es fundamental para focalizar la atención en las responsabilidades
intergeneracionales, presenta diversas dificultades en lo que refiere a la
planificación, diseño y ejecución de políticas; especialmente en tanto se
presenta mediante un aplazamiento interminable de la toma de decisiones. Es por
ello que consideramos que merece una problematización adicional en la que
ahondaremos en las próximas páginas. En los últimos quince años, un creciente
volumen de literatura académica se ha centrado en los fundamentos teóricos y
prácticos de la transición justa, reconociendo la necesidad de analizar las
preocupaciones sociales, la injusticia y las desigualdades al abordar los
problemas medioambientales (Heffron & McCauley, 2018; Morena et al., 2018; Snell, 2018). Para ser
transformadoras, las políticas e iniciativas locales requieren abordar las
causas profundas de la pobreza, de las desigualdades y de la degradación
medioambiental, así como también promover procesos políticos inclusivos y la
igualdad social (Krause & Roth, 2018). De acuerdo con Morena et al. (2018),
la comprensión de la transición justa a menudo varía en cuanto a la forma en
que deben conformarse o establecerse las estructuras de gobernanza, las
instituciones y las políticas; así como también a quién debe dirigirse la
justicia (a los seres humanos, a la naturaleza, a los grupos particulares o a
todas las personas), el tipo de justicia ambiental (climática, energética,
social, etc.) y la forma en que debe procurarse (mediante la justicia
distributiva, procedimental, restaurativa o de reconocimiento e
intergeneracional). Aunque la investigación en relación con los
impactos de la crisis ecológica global en la juventud es todavía escasa (Barraclough et al., 2021), existe un consenso creciente y
general en las comunidades científicas de que niñas, niños y jóvenes sufren
impactos diferenciados y directos del cambio climático (McMichael, 2014; Unicef
& Plan International, 2011). Lo anterior se puede entender, en primer
lugar, debido a que, aunque la desigualdad social y los desequilibrios de poder
están en el centro de la crisis ecológica global, el papel de la justicia entre
diferentes generaciones sigue sin abordarse suficientemente desde los estudios
sobre sustentabilidad (Barraclough et al., 2021; Rana
et al., 2020). En segundo lugar, si bien desde los estudios sobre juventudes en
los últimos años se han abordado cuestiones relacionadas con el Antropoceno
(Kelly et al., 2022; Kraftl et al., 2022) o se ha posicionando a los jóvenes desde los márgenes o en la
periferia (Soler-I-Martí et al., 2021; Tilleczek,
2021a), la investigación sobre juventudes y las cuestiones medioambientales
sigue siendo muy limitada (Spannring & Hawke, 2021). Existen al menos tres buenas razones para
centrarse en los impactos de la crisis climática entre niñas, niños y
juventudes (Sanson et al., 2019; Sanson
& Burke, 2020). La primera es su mayor
vulnerabilidad ante dichos impactos. Los datos de la Organización Mundial de la
Salud (2018, p. 11) muestran que los niños sufrirán más del 80 % de las
enfermedades, lesiones y muertes atribuibles al cambio climático, de modo que
los efectos directos del calor extremo, la sequía y los desastres naturales
(McMichael, 2014) serán más frecuentes con las temperaturas más cálidas y con
los cambios en los patrones de lluvia. La segunda razón habla de la injusticia
de la precariedad ecológica y del doble peligro que corren los jóvenes de bajos
ingresos. Por ejemplo, los impactos más graves del cambio climático se prevén
en los países de ingresos bajos y medios, donde vive el 85 % de los niños del
mundo (Unicef, 2014). Ellos y ellas, junto a los que viven en circunstancias
económicamente desfavorecidas en los países desarrollados, experimentan más
riesgos y menos factores de protección. De ahí la doble injusticia de la
precariedad para las y los jóvenes, ya que corren un mayor riesgo de sufrir los
efectos del cambio climático en relación con los adultos. Así mismo, los que ya
están en desventaja experimentan, y seguirán experimentando, los peores efectos
del cambio climático. La tercera razón planteada es que debemos forjar
transiciones socialmente justas dadas las difíciles y singulares exigencias de
mitigación y adaptación que se han impuesto a esta generación de jóvenes. Dentro de los otros efectos provocados por el
cambio climático se incluyen impactos en la salud mental (Majeed
& Lee, 2017) y graves implicaciones para los derechos a una educación de
calidad y a la protección, especialmente para las mujeres jóvenes (Plan
Internacional, 2019). La especial vulnerabilidad de las niñas y de las
adolescentes debido a los efectos combinados de la edad y la discriminación de
género tiene graves impactos en sus derechos sexuales reproductivos, en su
educación y participación (Plan Internacional, 2019), magnificando las
desigualdades que ya sufren al respecto. El documento Horizontes 2030 (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe [Cepal], 2016) plantea que una de las
expresiones de la pobreza y la desigualdad es la mayor vulnerabilidad de la
población más pobre a los efectos del daño ambiental debido a su mayor
exposición a esos problemas, su menor acceso a recursos y su menor capacidad de
utilizar efectivamente los mecanismos políticos. (p. 134) En ese sentido, es urgente articular y
coordinar objetivos sectoriales (energía, agua, alimentación, pobreza, género,
entre otros) a partir de una mirada situada, considerando también variables
etarias, que consideren de forma integral la resiliencia de los sistemas socioecológicos en un contexto de transición energética
(Amigo-Jorquera et al., 2019). Con más de 2000 millones de jóvenes a escala
mundial (Naciones Unidas, 2018), fenómeno conocido como «Youth
Bulge» (Ortiz & Cummins,
2012), la crisis ecológica global ha demostrado que, debido a los procesos de
cambio de las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales globales,
los y las jóvenes encuentran cada vez más difícil participar política y
económicamente para contribuir a sus comunidades y países (DeJaeghere
et al., 2016). En particular, respecto a la defensa y el liderazgo climático, se
constata la resistencia por parte de las autoridades a su participación,
llegando a su exclusión en la toma de decisiones, pasando por la flagrante
simbolización y los eventos juveniles aislados. Uno de los principales
problemas es la inclusión de una fracción privilegiada de jóvenes a expensas de
las perspectivas de los países de ingresos bajos y medios, las comunidades
indígenas y los grupos marginados a nivel nacional (Zeinali
et al., 2020). A pesar de lo expuesto, esta percepción de
las juventudes exclusivamente como víctimas en estos tiempos de crisis
sistémica tiende a ignorarlos como actores protagonistas y posibles agentes de
cambio (Buckley & Bowman, 2021; Trajber et al.,
2019). No obstante, las y los jóvenes se han posicionado como uno de los
actores relevantes en la lucha contra la crisis climática y contra la inacción
de los líderes actuales, quienes siguen tomando decisiones que desprecian el
bienestar actual y futuro de las personas y del planeta (Tilleczek,
2021b). Las protestas climáticas globales de los jóvenes son ejemplos evidentes
de liderazgo, acción y defensa de la juventud. Conceptualizados como procesos
de intercambio cultural global y de aprendizaje social, los movimientos
medioambientales liderados por jóvenes —en su sentido más amplio— han
desempeñado un papel crucial que va más allá de la simple protesta; de manera
que deben ser entendidos como procesos catalizadores, en los cuales se
comparten visiones transformadoras para la construcción de un mundo mejor y
donde se construyen nuevas formas de organización sociopolítica (Buckley &
Bowman, 2021; Eyerman & Jamison,
1991; McGregor & Christie, 2020). Además de los movimientos ambientales
liderados por las juventudes, existen cientos de historias no contadas
provenientes de proyectos basados en la comunidad liderados por las y los
jóvenes (Aránguiz et al., 2022a). Estos, como el resto de nosotros, expresan
sus esperanzas de un futuro mejor a través de medios tradicionalmente políticos
como el voto y las pancartas de protesta, pero también a través de las
emociones, la narración de historias, el cuidado de los demás, las obras de
arte y otros tipo de prácticas (Buckley & Bowman,
2021). Algunos académicos han llamado la atención
sobre la marginación de los conocimientos subjetivos y cotidianos en favor del
conocimiento científico «supuestamente universal» en la elaboración de la
política climática (Jasanoff & Martello, 2004; Trajber et al.,
2019), y que en el caso de las juventudes se debe principalmente a su posición
legal y social en la que han sido ubicados y ubicadas en nuestras sociedades adultocéntricas (Duarte, 2012). El hecho de que las huelgas por el clima y
otras formas de manifestación juvenil se desarrollen por fuera de las
instituciones oficiales (como las estructuras cívicas o los contextos
escolares) demuestra que estas instancias y espacios no dan respuesta a las
necesidades y demandas juveniles. De acuerdo a Bowman (2020), la juventud
activista habita «un imaginario restringido, que ha sido constreñido [y] que
limita a los jóvenes en su capacidad de pensar o actuar» (p. 9) cuando se trata
de la intersección de las crisis ecológicas, del medio ambiente y del clima.
Sus frustraciones ante la inacción por parte de los adultos respecto a la toma
de decisiones para enfrentar los desafíos de la crisis ecológica global pueden
manifestarse a través de otras formas de movilización que exigen acciones
directas y urgentes de cambio, transformaciones sociales e institucionales. Con base en lo anterior, es fundamental
cuestionar el papel que debe cumplir la educación al interior de los procesos
de transición justa desde la perspectiva de las juventudes, dado que tienen
mucho que aportar en los procesos decisorios que les afectan a corto, mediano y
largo plazo. Con esta convicción, diseñamos el laboratorio Educación,
juventudes y justicia climática inspirados en la propuesta de laboratorios
ciudadanos. Estos últimos son entendidos como espacios comunitarios para la
acción social, los cuales ofrecen plataformas que facilitan la participación de
las personas en los procesos de experimentación y desarrollo de proyectos
surgidos desde el territorio mismo (Bordignon, 2017).
Al momento de vincular los laboratorios ciudadanos con la educación, Blikstein (2013, como es citado en Uribe, 2020) identifica
tres elementos: primero, lo experiencial, abogando por una educación más
centrada en los estudiantes y vinculada con su contexto; segundo, con el
construccionismo, evidenciando la estrecha relación que existe entre el hacer y
el aprender; y, tercero, con la pedagogía crítica, resaltando el empoderamiento
y el ejercicio político derivado de las prácticas pedagógicas situadas (Blikstein, 2013, como es citado en Uribe, 2020). Bajo esta
perspectiva, nuestro laboratorio puso énfasis en el problema (Haraway, 2019), es decir, en la escasa participación de las
juventudes en la producción de conocimientos y propuestas a los problemas que
les atañen. Pero, al mismo tiempo, buscó disputar la noción de conocimiento
experto en relación a la crisis ecológica global, esta vez desde las propias
voces y conocimiento experiencial juvenil, no con el objetivo de «llenar el
mundo con nuevos objetos epistémicos, sino con distintas maneras de componer lo
que sabemos para garantizar nuevas formas de convivialidad» (Lafuente, 2022, p.
57) A partir de lo anterior nos planteamos la
siguiente pregunta de investigación: ¿qué papel cumple la educación formal en
miras a una transición hacia sociedades más justas y sustentables desde la
perspectiva de las juventudes latinoamericanas? En la búsqueda de respuestas,
en este artículo nos enfocaremos a discutir las razones mencionadas en el
párrafo anterior, para posteriormente ofrecer algunas reflexiones coproducidas
con jóvenes participantes del laboratorio «Educación, juventudes y justicia
climática» desarrollado en el III Foro Abierto de Ciencias de América Latina y
el Caribe, 2021 (Unesco). Finalmente, presentaremos algunas conclusiones que
esperamos sean el punto de partida de una nueva mirada sobre el rol que pueden
tener las juventudes en la crisis global y la acción climática. Método Nuestra investigación, correspondiente a un
estudio de caso, se sitúa en un enfoque interpretativo, mediante una
aproximación cualitativa de análisis narrativo (Miles et al., 2018); es decir,
comprende a los sujetos que forman parte de nuestra investigación, en este caso
las y los jóvenes participantes del laboratorio Educación, juventudes y
justicia climática, no como individuos aislados, sino como actores sociales, ya
que sus opiniones particulares son deudoras del sistema social donde se
inscriben (Corbetta, 2003). Laboratorio
Educación, juventudes y justicia climática Este formó parte del taller «Ciencia y
juventud ante los desafíos de la crisis climática», realizado en el marco del
III Foro Abierto de Ciencias de América Latina y el Caribe, en Buenos Aires,
2021. La actividad se realizó de forma virtual por la contingencia generada por
el covid-19. Proponía fortalecer los diálogos entre ciencia y ciudadanía,
acercando a jóvenes y expertos/as que trabajan en torno a la crisis climática
global, así como también buscaba construir ciudadanía climática. Con énfasis
específico en la educación ambiental y en el rol de la militancia juvenil
ambiental, se compuso de una fase expositiva (de aproximadamente una hora), con
presentaciones de representantes del mundo científico, gubernamental, activista
y juvenil, para luego trabajar en subsalas en un
espacio de laboratorio. De tal manera, el objetivo específico del
laboratorio fue generar un proceso de reflexión colectivo entre las y los
asistentes que permitiera una primera aproximación hacia una educación centrada
en la realidad de las juventudes latinoamericanas bajo los principios de la
justicia climática. Para eso se eligió la metodología del aprendizaje basado en
desafíos, el cual ayuda a los participantes a aplicar sus conocimientos en
torno a un reto (Gallagher & Savage, 2020). El
aprendizaje basado en desafíos enfrenta a las y los participantes a problemas
auténticos, similares a desafíos reales, ayudando a desarrollar diferentes
habilidades blandas, como el trabajo en equipo y la colaboración, la
comunicación, el pensamiento crítico y la creatividad, entre otras. La teoría
del aprendizaje basado en desafíos es una evolución de enfoques como el
aprendizaje basado en problemas y el aprendizaje basado en proyectos. Se
diferencia de aquellos básicamente por la definición de «desafío»,
entendiéndolo como una actividad, tarea o situación que representa un incentivo
y un obstáculo a superar y que requiere el desarrollo y aplicación de
conocimientos diversos, inter y multidisciplinares para ser resuelto (van den Beemt et al., 2023). En nuestro caso, lo anterior se llevó a cabo
a través de un proceso de indagación donde el reto consistió en responder una
pregunta base: ¿cómo te imaginas una educación centrada en la vida de las
juventudes y en los principios de la justicia climática? Doce jóvenes mujeres, entre los 16 y 19 años,
con estudios secundarios y universitarios, provenientes de Argentina, Colombia
y Uruguay, vinculadas al activismo climático en sus respectivos países e
invitadas directamente por la organización del taller, participaron a distancia
y en forma sincrónica mediante el uso de la plataforma de pizarra virtual Miro.[1]
A través de lienzos o canvas previamente diseñados,
las y los participantes avanzaron en un proceso de indagación guiado por las
facilitadoras.
En consecuencia, y basándonos en los trabajos anteriores (Agyeman et al., 2016;
Anguelovski et al., 2020), a grandes rasgos
entendemos las transiciones justas hacia la sostenibilidad como procesos de
cambio, cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida de las generaciones
presentes y futuras, de todos los seres humanos y otros seres vivos (Winchell,
2023) y permitirles no solo sobrevivir, sino también prosperar.

Figura 1 Lienzo digital Miro
sobre la que trabajaron las y los jóvenes participantes al taller
El proceso comenzó con un ejercicio de
acercamiento al uso básico de la plataforma mediante la presentación de cada
participante.[2]
Posteriormente se explicó el reto a través del enunciado de la pregunta que dio
inicio al desafío. Las y los participantes se dividieron en grupos de manera
automática mediante la creación de subsalas para
trabajar reflexivamente con base en las siguientes tres preguntas:
1. ¿De qué manera la
crisis climática afecta a las juventudes de tu comunidad?
2. Fundamentado en lo
anterior, ¿cuál debería ser el/los papel/es de una
educación centrada en las juventudes y en la justicia climática?
3. ¿Cómo te imaginas una
educación enfocada en las realidades de las y los jóvenes de tu comunidad en el
contexto de la actual crisis climática (en cuanto a gobernanza, currículo,
contenidos, metodología, entre otros)?
A continuación, cada grupo presentó sus ideas
al pleno mientras los facilitadores sistematizaron simultáneamente la
información para llegar a una propuesta general. Para finalizar, se realizó un
ejercicio participativo de evaluación del laboratorio.
Recolección
y análisis de datos
Los datos recogidos en el laboratorio fueron triangulados
con cinco entrevistas en profundidad a jóvenes activistas.[3]
La información fue recogida a través del material digital elaborado por las
jóvenes participantes en la pizarra virtual Miro para cada una de las preguntas
planteadas.
El análisis de los datos se realizó
inicialmente a través de una codificación abierta, en la cual se tomó como
referencia la pregunta planteada, tratando de identificar los datos relevantes
para responder a los objetivos de la investigación. Posteriormente, se realizó
una segunda codificación de carácter axial con el objetivo de establecer
conexiones entre categorías más específicas relacionadas con cada pregunta y
con el objetivo de la investigación.
Para organizar y gestionar los datos, se
utilizó una matriz de doble entrada, diseñada en una hoja de cálculo. Luego,
los datos se agruparon con el objetivo de facilitar el análisis interpretativo
de los conceptos expresados por cada categoría. A partir de dichos datos se
analizaron e interpretaron las lógicas y posiciones de las y los jóvenes
participantes en el contexto de cada pregunta.
Aspectos éticos de la
investigación
Nuestra propuesta metodológica se enmarca en
las consideraciones y estándares éticos basados en el continuo trabajo e
investigación con, por y para las juventudes desarrollado por el Young Lives Research Laboratory de la Universidad de York, Ontario, Canadá.
En consecuencia, nuestra investigación,
incluyendo la recolección, manejo y almacenamiento de los datos se realizó
cumpliendo los estándares del protocolo Young Lives Research Lab Data Management Protocol del Young Lives Research Laboratory (Tilleczek, 2020).
Resultados
Nuestras voces: una
educación por y para las juventudes
Del total de opiniones relacionadas con el
impacto de la crisis climática ( Figura 2 ), siete corresponden a problemas
vinculados al medioambiente, ocho a la salud y cinco a las consecuencias
sociales.

Figura 2
Lienzo digital correspondiente a las respuestas de la pregunta 1: «¿de qué
manera la crisis climática te afecta a ti y a las juventudes de tu comunidad?
Respecto a las consecuencias ambientales, la
contaminación del agua, aire y suelo contó con una mayor mención (4), seguida
de la escasez del agua o sequía con tres menciones. De las consecuencias
vinculadas a la salud, cuatro hacen referencia específica a enfermedades
humanas (como problemas de respiración) o mentales; una a la menor
disponibilidad de alimentos e impacto en la nutrición; mientras que otras
cuatro hacen referencia a miradas más holísticas como el deterioro de la
calidad de vida, el no poder disfrutar de paisajes naturales o la carencia de
espacios en condiciones sanas e idóneas para albergar la vida. Finalmente, en
relación a las consecuencias sociales, dos hicieron referencia al aumento de
los desastres naturales y al impacto en infraestructuras, una respecto al menor
acceso a recursos naturales, una a la extinción de prácticas culturales y una a
la agudización de la desigualdad de género.
De un total de catorce respuestas a la
pregunta n.° 2 ( Figura 3 ), doce se centraron en aspectos relacionados con el
currículo, una respuesta se centró en el acceso a la educación y una respuesta
se vinculó a la gobernanza.

Figura 3
Lienzo digital correspondiente a las respuestas de la pregunta 2: «¿cómo te
imaginas una educación centrada en la realidad de las juventudes y la actual
crisis climática?
De las doce respuestas relacionadas con el
currículo, tres indican la necesidad de incluir objetivos de aprendizaje
basados en la adquisición de habilidades para la resolución de problemas, tres
hacen referencia a que los contenidos se basen en el contexto local o
territorio, cuatro mencionan la necesidad de contar con metodologías
participativas, teórico-prácticas y colaborativas, mientras que dos solicitan
se incorporen aproximaciones basadas en aprendizajes y conocimientos locales e
indígenas.
Una respuesta se centró en una educación que
incluya una agenda inclusiva, donde las comunidades vulnerabilizadas
puedan acceder y participar, mientras que otra respuesta hace mención a una
educación donde exista una colaboración entre los gobiernos y las comunidades
escolares.
Del total de respuestas (12) a la pregunta
n.° 3 ( Figura 4 ), seis se enfocan en los objetivos de formación, dos se
relacionan con la disminución de desigualdades, dos con el desarrollo de
acciones, una con el fomento de la participación y una con un mayor cambio
cultural.

Figura 4 Lienzo digital correspondiente a las respuestas de la pregunta 3 «¿cuáles deben ser las metas de una educación centrada en las juventudes y en la justicia climática?»
De las seis respuestas centradas en
la formación, tres se enfocan en la concientización de las causas y las
consecuencias del cambio climático, en el deterioro de los recursos naturales y
de las políticas públicas q<ue
abarcan estos problemas; dos se centran en el fortalecimiento de capacidades y
habilidades transformadoras, como el pensamiento crítico, la resolución de
problemas y la formación de jóvenes íntegros; finalmente, una respuesta pone el foco en la formación
orientada hacia la justicia mediante aproximaciones interseccionales.
Por su parte, las dos respuestas
centradas en la disminución de desigualdades se enfocan en el abordaje y en la
disminución de las brechas sociales, así como en el fomento de una economía
social y solidaria; mientras que las
respuestas concentradas en el desarrollo de acciones consideran <que la meta de la educación en sí misma debe ser la acción
climática. La respuesta enfocada en el fomento de la participación hace mención
a trazar metas y herramientas que
fomenten el acceso en la educación, para finalizar con una respuesta centrada en un cambio cultural, donde la meta de
la educación debe ser el reconocimiento de las personas como seres que son parte de la naturaleza.
La variedad y profundidad de las
propuestas de las y los participantes muestra que su voz no solo enriquece estos debates, sino que entrega claves fundamentales, las cuales fortalecen
argumentos que
sostienen expertas y expertos en documentos presentados por organismos
internacionales (Cepal, 2016; Unicef, 2014).
Discusión
«El futuro de los niños siempre es hoy.
Mañana será tarde».
—Gabriela Mistral
Más allá de cualquier conclusión: hacia la inclusión de las y los jóvenes para transformar
en tiempo presente
Hoy más que nunca el imperativo es reconocer a las juventudes como
actores protagonistas y agentes de cambio, quienes
tienen mucho que aportar en los procesos decisorios que los
afectan a corto, mediano y largo plazo.
El desafío está en cómo hacer efectiva esta inclusión sin
dilaciones, sin caer en el juego de la prospectiva y el aplazamiento
tecnocrático. Los argumentos de los jóvenes se orientan hacia una
transformación integral y urgente, mientras que,
discursivamente, gobiernos y empresas utilizan las representaciones de juventud
como algo inacabado, siempre en proceso y potencial. De esta manera, se
aseguran de orientar el debate hacia el futuro, con lo cual las políticas
propuestas se dan el lujo de establecer plazos holgados y ubican los impactos
del cambio climático en un escenario ulterior, siempre por venir, ignorando los
múltiples impactos actuales y reales a los que se
enfrentan día a día las juventudes y sus entornos.
De la mano de su mayor referente, Greta Thunberg, las
jóvenes activistas rechazan cualquier romantización de su
movimiento y, por el contrario, denuncian las dilaciones de los tomadores de
decisiones, poniendo de relieve el costado más dramático de las razones que los
impulsa actuar: la real convicción de que el colapso ecológico es un
hecho y que mañana será tarde.[4]
Necesitamos, en términos de Haraway (2019),
seguir con el problema de un modo situado:
En tiempos de urgencias, es tentador tratar el problema
imaginando la construcción de un futuro seguro, impidiendo que ocurra
algo que se cierne en el futuro, poniendo en orden presente y
pasado en aras de crear futuros para las generaciones venideras. Seguir con el
problema no requiere de este tipo de relación con los tiempos llamados
futuro. De hecho, seguir con el problema requiere
aprender a estar verdaderamente presentes, no como un eje que se
esfuma entre pasados horribles o edénicos y futuros apocalípticos o de
salvación, sino como bichos mortales entrelazados en miríadas de configuraciones inacabadas de lugares, tiempos, materias,
significados. (p. 20)
Junto con las ideas de futuro, hay
otro concepto que pone
en riesgo la posibilidad de una transformación profunda. Se trata de la tan
mentada innovación. Este
concepto —de cuna tecnocrática y liberal— logra muy bien empalmar con las
narrativas sociales que se
atribuyen a la juventud. Se acompaña de términos como «nuevo», «tecnológico»,
«audaz», «emprendedor», etc.; así como de las múltiples combinaciones que adoptan estos imaginarios: nuevas tecnologías y
soluciones técnicas.
La creencia de que a todo problema creado por la tecnología le
corresponde una solución técnica ha impregnado desde siempre las políticas de
tinte neoliberal. Además de las consecuencias negativas (catástrofes
ambientales, introducción de especies invasoras, iatrogenia, etc.) de esas
supuestas soluciones, esta idea no permite visualizar otras opciones y
posibilidades más en línea con el principio precautorio[5] y con el reconocimiento de
otros saberes y conocimientos (Wynne, 1992), como los saberes campesinos e
indígenas (Gómez-Baggethun,
2021; Reyes-García et al., 2021;
Whyte, 2018).
Las y los jóvenes retoman estas argumentaciones
en sus ideas, especialmente con el lema «No hay planeta B» (There is not planet B). Además de su sentido literal, esto es, no existe la
alternativa de otro planeta que pueda
acogernos, tiene también un ingenioso juego de palabras con la frase «No existe
un plan b»; es decir, no hay una solución técnica que nos libre de la crisis climática. Por lo tanto, los
movimientos de jóvenes climáticos instan a aceptar que la Tierra se encuentra en un punto de inflexión, y que
precisamos ocuparnos por conservar los ecosistemas y los recursos naturales de
nuestro planeta. Para lograrlo debemos modificar nuestros hábitos, tanto a nivel individual como
colectivo.
De tal manera, no hay que olvidar que las y
los jóvenes han comprendido mejor que ningún
otro colectivo (ciudadanos, políticos y tomadores de decisiones, por mencionar
algunos) el rol de la ciencia y la tecnología en estas áreas. Es por eso que se han embebido de los reportes del Panel
Intergubernamental del Cambio Climático (2022), así como de otros informes y
artículos basados en evidencia científica para sustentar sus argumentos y manifiestos públicos. De hecho, las conclusiones del último
informe del Panel son congruentes con las ideas fuerzas de los jóvenes
climáticos ya mencionadas.
Enfocándonos en lo recogido en el
laboratorio a través de la coconstrucción, las y los
jóvenes participantes desplegaron una gran diversidad de conocimientos (como
los técnicos, científicos y
humanistas), así como otros provenientes desde la propia experiencia y práctica
diaria. Esto demuestra que es
tanto desde la ciencia (haciendo eco de los reportes científicos) como desde el conocimiento subjetivo juvenil que construyen su perspectiva y estrategias de incidencia
política en materia ambiental.
Lo anterior se ve ejemplificado en las respuestas compartidas por las participantes
del laboratorio cuando se enmarcan las consecuencias de la crisis climática a
través del concepto de salud, tanto
desde la perspectiva ambiental como humana, muy en sintonía con enfoques recientes que vinculan el estado de conservación de los ecosistemas con la salud
humana y animal (Horton & Lo, 2015). De igual manera, podemos entender cómo
desde la propia experiencia las participantes plantean que el modelo de educación actual no da respuestas
adecuadas a la magnitud y complejidad de los urgentes problemas ecológicos
globales. Proponen cambios en aspectos estructurales como los modelos de gobernanza,
el currículo y los objetivos que la
educación debe cumplir en los procesos de transformación de nuestras
sociedades, en sintonía con lo planteado por investigadores y académicos
provenientes desde diversas áreas del conocimiento (Adlong,
2012; Hughes et al., 2021; Jorgenson et al., 2019; Sutoris, 2019). Así, reconceptualizan el papel de las y los
jóvenes como actores en una red social y ecológica más amplia (Aránguiz et al., 2022b; Harris et al., 2021; Spannring & Hawke, 2021; Verlie, 2018).
Para contribuir a un cambio
sistémico desde la educación bajo la perspectiva de la justicia climática con,
por y para juventudes, recomendamos una hoja de ruta basada en tres pilares:
primero, nuevas estructuras de gobernanza que creen y mantengan espacios a largo plazo para que los jóvenes compartan el poder en la toma de
decisiones; segundo, una financiación
que apoye el
acceso, inclusión y participación real de los jóvenes de todos los orígenes; y,
tercero, el desarrollo de capacidades transformadoras a través de programas y
currículos orientados hacia la justicia, basados en los contextos locales y que incluyan diversos sistemas de conocimiento. Continuar
profundizando sobre estas temáticas con, por y para juventudes (Tilleczek & Ferguson, 2013) representan un paso lógico
para futuras líneas de investigación.
Nuestra investigación plantea
algunas limitaciones, como la falta de participantes del género masculino, la
baja diversidad en técnicas de recolección de datos, además de la propia de la
experiencia a distancia. No obstante, consideramos que nuestros hallazgos representan un avance en temáticas
poco exploradas al enfocar a las juventudes en los procesos de transición justa
hacia la sustentabilidad; sobre todo, considerando el papel fundamental que pueden ocupar en el diseño de políticas nacionales y
regionales como, por ejemplo, en las contribuciones nacionales determinadas o
en las políticas, leyes o programas de implementación del acuerdo de Escazú. En
segundo lugar, la mirada situada de los jóvenes latinoamericanos sobre el papel
que la educación
debe cumplir para abordar fenómenos globales como la crisis ecológica y el
cambio climático contribuye a la discusión en torno a la existencia de una
juventud global (Rabello, 2019; Nilan
& Feixa, 2006). Al mismo tiempo, aporta a la
discusión en torno a la necesidad de transformación de las propias
instituciones educativas (Ferrer-Balas et al., 2009; Hughes et al., 2021; Leal et al., 2018) o a la necesidad de que la educación ambiental se dirija especialmente a la
clase política y a los tomadores de decisiones como ha sido el caso en
Argentina. Allí se sancionó en 2020 la llamada Ley Yolanda, que tiene por objeto garantizar la formación integral en
ambiente con perspectiva de desarrollo sostenible y con especial énfasis en
cambio climático para las personas que se desempeñen en la función pública.
Una vez más los y las jóvenes hacen
eco del postulado anterior al dirigir sus acciones a la incidencia política, a
la solicitud de acciones concretas por parte de los tomadores de decisiones aquí y ahora, puesto que comprenden mejor que nadie que el futuro se conjuga en presente.
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* La investigación que da origen a este artículo inició en abril de 2021 y finalizó en diciembre de 2021. Fue parcialmente financiada por el Programa de Formación de Capital Humano Avanzado de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile «ANID/Doctorado becas Chile/2018-72190320» y por la Universidad de Buenos Aires, proyecto UbacyT código 20020190100169BA. Área: ciencias sociales. Subárea: estudios (sociología) de la juventud.
[1] Enlace a la pizarra utilizada en el
laboratorio: https://miro.com/app/board/o9J_lIRzwuo=/
[2] Ocho participantes de Argentina, tres
de Colombia y una de Uruguay
[3] Como parte de la estrategia de
triangulación se realizaron entrevistas a jóvenes activistas en el marco del
proyecto Ubacyt 2020-2023, titulado Ciencia, tecnología y sociedad: sociología
de la producción, difusión, uso y apropiación de conocimientos en problemas de
interés público de la Argentina contemporánea, específicamente la línea de
cambio climático. El objetivo fue comprender la perspectiva de actores
relevantes en las negociaciones locales y legislación sobre cambio climático
desde el enfoque pos-normal en Argentina. La literatura especializada es la que
se consigna en el apartado teórico.
[4] ¿Ustedes vienen a nosotros, los
jóvenes, en busca de esperanza? ¿Cómo se atreven? Intervención
de Thunberg en la 4 apertura de la
cumbre del clima en las Naciones Unidas en septiembre de 2019.
[5] Frente a una obra o actividad con
posibles impactos negativos en el medio ambiente, la decisión política de 5 rechazar
la actividad se basa en el posible daño, sin necesidad de requerir la certeza científica absoluta. Este principio es uno de
los esenciales para el desarrollo sostenible formulados durante la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo que consagró en su Declaración
de Río en 1992.
Para citar este artículo: Aránguiz, P., & Sannazzaro, J. (2024). Crisis ecológica global y educación
desde la perspectiva de las juventudes. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y
Juventud, 22(1), 1-22. https://doi.org/10.11600/rlcsnj.22.1.5797